Habemus papam, porque esta es la expresión sacramental que usa el cardenal protodiácono cuando anuncia a Roma y al mundo, que un nuevo papa ha sido elegido. Como lo hizo ayer cuando dio a conocer el nombre del nuevo santo padre católico.
Pero también decimos que tenemos papa, porque por primera vez en la historia un latinoamericano ha sido elegido como sumo pontífice romano , hijo de emigrantes europeos pero argentino de nacimiento y nacionalidad, y latinoamericano de corazón, como es el hasta ayer cardenal Jorge María Bergoglio y ahora papa Francisco I.
Para la Iglesia católica como institución y para los católicos como creyentes, en el fondo es irrelevante que un papa sea de una u otra nacionalidad y región del mundo. La Iglesia católica no representa una religión regional ni a ninguna comunidad nacional o internacional de creyentes en particular. Como su mismo nombre lo indica, la Iglesia católica es universal. Por lo tanto el papa puede ser originario de cualquier parte del mundo donde se profesa el catolicismo: Europa, América, África, Asia y Oceanía. Además, cualquiera de los cardenales de la Iglesia católica, incluso cualquier persona del sexo masculino y mayor de 30 años, aunque no sea cardenal podría ser elegida papa, según los cánones eclesiales.
Pero las personas humanas son seres emocionales y tienen un arraigado sentimiento y orgullo de pertenencia —a una familia, a un grupo social, a una nación, a una comunidad regional o internacional—, independientemente de la religión que profesen o de que no practiquen ninguna confesión religiosa. De manera que es comprensible que los católicos de América Latina se sientan orgullosos de que el nuevo papa sea latinoamericano.
Además, como lo han mencionado ampliamente los medios de comunicación social, esta es la primera vez que un latinoamericano es colocado en la silla pontifical, como vicario de Jesucristo en la Tierra. Desde que San Pedro nombró a su sucesor, san Lino, el segundo papa de la historia, quien ejerció el papado del año 67 al año 76 de nuestra era cristiana, hasta ahora casi todos los papas de la Iglesia católica habían sido europeos. De hecho, cuando se formó la religión cristiana América Latina ni siquiera existía o se reconocía como región geográfica del mundo. El catolicismo llegó a estas tierras hasta fines del siglo 15 y comienzos del 16 de nuestra época, cuando comenzó la cristianización, conquista y colonización española. Sin embargo, América Latina es ahora la región del mundo con la mayor cantidad de católicos: 483 millones de creyentes, versus 277 millones en Europa, 177 millones en África, 137 millones en Asia, 86 millones en Norteamérica y 9 millones en Oceanía, según datos presentados por el secularista periódico estadounidense The New York Times. En estas circunstancias, la elección del primer papa latinoamericano de la historia de alguna manera viene a ser un reconocimiento a la nueva realidad del catolicismo mundial.
Por eso decimos que no solo habemus papam, sino que también tenemos un papa latinoamericano, lo cual, además de ser un acontecimiento de trascendencia histórica universal es motivo de legítimo orgullo regional.
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