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Carlos Alberto Montaner

Árabes buenos y malos

Más de 600 muertos y 4,000 heridos es una carnicería excesiva. Obama le ha pedido a la junta militar egipcia el ejercicio de dos virtudes ajenas a la cultura y la tradición del país: tolerancia y moderación. Pese a que el presidente estadounidense también dijo que su país no podía ni quería decirles a los egipcios cómo debían conducir sus asuntos internos, eso, precisamente, fue lo que hizo. Solicitó elecciones libres y un poder limitado por la ley.

Francamente, me parece muy difícil que lo complazcan.

Estados Unidos, no cabe duda, ha sido la nación más exitosa del planeta a lo largo del siglo XX y en lo que va de nuestra centuria. El experimento republicano de las trece colonias, que a fines del siglo XVIII parecía condenado a fracasar, dio lugar a un país asombrosamente rico y fuerte que hoy es la única superpotencia de la tierra. Sin embargo, ese fenómeno, aunque es voluntariamente imitable, no se puede inducir desde el exterior.

Al contrario de lo que sucedía en el país de Washington y Jefferson, el núcleo de tensión que prevalece entre los árabes islamistas no consiste en limitar la autoridad del gobierno, proteger los derechos individuales y crear unas relaciones de poder basadas en la meritocracia y la igualdad ante la ley (para lo cual son fundamentales la tolerancia y la moderación), como estableció Estados Unidos cuando se separó de Inglaterra.

El conflicto en el mundillo árabe es de otra naturaleza: dirimir por la fuerza el mortal enfrentamiento entre dictaduras militares seculares, generalmente antioccidentales, que se consideran progresistas, aunque progresen poco, y los partidarios de un modelo teocrático opresivo que defienden la creación de un Estado islámico regido por la sharía o ley fundada en el Corán, cuyo principal objetivo, desgraciadamente, es destruir al Estado de Israel y luchar contra los infieles, ya sean cristianos coptos o libaneses maronitas.

Es, en fin, una bronca a cuchillo entre militares laicos, broncos, feroces y autoritarios, provistos de ideas políticas nacionalistas teñidas por supersticiones socialistas, y religiosos imbuidos de creencias fantásticas comprometidos con Alá para someter al género humano a la autoridad del Corán.

Para el resto del mundo, por lo tanto, generalmente no se trata de escoger entre demócratas liberales y fundamentalistas religiosos (eso sería demasiado fácil), sino entre militares despóticos, usualmente corruptos y asesinos, y fundamentalistas religiosos, casi siempre agresivos y peligrosos, lo que suele conducirlos a mataderos en los que ellos son víctimas  o victimarios en nombre de la verdad definitiva revelada a Mahoma en el desierto.

En Washington no se entiende esta fatal disyuntiva. Muchos políticos y funcionarios padecen de etnocentrismo. Piensan que todos los países pueden y deben crear un modelo de Estado presidido por la libertad individual, servido por un gobierno controlado por la constitución y limitado por los equilibrios y contrapesos.

En realidad, esa fórmula es extraordinaria, pero, para que funcione, previamente tiene que existir una sociedad (o al menos una élite dirigente) dispuesta a practicar la tolerancia, definida como la decisión de convivir pacíficamente con todo aquello que no nos gusta, a colocarse bajo la autoridad de la ley, a admitir que nuestras verdades y convicciones no son únicas e infalibles, y a ejercitar la cordialidad cívica con un adversario al que no hay que amar, pero que merece nuestro respeto.

En las sociedades árabes esos factores son excepcionales. Hay individuos que poseen ese perfil, y hasta se agrupan en pequeñas instituciones que proclaman estas reglas de juego. He conocido liberales marroquíes, sirios, libaneses y tunecinos, lo que me hace pensar que también debe haberlos en Egipto y en el resto de la geografía árabe, pero carecen de peso específico para hacer girar a sus países en la dirección que el 4 de julio de 1776 los norteamericanos adoptaron en Filadelfia.

Mientras no ocurra ese cambio de valores, es una ingenuidad tratar de escoger entre gobernantes árabes “buenos” y “malos”. La  alternativa es mucho más  agónica.

 El autor es periodista y escritor. Su último libro es la novela Otra vez adiós. ©FIRMAS PRESS.

Ver en la versión impresa las páginas: 8 A

Opinión Arabes Buenos malos archivo

COMENTARIOS

  1. Nica
    Hace 11 años

    Mr. Montaner se le olvido las democracias Made In USA Irack, Afganistan, Libia en donde en donde el remedio resulto peor que la enfermedad a que se refiere en los países Árabes.

  2. Gilberto J.Sanabria
    Hace 11 años

    El modelo norteamericano tradicional (no el que quiere imponer Obama),respetuoso de la libertad individual y regido por la constitución y la separación de poderes de Montesquieu ha funcionado,hasta ahora,para el pueblo estadounidense.Querer establecerlo en países islámicos es utópico.Me recuerda una anécdota entre José Martí y el Titán de Bronce, Antonio Maceo.El poeta le dijo:”Quiero hacer de Cuba la Suiza del Caribe”, y el otro respondió:”Bien, apóstol,pero ¿donde están los suizos

  3. jose m. fernandez
    Hace 11 años

    Por desgracia las balas q’ se usan han sido pagadas por la ayuda de casi 2mil millones de dolares anuales q’ la democracia mas grande del mundo provee a Egipto.Es una peticion moral,al punto casi de implorarles q’ se comporten civilizadamente(punto de vista de concepto occidental)pero eso nunca va ha pasar en ese medio social,aunque los dirigentes sean estudiados y hayan vivido la mayoria de su vida en sociedades occidentales.Los curas musulmanes rigen ferreamente con la sharia.Es un mundo cruel

  4. Jose D Rivera
    Hace 11 años

    Exelente articulo.
    Si usted fuera presidente de los Estados Unidos y se encontrara en esta situacion, que actitud tomaria con ella, ya que no puede ignorarla totalmente?

  5. Gilberto Tenorio
    Hace 11 años

    Si fuera presidente de los Estados Unidos,y tuviera dos dedos de frente,hubiera buscado como prevenir esta situación. Barrack Obama fue advertido,hasta la saciedad,que apoyar la caída de Mubara traería como consecuencia la toma del poder por parte de la Hermandad Islámica;grupo fanático, terrorista, fundamentalista y jurado enemigo de Israel y de Occidente. Ahora, lo único que le queda es callarse y apoyar,en silencio,a los militares y a la mayoría de egipcios que es anti-Morsista.

  6. lector
    Hace 11 años

    ” El mundillo arabe” Pensamientos blancos del editor. Gozando de la democracia dada, y no ganada.

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