Vladimir Vásquez
Es de madrugada, en una casa de Managua duerme tranquilamente Tania Rodríguez, hasta que escucha un sonido que la despierta. No es un ladrón, es su teléfono celular que le alerta de un mensaje.
A esta hora puede decidir no contestar, pero hoy decide revisar quién le escribe y por qué. Así cuenta la joven de 27 años, en una etapa de su vida en la que no había hora del día para descansar del uso de su teléfono.
Tania no considera que los 40 minutos de cada hora del día que dedica a estar pendiente de su teléfono sean un problema, dice que lo puede controlar, si quisiera, pero en los últimos años aprendió a comunicarse a través de las diferentes aplicaciones del teléfono celular, Whatsapp, Facebook, entre otras.
“Yo no puedo vivir sin mi celular, me encanta estar en las aplicaciones de las redes sociales y estar enterada de lo que todo mundo hace y lo que escribe”, explica la joven, quien además reconoce que sus familiares le exigen que les brinde más atención y haga el celular a un lado.
Pero desde primera hora de la mañana, lo primero que hace al despertar es revisar su teléfono, ver noticias en las aplicaciones de los diferentes medios y luego revisar mensajes o las actualizaciones de estado de sus contactos en las redes sociales.
“Le dedico mucho tiempo (al celular) al punto que si se me queda en mi casa, salgo voladísima del trabajo para buscarlo”, cuenta Rodríguez.
El uso de los teléfonos celulares ha modificado el comportamiento de los seres humanos, al punto que es una herramienta que, dependiendo del uso que se le dé, puede ser beneficiosa o perjudicial. El sociólogo Cirilo Otero considera que los celulares pueden constituir una herramienta de aislamiento para algunas personas que prefieren comunicarse a través de los aparatos y evitar el contacto humano.
“Las personas se automatizan y llegan a niveles muy peligrosos. Este adelanto tecnológico puede producir un aislamiento entre las personas”, comenta Otero, quien además aclara que el problema no es mandar un mensaje o realizar una llamada, sino convertir estos comportamientos en hábitos imprescindibles para la persona.
Otero dice que hay casos extremos de personas que dejan de comer para ingresar una recarga a su teléfono celular y que eso puede tener consecuencias muy profundas en la vida.
Otra consecuencia puede verse en la alteración de los comportamientos en las parejas actuales. Muchas personas, según Otero, pueden salir a algún centro comercial o restaurante, pero ninguno se mira o habla, simplemente se dedican a mandar mensajes de texto o revisar redes sociales.
A veces también la relación se limita a conversaciones a través de las aplicaciones de mensajería o de llamadas telefónicas y no del contacto personal, opina el experto.
Sería fácil para cualquier persona describirse como “adicto” a su teléfono celular o recibir un comentario de ese tipo de sus amigos o familiares; sin embargo, el uso excesivo del aparato no está considerado como una adicción en el Manual de Trastornos Mentales (DSM5), por sus siglas en inglés.
El director del Centro de Especialidades en Adicciones (CEA), Javier Ley, explica que el uso del celular podría ser clasificado como una “adicción de proceso”, similar a la compras compulsivas, la ingesta excesiva de comidas, los juegos de computadoras o el Internet.
“Todo eso no es malo. Es malo si ya uno cruza esa línea de repetir la conducta a pesar de tener consecuencias negativas en la vida”, aclara el especialista.
Pero, ¿cómo podría determinarse si el celular constituye un problema en tu vida?
Ley considera que todo dependerá de la necesidad que constituya usar el teléfono; por ejemplo, las personas que trabajan y necesitan mantener comunicación para resolver problemas o enviar informes podrían estar justificadas en su comportamiento. Sin embargo, esto también conlleva el riesgo de un aislamiento familiar.
“Ya llegaste del trabajo y llegás a la casa y en vez de ponerle atención a tu familia te quedás viendo cosas en el celular. Te vas desconectando de tu vida”, expresa el especialista.
Comunicación poco efectiva
Y aunque parezca irónico, los teléfonos celulares también están perjudicando la comunicación entre las personas, al menos eso considera la psicóloga Onelia Alegría, quien también lamenta que el fácil acceso a los teléfonos celulares igual esté perjudicando a los niños, quienes en muchos casos tienen aparatos más caros que aquellos utilizados por los adultos.
Facilitar la comunicación y el acercamiento con familiares lejanos son otros aspectos, pero su uso puede ser mucho más amplio dependiendo de la persona.
A un estudiante le podría servir un celular para realizar una investigación o corroborar algún dato si no está cerca de una computadora.
Para los empresarios o trabajadores de algunas compañías podría servir para hacer que el trabajo avance, sin la necesidad de permanecer encerrado en la oficina.
Además, hay aplicaciones de todo tipo dependiendo de las necesidades de la persona.
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Si está con alguien, evite poner su celular sobre la mesa porque eso podría indicar que la persona con la que está, lo tiene aburrido.
Evite revisar sus redes sociales como Facebook, Twitter o el infame Whatsapp, a menos que sea una emergencia y no tenga otra opción.
Para este tipo de casos, los expertos recomiendan que se disculpe con la otra persona y vaya a otro lugar para hablar con tranquilidad.
No grite ni ponga a todo volúmen ese timbre de Gun’s and Roses o del más reciente remix de Pitbull, pues puede resultar molesto para las demás personas. Lo correcto sería colocar el teléfono en vibración.
¿Va al cine? Apague su teléfono, y evite usarle aún en modo vibración pues esto puede resultar molesto para las demás personas que miran una película o que se encuentran en una biblioteca leyendo.
Y finalmente, si está en una empresa solicitando algún servicio, no hable por teléfono y preste atención a lo que el cajero le está diciendo.
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“En las universidades y en los colegios se ha prohibido llevar celulares porque estos interfieren en la clase, los alumnos se salen de clases. También hay niños que se andan enviando mensajes muy poco adecuados entre ellos”, considera la especialista, quien además confiesa que en ocasiones suele sentir que “algo le falta” cuando ella no anda a mano su teléfono.
Por cierto, ¿sabe usted dónde está su teléfono celular en este momento? Ese susto que sintió al no saberlo también tiene nombre: nomofobia.
Esta conducta, que todavía no es considerada una enfermedad, se define como un miedo irracional a salir de su casa sin el teléfono celular.
Las personas que padecen este trastorno tienen episodios de nerviosismo o ansiedad al sentirse “ilocalizables”. Lo mismo pasa en aquellos casos donde el desgaste de la batería del teléfono puede provocar esas mismas sensaciones en el usuario.
Pero tranquilo, eso no significa que usted lo padece. El director del CEA explica que en muchas ocasiones se debe revisar la situación de cada persona para determinar si padece una adicción que sería una enfermedad mucho más compleja, pero tratable.
La nomofobia la padece, al menos, el 66 por ciento de las personas en Reino Unido, según algunos estudios reproducidos por la BBC Mundo, en el año 2012.
Esta se considera la enfermedad del siglo XXI y se estima que cada vez más personas la padecen. Otros detonantes de las crisis derivadas de la nomofobia son la falta de saldo e incluso la falta de señal.
Según los estudios realizados por el Gobierno Británico en el año 2008, la mayoría de las personas que padecen de estos patrones estaban entre los 18 y 24 años y algunas encuestas demostraron que algunas personas preferían cargar dos celulares para evitar “quedarse desconectados”.
Esos estudios concluyeron que las personas entre más usan sus celulares, más dependientes se vuelven de ellos y eso también aumenta el estrés que siente cada persona, irónicamente, ese estrés es mayor cuando se atienden asuntos de índole personal que problemas laborales, indica la BBC Mundo en su publicación.
Vibración Fantasma
Los expertos definen también otro tipo de afectaciones derivadas del uso del teléfono celular.
Uno de ellos es el síndrome de la vibración fantasma, que usualmente provoca que las personas sientan que su teléfono vibra, cuando no lo está y en casos más graves, cuando ni siquiera anda celular en la bolsa. Y luego, está el movilemia, que significa querer mantener el teléfono celular visible todo el tiempo, aún sobre la mesa cuando se está comiendo.
Joroba y la ceguera
El uso excesivo del teléfono no solo provoca consecuencias negativas en las relaciones interpersonales o de pareja, también provoca daños físicos. Por ejemplo: La Universidad Complutense de Madrid y la empresa Tecnología Sostenible y Responsable, realizaron un estudio en el que determinaron que la luz que emiten los teléfonos inteligentes puede provocar daños en la vista, para dimensionarlo, dicen que exponer la vista durante 72 horas a la luz LED de un teléfono, podría resultar en la destrucción del 93 por ciento de las células fotosensitivas de la vista.
La luz emitida por los teléfonos es la misma de la televisión, sin embargo, la diferencia es que el celular se usa la mayor parte del tiempo, muy cerca de la cara.
También usar el teléfono durante demasiado tiempo puede provocar dolores de espalda y de cuello, dependiendo de la posición.
Pero también existe una consecuencia que pone mucho más en riesgo la vida de las personas que utilizan teléfono celular: los accidentes de tránsito.
Hablando y manejando
Nicaragua no tiene estadísticas que demuestren la relación estrecha que existe entre utilizar un teléfono celular y la ocurrencia de accidentes de tránsito.
Sin embargo, basta ir por alguna de las calles de la capital o del resto del país para ver decenas de conductores hablando por teléfono. Los motorizados no se quedan atrás, este sector altamente vulnerable, tampoco toma medidas de seguridad a pesar de ser los que principalmente se ven afectados por los accidentes.
Otero considera además, que las acciones delincuenciales también tienen vínculo con los teléfonos celulares. Aunque explica que los delincuentes no surgen para robar teléfonos, estos sirven muchas veces para que los ladrones puedan identificar a potenciales víctimas.
Indica que los teléfonos lo que han hecho es facilitar el trabajo de los delincuentes que, dependiendo del teléfono, también podrían obtener un buen botín con robar un buen celular.
La vida privada… es pública
Los teléfonos celulares y su fácil acceso a las redes sociales también han puesto en cuestionamiento qué tan privada es la vida de las personas.
Las funciones de localización por Sistema de Posicionamiento Global o GPS, pueden dejar el rastro de cada quien distribuido en diferentes sitios de la red.
Los amigos de Tania, por ejemplo, saben perfectamente que si ella no contesta una llamada o un mensaje de Whatsapp, es porque “no quiere”, según dijo ella.
Pero en otros casos, quizá las amistades o la pareja no puedan ser muy tolerantes a este tipo de “derecho”.
Esa aplicación, Whatsapp y la información que proporciona a sus contactos, puede resultar en un verdadero dolor de cabeza. Entre los datos que comparte (dependiendo la configuración de cada quién) están la hora y el día en que usted se conectó por última vez.
Imagine esta escena: Una pareja sentada en un restaurante, con un par de copas y conversando de cualquier cosa.
—Oye, que te envié un Whatsapp— dice el novio—.
—¿Y?— responde ella.
—Que te mandé un Whatsapp y no me contestaste— insiste él.
—Pues no sé, no me llegaría— se defiende ella.
—Hizo doble check— cuestiona el novio.
Y así va la conversación hasta que el novio pierde los estribos y acusa a la mujer de mentirle, pues asegura que tras haber visto el doble check y el estado “en línea”, que Whatsapp muestra de los contactos, la mujer no quiso contestar.
Así va el corto llamado “Doble Check” (búsquelo en Youtube) hasta terminar en la ruptura de esa relación y aunque no lo crea, a muchas personas les pasa igual.
Según la psicóloga española Silvia Olmedo, ha “llegado a la elegante conclusión que no existe mayor patada en los huevos que ver el estatus de la persona que te interesa —en línea— y que aún así no conteste”.
Pero el efecto del doble check (se trata de las dos notificaciones verdes que llegan por cada mensaje enviado en Whatsapp) provoca más problemas de los que se imaginan.
Según la revista especializada CyberPsychology and Behaviour Journal, unas 28 millones de parejas terminaron su relación como consecuencia del doble check de Whatsapp y eso que la aplicación tiene unos 300 millones de usuarios en todo el mundo.
No todo es malo
Tanto Ley, Otero y Alegría coinciden en que no todo es negativo en el uso de celular, si se utiliza de forma controlada y para fines útiles, como el acercamiento con familiares que están fuera del país o incluso para poder reencontrarse con viejas amistades.
Tania dijo que a pesar del constante uso que le da a su teléfono, ha logrado cambiar ciertos comportamientos, como el de contestar en horas de la madrugada. Ahora, explicó, deja su teléfono en modo “no molestar”, para que las notificaciones no le interrumpan el sueño.
Incluso comenta que no ha dejado de tener contacto con sus amigos y que el celular lo utiliza como una herramienta de “enlace” para programar salidas a lugares y así divertirse fuera de su casa.
Si está con alguien, evite poner su celular sobre la mesa porque eso podría indicar que la persona con la que está, lo tiene aburrido. Evite revisar sus redes sociales como Facebook, Twitter o el infame Whatsapp, a menos que sea una emergencia y no tenga otra opción.
Para este tipo de casos, los expertos recomiendan que se disculpe con la otra persona y vaya a otro lugar para hablar con tranquilidad.
No grite ni ponga a todo volúmen ese timbre de Gun’s and Roses o del más reciente remix de Pitbull, pues puede resultar molesto para las demás personas. Lo correcto sería colocar el teléfono en vibración. ¿Va al cine? Apague su teléfono, y evite usarle aún en modo vibración pues esto puede resultar molesto para las demás personas que miran una película o que se encuentran en una biblioteca leyendo. Y finalmente, si está en una empresa solicitando algún servicio, no hable por teléfono y preste atención a lo que el cajero le está diciendo.
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