Fabián Medina
Twitter: @Fabian_Med
Vacas gordas
Durante siete años Daniel Ortega ha disfrutado de un relativo periodo de vacas gordas. Cuando cien años más tarde se analice sin apasionamientos este capítulo de la historia, se verá que, a su manera, jugó bien y con suerte. Durante 15 años creó el andamiaje que lo llevaría al poder y cuando lo logró, se encontró con la billetera llena por el dinero venezolano, una estabilidad económica que no tuvo ninguno de los gobiernos anteriores, más buenas cosechas y buenos precios de nuestros productos en el mercado internacional. Eso le permitió gobernar con ese estilo populista, donde por un lado va armando sus propios negocios y por el otro repartiendo prebendas para ganar voluntades. Y yo sí creo que hay mucha gente, tal vez hasta mayoría, que se siente cómoda en este gobierno “que regala cosas”, aunque quite otras que al parecer les importan menos.
Vacas flacas
El problema de los gobiernos populistas es que solo funcionan cuando hay algo que dar porque encontraron las arcas llenas o porque les quitan a unos para regarle a otros. Cuando ya no hay más que repartir vienen los problemas. Margaret Thatcher lo dijo claramente en una frase lapidaria: “El socialismo fracasa cuando se les acaba el dinero… de los demás”. Pues ese tiempo de vacas flacas ya está asomando.
Crisis
Miren lo que está pasando. El dinero venezolano ha dejado de llegar con la facilidad con que venía antes, la cosecha de café ha disminuido drásticamente por la roya, pero además lo poco que se pueda vender será a precios más bajos que los del año pasado El gobierno enfrentará no solo ingresos menores por la reducción en la recaudación de impuestos sino esos nuevos gastos que se crearon en la borrachera del populismo: bono productivo, purísimas de doña Rosario, pensiones reducidas, deudas de Caruna, subsidios de transporte, el bono salarial, los “viáticos” de los jóvenes que usan como masa, la publicidad para los medios de la Familia y muchos otros más.
Pagar favores
Y aclaro: yo no estoy en contra de que una familia pobre reciba zinc para el techo de su casa o unas gallinas o un cerdo para hacer su granja en el patio. Estoy en contra sí de esa cultura del pordiosero. Antes que un Estado que regala lo que no produce, prefiramos un Estado que cree las condiciones para que esas mismas familias puedan adquirir con su trabajo y producción ese zinc, esa vaca y esos cerdos. De esta forma, al salir de su propio esfuerzo, nunca sentirán que deben pagar el favor a algún partido político o caudillo. Obviamente, no es eso lo que quieren quienes hoy tienen el poder.
Descontentos
¿Qué pasará con aquella gente que durante estos años se acostumbró a recibir regalado en esta repartidera populista? Es seguro que Daniel Ortega y Rosario Murillo van a tratar de mantener a toda costa este sistema de prebendas que llaman con frecuencia “programas sociales”. Por ahora están tratando de cargar al Presupuesto de la República los gastos que antes pagaban con el dinero venezolano. Pero ese caballo flaco no está para muchas cargas. Y vendrá, necesariamente, una crisis. Ya no solo estarán descontentos aquellos que ya lo están porque no aceptaron alinearse, sino incluso los alineados y, posiblemente, los verdugos porque ya no recibirán las prebendas que los mantienen por ahora en ese estado de “contentos” y “muy contentos” que marcan las encuestas.
Blindaje
Como Chespirito, Daniel Ortega puede decir: “Todo está fríamente calculado”. El apuro de las reformas constitucionales y el Código Militar es precisamente con la intención de crear pronto el blindaje para cuando desaparezca esa mayoría que dice sentirse cómoda en estos tiempos donde, cada quien a la medida de su galillo, ha conseguido algo en la repartidera de pinol. Con una guardia militar personal y un sistema de leyes que prácticamente lo remacha en el poder, Ortega se siente invulnerable. Está preparado incluso para enfrentar el descontento de aquellos que hoy por hoy se ponen la camiseta rosado chica y hacen fila para su pago.
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