Twitter: @Fabian_Med
Chiste tonto
Déjenme comenzar esta columna con un chiste viejo y tonto. Llega un señor a la delegación policial a decir, todo apenado, que la cartera que denunció como robada, en realidad la encontró en la gaveta de un armario, en su casa, donde la había dejado olvidada. El teniente, poniendo cara de fastidio y señalando a un pobre diablo tras las rejas, le dice: “¡Qué lástima! Cuando ya habíamos capturado al culpable”.
Desaparecidos
Últimamente estamos viendo mucho de esto. Demasiado. Aquí no es chiste. No da risa, sino tristeza. La Policía se ha mostrado capaz de armar un proceso contra cualquier ciudadano por cualquier delito. La gente de Darío, Zutano, Perencejo, usted o yo, todos, podemos ser los responsables de la masacre del 19 de julio si a la Policía o quien está dándole órdenes, se le ocurre. Usted señor, señora, podría estar mañana en una mazmorra de la DAJ bajo los cargos más disparatados. Que el día de los hechos, usted, por ejemplo, se reunió para platicar con la pulpera de la esquina. Y eso basta. Y llegarán con violencia a su casa y un encapuchado mudo lo señalará. Lo desnudarán, lo torturarán y lo dejarán ahí, sin que sus familiares sepan de su suerte. Desaparecido. Es el mal chiste que varios nicaragüenses están viviendo en estos momentos. Un chiste cruel.
La gran pregunta
¿Quién disparó contra los simpatizantes sandinistas y por qué? Esa es la gran pregunta. Ni la Policía, ni el Ejército —que extrañamente esta vez decidió tirarse a la pila de lodo— ni los fiscales o jueces se han acercado siquiera un poco para contestar esa pregunta. Hasta ahora ha sido cuestión de echar preso al que les dé la gana, sin establecer relación alguna con el delito, como si el que se haya cometido un crimen les diera el derecho de cometer otros más en su nombre.
La vuelta de los tiempos
Ser liberal se ha convertido en delito en Ciudad Darío. Es la vuelta de los tiempos. Como cuando ser opositor era suficiente prueba para que los Somoza echaran presos a cientos de nicaragüenses, después de que Rigoberto López Pérez le pegara cuatro balazos a Anastasio Somoza García una noche de septiembre de 1956. “Con la muerte de mi abuelo se pudo haber pasado de mano en muchos casos ( ). La reacción debe haber sido feroz”, diría Anastasio Somoza Portocarrero en una entrevista que le hice cincuenta años después de esos sucesos. ¿Es necesario que digan lo mismo los nietos de Ortega desde el exilio, años después, como si no estuviera la historia para aprender de ella?
Chivos expiatorios
En ningún caso mi intención es defender a los culpables de la masacre en la que perdieron la vida cinco personas y otras veinte resultaron heridas. Sea liberal, sandinista, conservador, renovador, amigo, familiar o desconocido, si es culpable, debe pagar por su crimen. Lo que pido, en este y cualquier delito, es que se juzgue con imparcialidad a los acusados, que no se conviertan los tribunales en una parrilla donde se fría a chivos expiatorios o rivales políticos. Que se cumpla el proceso, se presenten pruebas contra los culpables y se deje de estar inventado un crimen a la conveniencia e imaginación de los que mandan.
Dilemas
Las muertes del 19 de julio colocaron al Estado en un dilema: o reconoce que hay grupos armados que actúan con motivaciones políticas o arma un caso que concluya que fue delito común y les permita seguir diciendo, tal como les gusta: “No hay grupos armados en Nicaragua”. Tienen tanta confianza en su capacidad de inventar la realidad que se les antoje, que han optado por lo segundo. Pero, aquí entre nos, la novela no tiene pies, ni cabeza: que unos tirapiedras detendrían la caravana, que es delito común porque cobraron quinientos córdobas, que se reunieron en Tipitapa a la víspera, que, aprovechando, hay que echar presos a los liberales de Darío, por todo y todo y ahí van pidiéndonos que les creamos que están resolviendo el caso, que más bien están enredando.
¿Quién y por qué?
Y mientras muchos ciudadanos temen que en cualquier momento lleguen los encapuchados, la patada y el fusil a su casa, seguimos esperando que contesten la gran pregunta nacional: ¿quién disparó y por qué? Ojalá, que cuando eso se aclare, si es que se aclara, no salga la jefa de la Policía o la fiscal de la República diciendo, como en el chiste tonto: “¡Qué lástima, cuando ya teníamos a los culpables!”.
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