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Dictador

Luis Sánchez [email protected]

“Así como escribió sobre la tiranía (“Tirano”, LA PRENSA, 19 de diciembre de 2003) debería escribir también sobre la dictadura, porque son cosas distintas”, me escribió un amable lector.

Cierto que son diferentes, comenzando con que la tiranía surgió en Grecia y la dictadura en Roma. Pero la diferencia sustancial radica en que el tirano era un usurpador del poder y al dictador se le nombraba legalmente.

La dictadura fue instituida en la constitución de la república romana —en el siglo V antes de Cristo—, después que una revolución popular puso fin a la monarquía. En realidad, desde los tiempos de Rómulo, el primer rey legendario de Roma, ésta había sido gobernada por reyes (Numa Pompilio, Tulo Hostilio, Anco Marcio, Tarquino Prisco —el Viejo— y Servio Tulio). Sin embargo el último de los reyes, Tarquino el Soberbio, cometió muchos abusos y el peor fue que violó sexualmente a Lucrecia, una virtuosa dama que era como un paradigma moral de los romanos.

Lucrecia, después de decirle a su esposo e hijos el ultraje de que había sido víctima, se atravesó el corazón con una daga porque su sentido de dignidad no le permitía seguir viviendo deshonrada. Entonces el pueblo romano se enfureció y derrocó a Tarquino el Soberbio, abolió la monarquía y estableció la república.

Así fue que por primera vez en la historia se aprobó una constitución para regular el ejercicio del poder político. Según la constitución romana, el poder ya no sería ejercido por un rey sino por dos cónsules —que debían controlarse el uno al otro—, elegidos anualmente por el Senado (de senex, que significa viejo), cual era el órgano colegiado en el que se discutían las leyes y se aconsejaba a los gobernantes. Además, la constitución reconoció una antigua institución democrática llamada comitium curia (comicios curules), que era la reunión del pueblo para confirmar o rechazar las decisiones de los gobernantes.

Pero la constitución romana también estableció que en casos de emergencia, por ejemplo guerras, el poder lo podría asumir de manera directa e incondicional —durante un lapso de seis meses— un funcionario llamado dictador (de dixit, que significa decir, o sea el que dice, y de allí, el que dicta).

De lo único que no podía disponer el dictador era del aerarium (erario), o sea el tesoro público, salvo con autorización expresa del Senado y de los comicios curules. Además, el dictador no podía salir de Roma y al cabo de seis meses debía rendir cuentas al Senado, el que decidía mantenerlo en el cargo, nombrar otro dictador o devolver el poder a los cónsules.

La institución de la dictadura duró hasta el año 40 antes de Cristo, cuando fue suprimida por Marco Antonio después de la muerte de Julio César. Y al parecer los dictadores romanos no cometieron grandes abusos pues la historia sólo los destaca en sentido positivo, como Cincinato, del que escribí el 28 de noviembre del 2003.

En la actualidad se entiende por dictadura el gobierno —legal o usurpado— de una persona que abusa de su poder. En Nicaragua la historia registra varias dictaduras desde la Independencia de 1821 hasta ahora. Y las peores fueron las del liberal José Santos Zelaya, de 1893 a 1909; de la también liberal familia Somoza, de 1936 a 1979; y de los sandinistas, de 1979 a 1990. Arnoldo Alemán, otro liberal, quiso restablecer, mediante pactos con el FSLN, una dictadura parecida a la somocista, pero fracasó en el intento.

Editorial
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