Querida Nicaragua: La pobreza es una triste palabra en la cual se conjugan todas las necesidades básicas del ser humano.
La pobreza no permite vivir en un ambiente sano y convierte a los ciudadanos en pobres seres indefensos ante las enfermedades.
Su pobre vestimenta casi en harapos, la escasez de agua y la premura por buscar el pan nuestro de cada día, no le permiten pensar más que en eso: en la subsistencia diaria, en la forma de conseguir el centavo para llevar algo a su estómago y a la pobre familia que generalmente está compuesta por una marimba de pobres muchachitos semidesnudos y lombricientos.
Esa es la pobreza extrema. Hay otra un poco menos extrema pero que tampoco le permite al individuo pensar en el futuro. Su único pensamiento sigue siendo la subsistencia diaria. ¿Qué vamos a comer mañana? ¿En qué semáforo nos colocamos para hacer malabarismos y conseguir algo para comer?
A estos pobres no les interesan la institucionalidad, el estado de derecho, la seguridad ciudadana y jurídica, la Constitución de la República.
A los diputados los ven como algo lejano que no los beneficia y a los políticos los reciben en la medida en que les lleven algo; ya sea comida, o una camiseta, una gorra, un juguete.
La palabra democracia no tiene para ellos ningún sentido. No les interesan las noticias.
Miran crónica roja donde muchas veces se ven ellos mismos mirando una riña, pleitos, sangre, heridos, etc.
Y esta pobreza está generalizada en la mayoría de países latinoamericanos.
Y es precisamente el caldo de cultivo de los regímenes populistas, de los caciques repartidores de cosas.
Es el reino de los Chávez repartiendo televisores para los pobres, los Ortega repartiendo láminas de zinc, de los Correa del Ecuador y los Evo Morales de Bolivia.
Todos cabalgando sobre la pobreza de sus pueblos. Saben que el problema es la falta de educación, la disciplina, el trabajo continuado, la dignificación de la familia. Pero esto no les interesa.
La pobreza vuelve ciega a la gente. El pobre no ve que el caudillo es dictador, y que tiene varios años de estar en el poder, que se vuelve cada día más millonario. Nada de eso ve el pobre, siempre que la dictadura populista le regale algo, una gallina, un chanchito, una casita, unas láminas de zinc, un juguete, un paquete de arroz y frijoles, etc.
Para el pobre el dictador será el “mejor presidente que ha tenido el país” si le regala algo.
Esto ocurre en Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia y en cualquier otro país donde se esté formando esa nueva casta de politiqueros que cabalgan sobre la pobreza de sus pueblos.
Por eso digo que la pobreza es ciega, enceguece al pobre necesitado, al hombre desvalido, a la familia marginada. Esto conviene a los dictadores, una pobretería sin esperanzas, que se contente con un paquete de frijoles y arroz, o con diez láminas de zinc. Es así cómo estos caudillos, caciques o dictadores se mantienen en el poder. Sin los pobres los dictadores no son nada.
Nosotros debemos luchar para educar y disciplinar a nuestro pueblo terminando con la pobreza y la ignorancia si es que queremos una patria digna y libre.
El autor es director general de Radio Corporación
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