Ramón H. Potosme y César Úbeda
El exdiplomático Mauricio Díaz y el diputado de la comisión de Asuntos Exteriores de la Asamblea Nacional, Adolfo Martínez Cole, coincidieron en que si bien se deben hacer cambios en la Organización de Estados Americanos (OEA), el reclamo de los países de la Alianza Bolivariana para las Américas (Alba) porque se reinvente la institución es por su molestia con la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“Hemos coincidido afortunadamente entre los dos países que la OEA se reinventa o muere, pero no tiene otra alternativa”, afirmó Patiño.
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Su crítica fundamental es que la CIDH “vigile también los derechos humanos en los Estados Unidos o que mejor desaparezca” al decir del anfitrión, el presidente Evo Morales.
“Paradójico y contradictorio ya que ese organismo hemisférico se ha labrado un prestigio mundial por la defensa de los derechos humanos de los latinoamericanos, especialmente en países donde la falta de respeto a las libertades básicas obliga a sus ciudadanos a buscar la protección del órgano jurídico”, señaló Díaz.
Para el exdiplomático, a regímenes como el de Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua y Rafael Correa en Ecuador, les queda grande la política de promoción y protección de derechos civiles y políticos, tales como el derecho a la manifestación pacífica, a las elecciones libres y al respeto al pluralismo político.
Mientras, Martínez Cole igual que Díaz considera que deben haber reformas a la OEA, pero encaminadas a revisar la Carta Democrática, que actualmente solo puede ser invocada por el presidente de la República. Este hecho no ocurrirá nunca en países con gobiernos autoritarios donde la libertad se ve amenazada porque los mandatarios nunca van a llamar a la Carta Democrática.
“Tiene que sufrir algún tipo de reformas, no es para reinventarla o desaparecerla y formar un nuevo organismo. Hay que corregir algunas cosas que se han agotado. Hay que buscar que quienes la dirijan tengan imparcialidad total y evitar que las ambiciones personales de quienes dirigen estos organismos puedan distorsionar la política del mismo”, dijo Martínez Cole.
Díaz agregó que “la esperanza para nuestros pueblos será cuando veamos abrirse un debate serio acerca de los mecanismos para activar la defensa colectiva de la democracia en el continente y no para seguir escuchando discursos demagógicos de dirigentes trasnochados que quieren mantener nuestras naciones prisioneras del pasado envueltas en una verborrea “revolucionaria”.
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