Edgard Rodríguez C.
Toda crónica histórica sobre el beisbol nicaragüense, con más o menos pompa, necesariamente hace referencia a lo acontecido hace exactamente cuarenta años un día como hoy.
Un 3 de diciembre de 1972, Nicaragua conquistó su más venerada victoria 2-0 ante el entonces todopoderoso equipo de Cuba y ahí quedó marcado el punto de inflexión en la pelota nacional, el que incluso, hoy día, se celebra con el mismo ardor y entusiasmo, con que lo hicieron, más de veinte mil fanáticos aquella noche en el Estadio Nacional, en Managua.
Y es imposible hacer alusión a aquella histórica gesta, sin mencionar a Julio Juárez, el lanzador derecho que extrajo lo más preciado de su repertorio, pero sobre todo de su corazón valiente, que lo puso al servicio del espectáculo, mientras penetraba en lo más profundo del sentimiento popular, con la más extraordinaria faena de su carrera.
Ahora Juárez tiene 67 años y unas libras de más. Su cabello dejó de ser negro hace buen tiempo y el beisbol ya no está entre sus actividades principales. Sin embargo, su vitalidad sigue al máximo. Gesticula en todo instante y su facilidad de palabras te lleva al punto exacto donde ocurrieron los hechos, sin importar que haya pasado tanto tiempo.
EL DIÁLOGO CON LA PRENSA
::¿Qué tan a menudo recordás la victoria ante Cuba?
Todos los días. Y si no me acuerdo yo, la gente me lo recuerda en la calle cuando voy caminando. Muchas veces me dicen, ‘ahí va Julio Juárez, el verdugo de Cuba’ o el ‘monstruo que amarró a los cubanos’ o ‘la gloria nacional’. Así que no hay modo de evitar el recuerdo, además, a mí me gusta que la gente haya atesorado profundo en su corazón esa victoria.
:::¿Y ese reconocimiento es justo o sobredimensionado?
Quienes lo recuerdan espontáneamente son los aficionados. A nadie se le ha impuesto eso. Sin embargo, haber vencido a un equipo tan fuerte como Cuba y ante la mirada de tantos nicaragüenses es algo que no se puede borrar de la memoria tan fácilmente. Creo que se ve en la dimensión correcta, porque la gente se sintió bien representada ahí.
:::¿Qué recordás de forma especial de ese partido?
Su infancia fue muy dura y desde muy temprano se dedicó al trabajo duro. Cortar algodón fue su primera labor y el beisbol, su pasión infantil ante la falta de juguetes.
A Minervino Rojas lanzador cubano que trabajó para los Leones aquí y para los Angelinos de California en las Grandes Ligas se le copió hasta los movimientos.
“Fijate que a Minervino le costaba ser dominante al inicio de los juegos, pues a mí también y como a él le pasaba eso, me parecía que eso era normal”, dice Julio.
Aunque Juárez suele esquivar las preguntas sobre su nivel escolar, es muy evidente que se ha cultivado de manera autodidacta y siempre es placer oírlo.
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El momento en el cual se anuncia en los parlantes del estadio, el line up del equipo de Nicaragua y cuando se dice, ‘abridor por Nicaragua, Julio Juárez’, sentí en mis espaldas, todo el peso del país. Sentí que mi responsabilidad era grande. Ahí había tanta gente en ese estadio y fallarles, habría sido terrible. Debo admitir que sentí temor, pero sinceramente no me acobardé.
:::¿Y qué te permitió salir a flote?
El compromiso que teníamos, no solo yo, sino todo el equipo con los fanáticos. Eso nos unió como una familia y nos hizo halar a todos en la misma dirección. Además que a mí si no me hacían nada al principio, ya no me harían nada y las eché todas en ese inicio, a pesar que me conectaron dos hits, pero no me anotaron. Aquí voy de viaje, me dije. Y así sucedió, gracias a Dios.
LA CELEBRACIÓN DEL ÉXITO
:::¿Y el momento de mayor angustia?
El noveno inning por supuesto, cuando se nos embasaron dos cubanos y había solo un out. Ahí fue cuando entró el mánager Argelio Córdoba y me dijo las palabras mágicas. ‘Oye guajiro, la gente cree que vengo a sacarte, pero no, vengo a decirte que te apures, que hay jeba que me está esperando y tú me estás atrasando’. Yo sentí que me dieron una Supertiamina 500 y ahí mismo se acabaron los cubanos. Esa es la pura verdad.
:::¿Y cómo fue la celebración?
Fijate que aún puedo oír la algarabía de la gente. Después del último out que lo hace César Jarquín, todos nos agrupamos en torno al box y empezamos a celebrar, pero la gente se metió al terreno y celebró con nosotros. Yo no me di cuenta, pero cuando me percaté, me levantaron y me anduvieron como en procesión. Fue una cosa increíble.
:::¿Qué vino después de eso?
Como era la conclusión del Mundial, pues cada quien se fue a su casa y celebró a su modo. Pero fijate que en aquel momento, yo como que no tenía una idea clara de lo que habíamos logrado, y es a los cinco días, cuando me estoy tomando unos traguitos con unos amigos en León y escucho una grabación del juego, me entró una lloradera y entendí lo que habíamos hecho.
:::¿También se reunieron con Somoza?
Así es. Recuerdo que nos felicitó y a cada uno nos entregó un sobre con 500 córdobas, que en aquel momento, era una cifra significativa. Pero Somoza no nos dijo mayor cosa. Se fotografió con nosotros, nos dijo unas palabras, hizo unas promesas que no se cumplieron y se acabó. Y es que la verdad, uno no va a la Selección Nacional por el presidente de turno, sino por el aficionado a quien representa.
UN EQUIPO, UNA FAMILIA
:::¿Ese equipo de 1972 ha sido el mejor?
No lo sé, pero lo que sí te puedo decir, es que ese equipo, hizo en su momento, lo que le correspondía hacer. Lo demás, es una cuestión de cada quien hacer su valoración. Pero al menos en mi caso, me dio un profundo orgullo ser parte de él. Ese equipo fue muy unido, fuimos una familia.
:::¿Todos se llevaban bien?
Todos. Y fijate que cuando se habla sobre si había gente complicada en ese equipo, hay muchos que señalan a mi amigo Calixto Vargas, y eso no ha sido justo. Calixto era la voz de quienes no hablaban. Sus reclamos eran correctos. Yo te diría, si las cosas no fueran así. Pero Calixto siempre ha tenido agallas para decir lo que piensa.
:::¿Qué significó vencer a Cuba?
Me cambió mi vida. No porque haya conseguido cosas materiales, sino porque a mi modo de entender las cosas, me dio un lugar en la sociedad. Yo puedo percibir la admiración y el respeto con que muchos aficionados y persona en general me ven, y eso no se compra.
:::¿Es lo mejor que te ha pasado?
No necesariamente. Es lo más grande como un regalo que le pudimos dar a la afición. Eso fue algo tremendo. La gente esperaba un triunfo y se lo dimos, pero en lo personal fue propiamente así.
:::¿Y que es entonces lo mejor?
El no hit no run que le lancé a los Dantos en 1981 luego de salir de la prisión. Tuve 22 meses preso de manera injusta y en aquel momento, sentí mucho rencor hacia el Ejército y le pedí la bola a Noel Areas para desquitarme contra ellos y lo hice.
:::¿Ahora no hay resentimiento?
Nada de eso, mi hermano. Solo gratitud a todo el pueblo de Nicaragua y al Gobierno que me ha tratado con respeto y dignidad. La verdad, me siento muy apreciado.
Mientras Juárez se despide, desde una caponera, un pasajero le grita: “Oye Julio Juárez”. Saludos amigo, responde Julio. “Ese es el que pijió a los cubanos”, se escucha desde otro vehículo.
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