Un desastroso espíritu posee tu tierradonde la tribu unida blandió sus mazas,hoy se enciende entre hermanos perpetua guerrase hieren y destrozan las mismas razas.
Rubén Darío
Querida Nicaragua: La historia nuestra parece una novela por entregas. Una novela repetida desde tiempos inmemoriales y donde solo cambian los actores y no las actitudes. El argumento es el mismo: La lucha por el poder.
Solo cambia el estilo. Pedrarias decapitaba en juicios sumarios a enemigos y amigos. Así decapitó a Gil González, el fundador de Granada.
Los conquistadores fueron crueles explotadores, inhumanos. Los nativos eran tratados como bestias, se les obligaba a trabajar a látigo limpio, no recibían salarios, y los que eran supuestamente libres pagaban tributos a los encomenderos: veinte gallinas, cincuenta fanegas de maíz o de frijoles y hasta pepitas de oro estaban entre los productos que tenían que entregar cada cierto tiempo.
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Con frecuencia los indios eran vendidos como recua de mulas y despachados al Perú sin importarle a nadie la desarticulación de la familia.
Gracias a Dios esos tiempos pasaron. Sin embargo, los conquistadores tuvieron hijos con las nativas y con las españolas. Tenían el derecho de pernada sobre las doncellas indígenas, eso les permitía abusar de ellas sexualmente cuando así lo dispusieran.
Después de los conquistadores estos pueblos fueron gobernados por los hijos, nietos y bisnietos de aquellos.
Ahí comenzaron las luchas por la independencia de España y después de lograr la independencia vinieron las luchas intestinas entre unos y otros criollos que querían el poder. Esa lucha no ha terminado. Desde 1821 hasta ahora hemos vivido en perpetua guerra. Unos más que otros, pero todos hemos sufrido el embate pernicioso y egoísta de aquellos que quieren entronizarse en el poder para siempre. Hemos tenido dictadores como para darle una enorme muestra al mundo. Yo creo que no existe otro continente con tantos dictadores como hemos tenido en nuestra historia los pueblos latinoamericanos desde la Argentina hasta México.
En el siglo XXI cambia el estilo pero no la ambición ni el egoísmo. Como quien dice, el zorro pierde los pelos pero no las mañas. Seguimos en guerra por el poder, guerra sorda pero enconada. Guerra verbal en donde el más fuerte quiere eliminar al más débil. El más fuerte quiere quedarse en el poder y seguir mandando al estilo de los conquistadores de antaño, al estilo de los caciques que mandaban antes de los conquistadores. Algunos países de América han entrado en razón y viven en forma civilizada y tranquila. Han perfeccionado la democracia como forma de vida, no tienen polarización, hay caballerosidad entre los partidos que compiten por el poder. Nosotros no lo hemos logrado, seguimos tratándonos como enemigos, totalmente enfrentados, polarizados, encolerizado. El poderoso no acepta las críticas que no le gusten, no le agrada la libertad, no quiere contralorías ni leyes ni instituciones que puedan controlarlo, ese es el caso de muchas dictaduras que se hacen llamar Repúblicas en nuestra América. Y esta es la historia que tenemos que cambiar a base de lucha cívica, de inteligencia, de patriotismo. Es una inmensa tarea, pero es por el bien de todos. No perdamos la fe y la esperanza. El autor es director general de Radio Corporación
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