Esta vez aflora en mis notas la virtuosa idoneidad de la juventud rusa en el arte de la interpretación y de la creación musical clásica. Celebración en la aparente soledad de dos sensibles voceras y ejecutantes en la diversidad de los tiempos y de los estilos.
Las dos ellas en las efemérides del natalicio de Gagarín (80 años), el conquistador de la Luna, con el sutil acoplamiento, dos sensibles voceras a través de la música, de la inolvidable peripecia: Tatiana Valender (soprano) y Larisa Pilipenko (pianista) estuvieron custodiadas por el mármol y los cristales del Teatro Nacional Rubén Darío porque así lo encomienda la pureza del rigor en la forma de hacer dúo: la voz en solitario y el piano en acompañamiento.
Pero esta vez el programa fue especialmente seleccionado para honrar y difundir las canciones clásicas de los grandes cultores rusos, algunos de los cuales tienen el privilegio de estar en el grupo de los cinco, corona de brillo indeleble: Prokofiev junto al mágico diseñador de la música oriental, Rimski Korsakov, Glinka, Sergio Rachmaninov a quien se le atribuyen las obras para piano más difíciles de ejecutar y el no menos fastuoso Tchaikovoski.
Como puede observarse se hizo esencia de nombres consagrados en el repertorio de la modalidad lírica en vuelo literario con el canto.
No obstante para imprimirle la novedad al dúo en cuanto a prenderle las luces a las nuevas generaciones, la propia pianista Larisa Pilipenko se salió de los linderos de la ejecución para mostrar los frutos de su inspiración en las que trascendieron las primicias de la modernidad y la ingenuidad amada en la ruta a la consagración, compositora, docente e intérprete y figura descollante en el rango de la voz que canta y el piano que la acompaña.
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