Durante los últimos meses me he dedicado a publicar en LA PRENSA artículos sobre personalidades nicaragüenses que deben de estar presentes en cada uno de nosotros, como ejemplos de vida que fueron.
Ya hablé sobre José de la Cruz Mena (El Divino Leproso), sobre el Padre Azarías Pallais (El Santo), ahora voy a dedicar estas letras a un médico excepcional, Louis H. Debayle, a quien cada uno de los médicos nicaragüense le debemos haber sido el padre de la medicina moderna, sacando la ciencia médica de la oscuridad donde se encontraba.
Nace el 26 de octubre 1865, dos años antes que Rubén Darío, en León. Es hijo de Louis E. DeBayle Montgolfier y Salvadora Bermúdez y Pallais. En 1883 viaja a Francia en donde estudia Medicina. Fue discípulo del gran científico Louis Pasteur. Se gradúa como el alumno más brillante de su promoción. Es electo miembro de la Sociedad de Anatomía de París y el Gobierno de Francia lo nombra representante de la misión científica de Centroamérica. Durante sus estudios en la Universidad Sorbona de París y en el Instituto de La Rue de Lilly fue alumno de grandes maestros de la medicina francesa, entre ellos: Trousseau, Potain, Dieulafoy, Gautier, Blanchard y Richelot.
Vuelve a Nicaragua y en 1893 se casa con la joven aristócrata Casimira Sacasa Sacasa, hija del presidente Roberto Sacasa. Ella vivía frente a la casa de Debayle, quien la enamoraba todos los días tocando en el piano la pieza Remember Me.
Fue maestro y catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Nicaragua. En 1901 funda la Casa de Salud y la Gaceta Médica de Nicaragua, la primera revista científica del país, fue también fundador y benefactor del Hospital San Vicente de la ciudad de León.
México lo reconoce e ingresa a la Sociedad de Oftalmología Mexicana. En 1909 es invitado de honor en un congreso médico en Budapest y en 1910 se convierte en miembro de la Academia Médica de París, también miembro del Club de Cirujanos de Rochester, Baltimore.
En 1928 la Real Academia Española lo nombra su representante en Nicaragua y edita su poesía “ A mi hija Blanca” , dedicado a su hija menor Blanca Debayle de Portocarrero Gross. Un bonito pensamiento que habla de su nacionalismo y amor por Nicaragua lo deja expresado una vez que declaró: “De Francia recibí mi sangre y mi cerebro. De Nicaragua recibí la savia de la vida. De Francia vinieron mis abuelos; en Nicaragua tengo mi hogar, mi aire y mi sol”.
Que sirva el ejemplo del doctor Debayle para todos los médicos jóvenes, que sepan qué buscar en esta entrega que uno debe de tener día a día con sus pacientes. Y a la vez que sirva este artículo de homenaje a médicos ejemplares que han entregado su vida a nuestra Nicaragua, algunos como los doctores Fulgencio Báez, Heberto Vanegas, Roberto Jiménez entre cientos que quisiera mencionar, que dejaron sus vidas en los hospitales públicos, sin mayor interés que el de ayudar, sin querer aprovechar como sucede en estos tiempos la enfermedad y la pobreza para manipular el poder.
El autor es cirujano Pediatra
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