Acusados y condenados como ascetas cenobitas congelados en el tiempo, habíamos advertido de la empecinada obsesión del orteguismo dictatorial y algunos de sus pusilánimes adláteres, quienes en su “evolutivo” proceso de reconversión y acomodamiento con la dictadura, no reparan en repartir veneno a mansalva para acumular puntos en el ranking del servilismo y entreguismo de conciencia.
En el peor de los casos, algunos de esos especímenes lo hacen de oficio y por la larga trayectoria que con orgullo exhiben, que no trasciende de haber sido y ser aduladores y lisonjeros del caudillo de turno en el poder, rol que desde diferentes camufles han venido desempeñando.
Yo también quiero a Nicaragua pero libre de dictadorzuelos y de sus vasallos que insisten hasta el hastío en pretender obligarnos, como es propio del régimen al que defienden ciegamente, a que aplaudamos y hasta que admiremos al violador de nuestra Constitución Política, de la soberanía, de la cooperación energética, de los derechos humanos; del derecho al sufragio transparente y de las libertades plenas de movilización y expresión sin acosos por decir unas cuantas; y con todo ello pretenden que le veamos como linda vista el supuesto lado bueno a la dictadura y sus desmanes.
No toleran y hasta nos acusan esos ciegos obcecados, de ser miopes a quienes con el sagrado derecho de libre pensamiento que jamás podrán confiscarnos a pesar de su empecinada garrulería y agresiones radiales, televisivas y escritas, le seguimos viendo los cuernos al toro e hidalgos enfrentamos sus cornadas pero es imposible exigir aplausos para un violador tan reincidente.
¿Qué buen hijo de patria pisoteada, humillada y violentada por sus agresores se detendría a buscar con lupa los méritos que pudiera tener quien la violenta, manosea, vende, trafica y pisotea?
Es que para no ser objeto de ataques de los linda vistas que ahora ven casi todo del color rosado chicha, tenemos que encontrarle virtudes a un violador de la patria, de la soberanía, de la constitución y hasta de su propia hija y tenemos que recontar migajas, memorizar y cacarear supuestas bondades y hasta considerar bonito cuando atropellan a quienes luchan por sus derechos contra la dictadura.
Es el colmo, pero si le preguntáramos a un borracho que si está tomado, lo negaría de forma enfática, asimismo y a pesar de la evidente “transición” al oficialismo; quienes nos censuran y pretenden acallarnos para tranquilidad de sus nuevos líderes, pretenden silenciarnos ante las violaciones por manojos y que callemos ante el entreguismo soberano con la onerosa concesión canalera negándose a reconocer que como las placas tectónicas con ensordecedor bullicio sísmico han quedado en evidencia ante la opinión pública como nuevos alienados del oficialismo dictatorial al que aunque rebuznen de cólera por enrostrárselos, es más que evidente que defienden ahora tal como si en un esotérico paseo por andenes y cunetas de El Carmen repentinamente hubieran quedado hechizados de la noche a la mañana.
Ya ni siquiera es necesario esperar a verlos con la pañoleta rojinegra o camiseta rosado chicha para saber que a punta de tapazos y mordiscos envenenados y aún con la sombrilla de supuestos demócratas pretenden acallarnos a cualquier costo por orientaciones o por oficioso servilismo, con lo que queda más que en evidencia su nueva “evolución hepática”.
Yo también amo a Nicaragua y aunque acusados de intolerantes y dictadores democráticos, lo cierto es que hay quienes dicen amar la patria encontrándole atractivos al zipper del violador y quienes con todo el ofídico vómito de los lacayos del dictador, preferimos defenderla genuinamente y ello empieza por defender nuestras diferentes percepciones y exigir respeto evitando que alguno de los nuevos serviles del régimen pretenda acallarnos y agenciarse puntos con sus nuevos patrones.
Yo también llevo a Nicaragua en mi corazón pero a diferencia de los linda vistas del régimen, prefiero verla y defenderla como es debido por quienes la queremos de verdad.
El autor es Jurista y Analista Político.
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