Las leyes del mercado le pasan la cuenta a Los juegos del hambre , hasta ahora, un respetable fenómeno comercial literario y cinematográfico. Desde que la Warner Brothers decidió partir en dos la última película en la serie de Harry Potter , todas las franquicias que apelan al segmento de mercado descrito como “jóvenes-adultos” decidieron seguir la pauta.
Ahora el volumen final siempre se divide en dos películas, Sacar dos filmes de un solo libro quizás permite ser más fiel a la letra, para beneplácito de los fanáticos que conectaron por primera vez con la historia en versión impresa. Sin embargo, el propósito real es hacer que el público cinéfilo pague dos veces por lo que podría —o debería ser— una sola película.
Así, Twilight terminó en dos tantos de Breaking Dawn ; y ahora, la odisea de Katniss Everdeen se arrastra con pereza a su conclusión en Sinsajo-Parte 1 . La acción arranca inmediatamente después de la conclusión de la película anterior. De hecho, una recapitulación habría sido bienvenida.
Después de culminar su segunda aparición en el brutal torneo de sobrevivencia con un dramático gesto desafiante, Katniss (Jennifer Lawrence) es rescatada/secuestrada por el movimiento de resistencia al régimen de Panem. El gobierno paralelo se oculta en un complejo subterráneo en el Distrito 13, gobernado con puño de hierro enguantado en seda por la presidenta Alma Coin (Julianne Moore). Bajo el consejo de Plutarch Heavensbee (Phillip Seymour Hoffman) y la experiencia técnica de Beetee (Jeffrey Right), le proponen a Katniss convertirse en símbolo mediático de la resistencia. Panem hace lo propio con Peeta (Josh Hutcherson), y pronto tenemos a los trágicos amantes como peones opuestos en una guerra de propaganda política. El corazón de Katniss vuelve a dividirse, al reunirse con Gale (Liam Hemsworth).
No he leído las novelas de Suzanne Collins, pero es notable cómo el ritmo de esta película sufre en comparación a las anteriores. Está marcando tiempo mientras llega la conclusión, y se nota. Escenas que bien podrían haber sido descartadas se alargan innecesariamente.
Vea cómo los jefes le proponen la filmación de un anuncio a Katniss, cómo filman el anuncio, cómo queda el resultado final… bien puede ser que esto funcione en la página escrita, pero dramatizado es mortal. Los juegos del hambre es una alegoría política para jóvenes, pero sus ideas no son suficientemente profundas y complejas como para justificar tan minuciosa exposición de eventos.
Dicho esto, entre la inercia dramática se filtra una idea inquietante. Aunque los rebeldes están codificados como los “buenos” de las películas, sus métodos son incómodamente parecidos a los de Panem. Ambos operan efectivas maquinarias de propaganda.
Quizás esta revolución solo trae otra especie de totalitarismo. El recelo va a tono con la actitud de Katniss, una joven autosuficiente que resiente la responsabilidad impuesta sobre sus hombros.
Ella le da a la cámara de los rebeldes la indignación que necesitan, pero sabemos que sería más feliz cazando sola por las montañas. Su vulnerabilidad es una senda refutación a la idea de que los héroes siempre se sacrifican estoicos, satisfechos en su martirio. La emotiva actuación de Lawrence sigue aportando gravedad y sustancia a un ejercicio de cine comercial.
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