El derecho a la adquisición legal de propiedad privada (tierra y capital) son condiciones fundamentales para, dada las circunstancias, generar progreso económico sostenido y avances en la civilización.
Ese derecho a la propiedad privada da al individuo un sentido de seguridad y de valor. De ahí nace la inclinación racional o incentivo a combinar mano de obra, capital, tierra y el esfuerzo emprendedor para producir riqueza y la acumulación necesaria de capital físico, humano e intelectual para hacer posible el progreso continuo.
En otras palabras, dada la oportunidad de adquirir propiedad de manera legal y la libertad de acumular riqueza, el individuo se motiva a crear, a innovar, a producir bienes y servicios demandados por la sociedad, venderlos y obtener ganancias. Así es como se entiende la conexión entre la libertad económica y el crecimiento económico. Así es como valoramos la crucial importancia de los derechos de propiedad privada.
Consecuentemente, dentro de un ambiente positivo de estabilidad institucional y avances tecnológicos, el nivel de disposición y habilidad es lo que al final facilita el uso más productivo de recursos económicos y la acumulación de capital necesaria para el crecimiento económico ulterior.
Vale observar que cuando una sociedad ignora la moralidad de comportamiento, el interés social y los elementos básicos de justicia, termina promoviendo un insostenible sistema de concentración de capital. Por otro lado, cuando la sociedad espera solo altruismo de parte del propietario, se llega al colapso del sistema.
Lo más importante es, pues, el nivel al que la sociedad logra establecer reglas y valores que promuevan y moldeen las acciones individuales para alcanzar el deseo de obtener propiedad privada y acumular capital.
A pesar de esta realidad humana, el presidente inconstitucional de Nicaragua pretende seguir acentuando la importancia de una sociedad polarizada, otorgando concesiones y oportunidades solo a un sector de la población mientras le roba la dignidad a la gran mayoría del pueblo nicaragüense y pretende despojar de sus propiedades a miles de propietarios de tierra en la supuesta ruta del utópico Gran Canal Interoceánico. ¡Acciones extremas de escasas perspectivas que solo promueven malestar social!
Precisamente, el pasado 10 de diciembre se llevó a cabo, en Managua, una efectiva marcha, bajo un liderazgo definido y con la participación de miles de nicaragüenses que se oponen al Canal como símbolo de la pérdida de nuestra soberanía y la masiva confiscación de la propiedad privada.
Esta marcha encuentra su efectividad en el hecho que logró dejar una marca en la sociedad nicaragüense y en los observadores mundiales. Se juntaron —a pesar de los incontables obstáculos impuestos por la Policía orteguista— ciudadanos con el propósito común de emprender una acción en la capital con seguimiento.
Indudablemente esta protesta se hizo sentir ante el tirano de manera valiente y ejemplar: Miles de personas altamente motivadas, unidas con determinante entusiasmo, exigiendo sus derechos, protegiendo sus propiedades, enviando un mensaje claro y directo.
Esta marcha fue organizada por, entre otros, el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh). Institución capaz de mantener los propósitos establecidos más allá del día o las horas de la manifestación. Institución conocedora de las técnicas efectivas para defender pacíficamente nuestros derechos.
A este descontento real, razonable y ampliamente sentido en todos los sectores y puntos geográficos del país se apegó la voz de Vilma Núñez, presidenta del Cenidh: “Se pueden vencer todos los obstáculos, nada es eterno”.
El espacio y el tiempo están a nuestro favor.
El autor es economista y escritor.