En la celebración del décimo aniversario del Alba, y en otros foros, se ha rendido y rinde tributo al “pensamiento” de Hugo Chávez. Pero veamos cuál es ese “pensamiento”. Para ilustrarlo vívidamente cito una importante intervención pública (30 enero 2005, durante la quinta edición del Foro Económico de Sao Pablo), una entre las innumerables proezas verbales (de similar contenido) del exgolpista. Con una vibrante arenga, Chávez enardeció a las masas delirantes del foro, versión izquierdista y antítesis carnavalesca del serio y mundialmente famoso foro de Davos. En Sao Pablo, don Hugo, con voz tronante, transitó sin pausas por una cadena de temas disímiles.
Habló de la capa de ozono; de Simón Bolívar; del enorme éxito productivo de PDVSA (una falacia, dados sus inocultables problemas); del Che Guevara; del deshielo polar; del satélite venezolano encargado a China; de la presencia de dos mujeres embarazadas, militantes de “Los sin Tierra”; del éxito económico de “la hermana revolución china”. (Omitió que ese éxito obedece “a la repudiable lógica de acumulación capitalista”, y a la libertad de los mercados globales, ácidamente criticados por Chávez). Las masas asistentes estaban cautivadas, delirantes, en un ambiente apoteósicamente revolucionario.
Chávez incluso lució atisbos de teólogo-liberacionista: declaró a Jesucristo “luchador antiimperialista”. Pero más importante que ese revoltijo fue lo relativo a sus propios fundamentos ideológicos, impulsores del socialismo del siglo XXI. Chávez, exaltado, decía a una audiencia boquiabierta, en pleno trance revolucionario: “Así que miren, les ruego máxima atención en esto que yo quiero decir y a buen entendedor pocas palabras: el vicepresidente chino me trajo un regalo, yo soy maoísta, desde muchacho, desde que entré en la Academia Militar comencé a leer a Mao Tse Tung, los escritos militares, los escritos filosóficos, las tesis políticas, el libro rojo”.
“Comencé a leer al Che, el libro Verde Olivo , a Bolívar, sus discursos y sus cartas. En fin me hice maoísta, bolivariano, una mezcla de todo eso y así que el vicepresidente me trajo la colección de los escritos completos de Mao Tse Tung, el gran timonel”.
Este laberinto doctrinario ocurre entre otros albistas, caso del genial Evo Morales. Pero volvamos a Chávez: “Así que venía en el avión leyendo el primer tomo, releyendo, todo eso que uno leyó hace años y en el primer tomo, en el primer capítulo Mao enfrenta el tema, que es vital para toda revolución y para todo revolucionario. Es imprescindible —dijo— precisar bien cuáles son los amigos y cuáles son los enemigos”. Tal visión paranoica y bipolar de la realidad (amigos o enemigos, sin nada en medio), tampoco es privativa del chavismo. Es común en el “neo-socialismo” del siglo XXI. De allí sus elementos de odio clasista, su antinorteamericanismo y antieuropeísmo. Pero cabe apuntar que si bien los antagonismos de clase han sido un elemento de la marcha de la historia (entre muchos otros factores), también cabe indicar que con frecuencia ese odio emana de complejos de inferioridad social o étnica, y se extiende a diversos miembros y líderes de naciones rezagadas, que ven en aquellos Estados y pueblos que han jugado un rol prominente en la historia, un permanente recordatorio de su propia marginalidad. Sin embargo, el camino a la superación pasa por la autoestima (y más importante) el autorrespeto y el respeto a los demás, por el esfuerzo, no por la demagogia ni el odio, por la claridad de ideas, por el trabajo firme. Nada de esto es parte esencial del “pensamiento” de Hugo Chávez.
El autor es doctor (Ph.D). en Estudios Internacionales.
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