Recientemente Wang Jing anunció que HKND financiará la construcción del Canal Interoceánico en Nicaragua mediante la venta de acciones en bolsas de valores mundiales. Estas declaraciones vinieron a confirmar que, tal como sospechábamos, el empresario chino no cuenta con el capital necesario para ejecutar el proyecto ni ha encontrado inversionistas dispuestos a financiarlo.
Algunos se preguntarán ¿será posible que Wang Jing pueda obtener los recursos necesarios para construir el Canal Interoceánico emitiendo acciones y colocándolas en la bolsa de valores? Desde ya puedo asegurar que eso no es posible y que también en este aspecto se nos está intentando vender a los nicaragüenses, y quizá al presidente Ortega, una gran mentira.
Y no estoy opinando como político de oposición, sino sobre la base de mi experiencia en banca de inversión y porque, aunque es un hecho poco conocido, en la década de los ochenta fui forzado a vivir y trabajar en Nueva York debido a la confiscación de los bienes de mi familia por el régimen del FSLN, algunos de cuyos miembros siguen vinculados al Gobierno de hoy y otros están en oposición. Durante esos años fui asociado, vicepresidente-asistente y vicepresidente en el grupo de banca de inversión de una de las firmas más prestigiosas de Nueva York. Trabajé en ofertas públicas iniciales de acciones, emisión de bonos, bonos convertibles, bonos con warrants, fusiones y adquisiciones y reestructuraciones de empresas. Por lo tanto, como dice el refrán “cuando digo que la mula es parda es porque tengo los pelos en la mano”.
Para empezar, es muy difícil para las empresas entrar a cotizar en las principales bolsas de valores del mundo, tales como la de Nueva York, Tokio, Londres, Frankfurt o Hong Kong, porque deben seguir un proceso que incluye transparentar sus estados financieros y demostrar una trayectoria de años de ganancias o crecimiento sostenido, a fin de valer lo necesario para cotizarse ante los inversionistas.
Antes de emitir acciones públicas para salir a bolsa, las empresas pasan por lo general a través de varias rondas de financiación para obtener el llamado capital de aventura, a través de fondos especializados o de inversionistas que por su cercanía y conocimiento del proyecto estén dispuestos a invertir en él y a animar a otros a que lo hagan. Por eso no se puede pretender empezar a cotizar en bolsa con una idea especulativa como la del Canal Interoceánico, de cuya viabilidad no ha podido convencerse siquiera a la opinión pública nicaragüense.
Hasta ahora la identidad de los inversionistas interesados en el Canal Interoceánico es un misterio, lo cual me indica que no existen tales inversionistas o que son de dudosa procedencia y tienen razones para esconderse. Si Wang Jing no ha podido convencer a inversionistas serios para que den la cara y se comprometan a financiar un porcentaje importante de la ejecución del proyecto, es prácticamente imposible que pueda convencer a inversores desconocidos que, cuando invierten a través de una bolsa de valores, esperan niveles razonables de seguridad, rentabilidad y liquidez en su inversión.
Por otra parte, para ejecutar un proyecto de esa magnitud y naturaleza, aún habiéndose demostrado su rentabilidad, se requiere encontrar inversionistas dispuestos a esperar cincuenta y hasta cien años para ver el retorno de su capital; y los inversionistas institucionales que manejan fondos de pensiones o de inversión por lo general no pueden ni necesitan esperar ese plazo, ya que existen opciones más rentables a plazos mucho más cortos. De ahí que no pueda esperarse que por esta vía se obtenga una cantidad ni siquiera cercana al valor estimado del Canal Interoceánico.
Por ejemplo, a Facebook, le tomó entre seis y siete años emitir acciones en la bolsa y en su primera emisión en 2012 ofreció 421.1 millones de acciones a un precio de 38 dólares cada una, para recaudar 16,000 millones de dólares. La oferta pública inicial de acciones más grande de todos los tiempos fue la de la empresa china Alibaba Group, la compañía de comercio electrónico más grande del mundo, que después de veinte años de operación salió al mercado en septiembre de 2014 en la Bolsa de Nueva York y recaudó 21,800 millones de dólares.
Así que no resulta factible financiar a través de la bolsa a una empresa desconocida que pretende construir un Canal Interoceánico con un costo estimado de 50,000 mil millones de dólares, del cual ni siquiera se han publicado los estudios medioambientales, financieros y de demanda que permitan conocer si es viable o no. Definitivamente, el mercado bursátil no funciona así y el señor Wang Jing lo sabe bien muy bien.
Al ver el entusiasmo del presidente Ortega y sus funcionarios ante este nuevo despropósito de Wang Jing, cabe preguntarse si son cómplices de esa mentira o son los primeros incautos que, llevados por la ambición, están entregando las riquezas naturales e hipotecando el futuro de los nicaragüenses a cambio de espejitos chinos.
Ya el contrato de concesión negociado a espaldas del pueblo con HKND estableció condiciones onerosas para Nicaragua, llegando al extremo de garantizar supuestos perjuicios a HKND con las reservas del Banco Central. Ahora, ante la evidente carencia de financiamiento para echar a andar el proyecto, surge el peligro de que este gobierno, con su característico criterio entreguista e irresponsable, pueda esclavizar nuestras finanzas públicas durante las próximas décadas al pago de esas garantías.
A medida que pasa el tiempo va quedando más claro que nada es gratuito, ni siquiera en el mercado de ilusiones al que acude asiduamente este gobierno a comprar proyectos faraónicos. Y es inaceptable que los nicaragüenses ya estemos empezando a pagar y tengamos que seguir pagando los costos, mientras otros se llevan los beneficios.
Por eso, todos debemos unirnos para exigir al gobierno de Daniel Ortega que no embarque a Nicaragua en una nueva aventura que, además de destruir nuestros recursos naturales y despojar a miles de campesinos, puede destruir las finanzas públicas, que tanto sacrificio no ha costado sanear después de la fracasada aventura socialista de los años ochenta. ¡Es hora de que le devolvamos los espejitos a Wang Jing y si es hechos añicos mejor todavía!
El autor es presidente Nacional del Partido Liberal Independiente (PLI)
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