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Cuentos de campeones

La creatividad de la niñez se manifestó en la premiación del V Concurso para niños y jóvenes escritores nicaragüenses promovido por la Embajada de Colombia.

La creatividad de la niñez se manifestó en la premiación del V Concurso para niños y jóvenes escritores nicaragüenses promovido por la Embajada de Colombia. Narraciones que manifiestan sus preocupaciones por el medioambiente, el compañerismo y la libertad. Producto del concurso se editó un libro con las historias de 250 jóvenes autores que ha llegado de manera gratuita a las
bibliotecas.

Publicamos una muestra de los cuentos premiados del evento.

Rescatando un Tesoro (I lugar)

Catherinne V. Flores Caracas

Un parque siempre es alegre, el cantar de los pájaros resuena en los oídos de los seres que siempre visitan ese lugar. La imaginación nace desde el profundo de nuestra mente y guía nuestras futuras acciones.

Emily y Peter siempre estaban juntos, eran los mejores amigos y siempre contaban el uno con el otro. Sus tardes nunca eran aburridas, pues usando el poder de su imaginación jugaban a ser fuertes y temibles piratas, poderosos reyes y aventureros exploradores. Podían ser lo que quisieran, donde las cadenas de la tecnología no los aprisionaran.

—¡Vayamos allá, Peter! —dijo Emily apuntando hacia un árbol con su dedo.

—Ya voy, ya voy.

Los niños se fueron tomados de las manos hacia aquel frondoso árbol que Emily había señalado. El árbol era tan grande que no se alcanzaba a ver la copa desde el suelo. Ambos niños tenían sus ojos bien abiertos, como también la boca por lo bonito de la vista que tenían frente a ellos.

—¡Es un árbol magnífico! Y es muy bonito, ¡Podemos ser unos grandes astronautas a bordo de su nave espacial! —dijo Peter.

La emoción e ideales de Peter eran siempre gigantes, sus grandes ideas salían por montones. Emily echó una carcajada.

—Muy bien, muy bien. No está mal —dijo ella llevándose un dedo a sus labios— pero debemos tener cuidado de no caernos y… ¡cuidar de no lastimar al árbol! —advirtió un tanto severa.

—Como digas, claro. ¡Vamos!

Y los niños jugaron sobre el árbol hasta cansarse. El árbol los divirtió tanto que ambos llegaron al acuerdo de que ese lugar sería a partir de ahora su punto de reunión.

Días y días, semanas y semanas, meses y meses y el árbol nunca los aburría, dudaban que llegase a hacerlo.

—Nos encontraremos hoy en el Señor Árbol —decía la voz de Peter tras el teléfono—. ¡Tengo una fantástica cosa que decirte!

—Va, va —respondió Emily— Nos vemos ahí, y ni se te ocurra llegar tarde.

Y tal como lo propuso Peter, esa misma tarde ambos niños se encontraron en su punto especial, Emily iba con dos coletas, su negro cabello caía sobre sus hombros. Pero ella se llevó una gran sorpresa al ver a Peter triste, sentado sobre una banca que estaba mucho antes del Señor Árbol.

—¡Peter! —gritó ella, corriendo hacia él—. ¿Qué pasó? ¿Qué tienes?

Antes de hablar suspiró:
—Alguien le ha hecho daño al Señor Árbol.

La triste voz de su amigo asustó tanto a Emily que sin pensarlo dos veces corrió a ver al árbol para comprobar si era cierto. En ese lugar observó algo increíble: las ramas del árbol estaban caídas, sus hojas amarillentas como musgo y su tronco se había tornado gris; Emily entendió a lo que Peter se refería y regresó corriendo donde él.

—Venía a invitarte a una piscina, pues hace demasiado calor… ¡pero alguien lastimó al Señor Árbol y no pude hacer nada! —gritó Peter.

—Shhh…—Intentó consolarlo—. Mira, ve a tu casa y mañana hablaremos de esto.

Ambos niños asintieron y fueron a sus casas. Peter no pudo dormir tranquilo, le tenía demasiado cariño al Señor Árbol. Varias veces le preguntó a su padre lo que pasaba pero él no tenía idea. Quizá nadie estaba enterado. ¿Quién le haría daño a un árbol, si él no hace daño a nadie?, se preguntaba.

Al día siguiente se encontró con Emily.

—Hace demasiado calor…—se quejó ella—. ¿Cuándo iremos a la piscina?

—No lo sé.

—Y tengo mucha sed oye…

Pero esa queja de su amiga le dio una gran idea a Peter:

—¡Eso es, el Señor Árbol tiene sed!

Y ambos niños, recargados de emoción fueron en busca de baldes, recipientes, mangueras, todo lo necesario para darle de beber al Señor Árbol. Una esperanza que nace de los errores de la humanidad.

Pasaron los días y meses y ellos todos los días daban de beber a su amigo hasta que este fue mejorándose.

Un día…

—¡Lo hemos logrado! —y ambos se abrazaron.

Los niños estaban tan felices que usando los mismos recipientes comenzaron a jugar entre ellos bajo la sombra del Señor Árbol. Hasta que no lloviese, ellos seguirían alimentándolo. Su lugar de recuerdos de la niñez, un tesoro irrecuperable, continúa vivo en la inocencia de la memoria.

(Noveno grado).

Omar y Any (II lugar)

Miguel Reyes Ballesteros

Había una vez un niño y una niña llamados Any y Omar, los dos eran hermanos. Any era una niña muy dulce y alegre, y Omar era un niño muy serio y decidido, estos dos chicos tenían un interés en común, cuidar y proteger el medio ambiente. Any y Omar no sabían cuál era el problema que afectaba al mundo o a su ciudad y preguntaron a sus maestros y padres, pero nadie sabía y ellos disgustados no sabían que hacer.

Por la noche, Omar soñaba un mundo donde el medio ambiente era respetado y por toda la noche él estaba en el mundo en el que él soñaba estar, al siguiente día Any descubrió cual era el problema que acechaba, era el cambio climático, decidieron luchar contra ese enemigo e hicieron folletos con dibujos, dieron información y capacitaron a sus compañeros sobre este gran problema.

Durante la noche Omar soñaba lo mismo y eso le daba más fuerzas para seguir, muy pronto muchos chicos de varias instituciones de estudio ayudaban. Omar y Any se sentían orgullosos de lo que habían logrado, todo iba muy bien.

Después de unas semanas todos vieron muchos cambios como: las aves ya no emigraban antes de tiempo, las estaciones no se retrasaban y el agua de los ríos ya no se contaminaba. El rumor se esparció en otros países y todos tomaban el ejemplo de Any y Omar… sus sueños se cumplían poco a poco, lentamente se sentían muy bien con ellos mismos.

Los siguientes días eran muy significativos y poco a poco la Tierra se volvía un mundo mejor gracias a esos niños, a todos les parecía increíble que unos niños tan pequeños hicieran una diferencia tan grande en el mundo y como no se rindieron.

Las siguientes semanas la ciudad de Any y Omar se veía como un bello paisaje, pero no era la única en otros países también. Omar se dio cuenta que ya no necesitaba soñar para ver un mundo perfecto sino que estaba en él y lo estaba viendo.

(Séptimo grado).

Cultura Cuentos de campeones archivo

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