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Todas las tardes Ramón Moreno se planta frente al supermercado de Bello Horizonte y canta temas en inglés, así se gana la vida. LA PRENSA/ J. TIJERINO

La “rola” en inglés de Ramón

Ramón Moreno, el hombre de cara morena y cabeza blanca y colochona como una nube de algodón, que se para frente a las puertas del supermercado de Bello Horizonte a cantar en inglés mientras toca la guitarra, parece más un personaje de otra época.

Ramón Moreno, el hombre de cara morena y cabeza blanca y colochona como una nube de algodón, que se para frente a las puertas del supermercado de Bello Horizonte a cantar en inglés mientras toca la guitarra, parece más un personaje de otra época.

Por lo que canta parece alguien de los sesenta o setenta. Canciones de The Beatles, Pink Floyd, Led Zepellin y John Lennon —en su faceta de solista— y hasta de Guns N’ Roses, flotan por la acera mal iluminada del súper por donde sale gente de dos tipos, una que apenas repara en él, y otra que se detiene, lo escucha y luego le deja algunas monedas o un billete. Entonces, él deja de cantar por unos segundos, y con su voz enronquecida, casi afónica, dice: “Muchas gracias”.

Por lo que viste se ubica más entre los ochenta y noventa. Usa zapatos de cuero volteado, jeans celeste con talle alto, camisa mangas tres cuartos con estampados de flores, todas son piezas retro que le han regalado o que adquirió en alguna tienda de ropa usada. Encima lleva un chaleco negro grueso y una bufanda de tejidos andinos que en medio de tanto calor, su única justificación para andarlas, puede ser la de proteger su garganta del sereno de la medianoche.

Canta al pie de un lugar donde nadie cantaba. Frente a las puertas del súper lo único que hay son más negocios. Se venden películas y música pirateadas, lotería pan, a veces llega un cubano que ofrece servicios de taxi, hay bares y una enorme discoteca de dos pisos, pero nadie canta alrededor. Ramón apareció una tarde por ahí y se plantó como un animal extraño, con su cabeza de algodón, a cantar.
“Me dedico a esto porque a mi edad de 60 años ya no me dan trabajo en nada”, dice Ramón haciendo una pausa en su repertorio de canciones en inglés.

“Me gradué como técnico electricista residencial. Trabajé en mecánica especializada. Estudié inglés, algo de música”, comenta parte de su currículo.

Es electricista pero por falta de empleo se gana la vida como músico.  LA PRENSA/ J. TIJERINO
Es electricista pero por falta de empleo se gana la vida como músico.
LA PRENSA/ J. TIJERINO
NO HABLA PERO CANTA EN INGLÉS

Del inglés le gustan los músicos. Siempre ha sido admirador de los cantantes que imita. “Bueno, es que desde pequeño me han gustado Los Beatles, Led Zepellin, Pink Floyd, me atraen, aunque no hablo inglés”, confiesa Ramón.

A veces pasa gente y se quedan oyéndolo cantar, algunos se sonríen y cuando termina se le acercan y le dicen: “Oye, algunas palabras vos las inventás, ¿verdad?” “Yo les digo que sí y ellos se ponen a reír”, confiesa Ramón mientras suelta una carcajada seca.

Otros se detienen, lo miran, lo oyen y cuando termina la canción cuenta que le dicen: “Oye, eso yo lo puedo hacer en 15 días”, se refieren a ejecutar la guitarra y la armónica a la vez.

“Tomá pues, le digo, y después me dice era broma”, cuenta Ramón quien también ha sido grabado y fotografiado varias veces pero no sabe si aparece luego en algún medio de comunicación o suben sus fotos a una red social.

Ya confesó Ramón que hace esto por necesidad, porque a su edad nadie le da trabajo ni como electricista. Dice que no lleva mucho ganándose la vida como músico callejero. Comenzó tanteando en grupos de rock de amigos y sobrinos, pero un día consiguió que le prestaran mil pesos y se compró una guitarra usada con la que se animó a probar suerte.

Es un poco confusa la historia de cómo vino a pararse frente al súper. Dice que anduvo predicando, que estuvo en varios grupos, o que todavía es parte de ellos, una de esas bandas se llama LCD, pero es como heavy metal y ese género no le llama mucho la atención, mejor salió a buscar su camino y halló su lugar merodeando, como un vagabundo, la rotonda de Bello Horizonte, una especie de panal de abejas, alrededor de la cual se juntan mariachis para cantar rancheras y tríos para interpretar boleros amanesqueros.

“Esto está triste”, le dice el vendedor de CD que se pone frente al súper el día que Ramón no llega.

A Ramón, que pronuncia como a él le suenan las palabras en inglés, lo saludan todos: otros músicos —entre los que incluye una amplia fauna de rockeros, mariachis, jazzistas, de reggae— vendedores, compradores, entre ellos abogados, médicos, profesores. Poco a poco se ha vuelto popular. Él cree que eso tiene que ver con su expresividad. “Por aquí viene Augusto Gallegos con Chepe Telcor”, dice de dos conocidos músicos, amigos suyos, que pasan por ahí y platican con él. También dice que ha hecho amistad con Benito Lampson, un exjugador de baloncesto que ahora es dueño de la discoteca de dos pisos que está a un lado del súper.

“A veces la gente pregunta ‘ideay ¿y no ha venido aquel loco’”, le cuentan otros.

Conforme transcurre su estadía ambulante allí, frente al súper, Ramón ha entendido que se distingue porque es quizá el único que canta en inglés en ese territorio de rancheras, boleros y merengues. “El problema es que no es eso. Yo siento esto desde pequeño”, dice refiriéndose a la música en inglés.

Cuando aprendió a tocar piano y luego la armónica, él soñaba con todas esas bandas en inglés que marcaron los años setenta, no imaginaba que tocando alguno de esos instrumentos se iba a mantener.
Ramón, quien podría ser el abuelo de cualquier adolescente, sabe que a algunos de sus hermanos no les gusta que él esté en las calles tocando y cantando, pero no le importa. Gracias al canto, logró hace poco que en su barrio le perdonaran una deuda de siete mil pesos que tenía con uno de los servicios. Desde entonces, los líderes del barrio lo invitan a las actividades artísticas.

En la rotonda, además de los músicos, hay vendedores de comidas rápidas, de caramelos, prostitutas, cuidadores de carros, taxistas, meseros, rateros, es un submundo en el que Ramón ha aprendido a flotar y se siente a sus anchas.

Después que el súper cierra sus puertas, él se queda por ahí dando vueltas, fumando, charlando con otros músicos. Vive solo y no le llama la atención encerrarse temprano. A veces en la rotonda le salen clientes, que no quieren escuchar lo mismo de siempre, las rancheras, los boleros y los merengues, y le dan trabajo a él.

“No queremos esa mierda, estamos hartos de lo mismo, queremos oír música de los sesenta. Mirá aquel viejo toca música en inglés”. Con esas palabras le llegó un cliente una noche y después de rajarse la voz con Billy Joel, le dejó novecientos pesos.

Así es, “el músico vive en un surrealismo”, dice este hombre que se siente acompañado entre gente de la calle.

“Yo por lo general no me meto en política de ningún tipo, aunque fui evangélico, leí la Biblia cuatro años, anduve predicando la palabra del Señor, me escaparon de matar porque hablaba mucho de caballo, de bestia, animal porque la Biblia habla de eso”. Ramón Moreno, músico ambulante.

Ejecuta dos instrumentos,  canta y es amigo de los mariachis.  LA PRENSA/ J. TIJERINO
Ejecuta dos instrumentos, canta y es amigo de los mariachis.
LA PRENSA/ J. TIJERINO
Podría tocar, pero mejor no

Tras escucharlo cantar algunos conocidos le sugieren a Ramón Moreno que se busque un bar o algún lugar fijo para cantar. A él no le disgusta del todo la idea, pero cree que esa idea no está a su alcance. “Te voy a decir algo, para hacer eso, necesitás tener una buena guitarra, un amplificador, un par de micrófonos, no voy a ir a cantar así a la bulla, tengo que ensayar más, necesito recursos, no tengo eso, tengo que llegar a un lugar con mejor ropa”, dice este hombre que es papá de dos hijos, pero no mira a ninguno. Ramón, quien podría estar en edad de jubilarse, es un informal más de los miles que hay en este país, donde se estima que entre el setenta y ochenta por ciento se gana la vida de manera informal. Ramón tuvo empleo como electricista un tiempo, luego dejaron de buscarlo. No le quedó de otra que armarse de una guitarra y de una armónica para salir a cantar en un idioma que le encanta, pero que no habla.

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COMENTARIOS

  1. Hace 9 años

    Los músicos jòvenes deberían integrarlo a sus bandas. La mezcla sería envidiable y motivarían a varias generaciones. Pero…ahora los rockeritos, electrorockitos, y demàs pendejitos jovencitos son màs egoístas que los de àntes.

    Tenía años de no viajar a occidente. Me sorprendí que las emisoras aún impulsan la mùsica de melodía y letras poeticas. Que bien ellas gustan a muchos jòvenes, según observè. No era reguetòn, perreón o bachatóna. Era mùsica buena como la de Ramón.

  2. Wendy Q.
    Hace 9 años

    Me encantó, buena crónica, escuchar a este señor es sorprendente, a mí me parece genial que hace lo que le gusta y se gana la vida de manera honrada, pese a la edad, un ejemplo para muchos que buscan el dinero fácil…

  3. cliff
    Hace 9 años

    Felicito a ramon por su valentía de ganarse la vida… el gobierno o estado debería velar por nuestros abuelos para q a su edad tenga una vida menos ajetreada

  4. Carol
    Hace 9 años

    Hubieran puesto un video de Ramon para que lo pudieramos ver y oir

  5. Luis Alejandro Espinoza
    Hace 9 años

    La tristeza del nicaragüense, pero siguen diciendo que estamos super bien!!!!

  6. Hace 9 años

    Esta historia de Ramón tiene más pegue que uno de un artista de bola lo felicito porque estás siguiendo su corazón y a la misma vez ganándose la vida honradamente.
    De un músico Nica a otro.

  7. Hace 9 años

    Que bonito reportaje y triste alavez.

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