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La vida no es solo pan

Hoy vivimos en una sociedad materialista, consumista que tiende a producir seres humanos con hambre insaciable por solo tener y llenarse de cosas. Una sociedad fría e inhumana en la que también faltará, por eso mismo, el pan.

Hoy vivimos en una sociedad materialista, consumista que tiende a producir seres humanos con hambre insaciable por solo tener y llenarse de cosas. Una sociedad fría e inhumana en la que también faltará, por eso mismo, el pan.

Una familia en la que sus miembros solo giren alrededor del pan, del celular, del buen vestir, de las fiestas, del derroche, será una familia vacía que está sembrando su autodestrucción.

Cuando se educa solo para tener, para saciar el hambre de pan, se construye hombres con solo derechos y sin obligaciones algunas, propensos a seguir haciendo un mundo de corrupción.

Tengamos presente que soy, eres, somos lo que tenemos y lo que consumimos. El materialismo exagerado de la vida y el consumo de lo superfluo puede que nos llenen el estómago y los gustos pero nos dejan el alma vacía; nos hace personas con el corazón duro y la mente hueca.

La vida no se construye con solo pan, ni se realiza con tener llenas las ollas de carne, como pretendían los israelitas en el desierto (Num. 11, 4). El pan no es lo absoluto, aunque sea necesario. El pan no lo es todo, aunque sea una parte esencial de la vida. El estómago no es todo el hombre, aunque también pertenece a su cuerpo. “No solo de pan vive el hombre”.

El hombre necesita de otras cosas que no son pan (Dt. 8, 3). Estamos convencidos de eso y sin embargo hacemos girar toda nuestra vida solo en torno al pan, al tener.

Lo único que nos quita el sueño es tener o no tener. Nos parecemos a la gente a quien Jesús le dice: “Les aseguro que me buscan no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse… Busquen el alimento que perdura” (Jn. 6, 26-27).

Trabajamos y luchamos solo para tener; pero mal vivimos; por eso decía Teresa de Calcuta: “Cuando las cosas se adueñan de nosotros, nos volvemos muy pobres”. Nos aferramos angustiosamente para que el pan abunde, pero ni disfrutamos de la vida, ni de la convivencia.

Como dice aquel dicho: “En su juventud perdió la salud buscando dinero; en su madurez perdió su dinero buscando salud. Y ya, sin dinero y sin salud, allá está Romero en su ataúd”. Cuando nuestra vida se cifra solo en el pan, en el tener, nos deshumanizamos; por eso creo que es preferible “un hombre sin dinero antes que al dinero sin hombre”. Dios nos ha creado para que vivamos como personas humanas.

Vivimos en un mundo donde el hambre de pan abunda por nuestra falta de solidaridad; pero estamos construyendo un mundo despersonalizado, deshumanizado, sin razones ningunas por las que vivir.

Al hambre de pan se suma hoy la carencia de valores, nos hacen falta motivos para vivir, darle sentido a nuestra vida desde Dios. Por Jesús, se nos ofrece como el pan que puede saciar nuestra hambre de ser cada día más: “El que viene a mí, no pasará hambre” (Jn. 6, 35). Es por eso necesario que le pidamos: “Danos siempre, Señor, de ese pan” (Jn. 6, 34).

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