Al menos a mí, jamás me han incomodado las comparaciones. No sé de dónde salió eso de que son odiosas. Al contrario, me parecen entretenidas y permiten situar en la dimensión correcta el impacto de un atleta. Incluso, sirven de referencia para las nuevas generaciones que aspiran a un lugar en la consideración popular.
Román “Chocolatito” González, el deslumbrante peleador del barrio La Esperanza se ha metido en la discusión. Se le considera el mejor del mundo en este momento y aguanta comparación incluso, con el gran Alexis Argüello, el paradigma entre los deportistas de nuestro país. Argüello, más que respetado es venerado. Está en la cima. Inalcanzable.
Y sin embargo González ya escribe su propia historia. A base de un boxeo limpio, muy elegante y mortífero, que sitúa este deporte en el universo de los sueños, va ganándose el respeto de muchos, la admiración de otros y el aplauso de todos. Y con una ventaja aún no le pone el punto final a su historia. Le faltan capítulos. Quizá los mejores.
No lo coloco a la par de Alexis ni encima. Con Argüello intervienen factores como popularidad, idolatría y proximidad. A Alexis la gente lo sentía cerca, suyo. Lo podían tocar y sabían que no tendría una mala respuesta. Entró hondo en el corazón.
Pero Román viene tras sus huellas y a paso doble. Este chavalo se “chupó” a Argüello en caballerosidad y respeto. Siempre puede atender a la gente. Incluso tras una faena tan laboriosa como la del sábado ante Brian Viloria.
No obstante, donde mejor se expresa Román es en el ring. Ahí pulveriza rivales, disipa escepticismo e ilusiona corazones. Y aún puede hacerse mejor.