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En Nicaragua los índices de obesidad vienen aumentando en la última década. Se estima que entre el 12 y 13 por ciento de la población es obesa y alrededor del 50 por ciento tiene problemas de sobrepeso. Si alguien tiene interés en contactar a Luis López su número de celular es 89897185 LA PRENSA/ U. MOLINA

El peso de 477 libras

Entre los 22 y 30 años, Luis Alfonso López Román tuvo un único trabajo, en el que entró con un cuerpo de 180 libras y salió con otro que pesaba más de 300 libras y le diagnosticaron obesidad mórbida, una enfermedad silenciosa que se gana, sobre todo, con años de malos hábitos alimenticios.

Entre los 22 y 30 años, Luis Alfonso López Román tuvo un único trabajo, en el que entró con un cuerpo de 180 libras y salió con otro que pesaba más de 300 libras y le diagnosticaron obesidad mórbida, una enfermedad silenciosa que se gana, sobre todo, con años de malos hábitos alimenticios.

En la actualidad Luis ya cumplió 34 años, no trabaja, a su edad recibe una pensión por invalidez que llega a los 6,000 córdobas, y pesa 477 libras.
Es lo máximo que ha pesado desde que comenzó a engordar cuando todavía trabajaba en la empresa donde pasaba entre 10 y 12 horas sentado, en un estado permanente de estrés, porque siempre había informes que entregar, inventarios por hacer. La carga laboral era incesante y la ansiedad también.

Luis cree que la carga laboral que generaba la oficina quizá requería más personal que él y su jefe. Su jefe reaccionaba presionándolo, a veces le gritaba, lo impelía a entregar trabajos todo el tiempo. Luis dice que a la siete ya estaba trabajando y a veces eran las nueve de la noche y todavía estaba allí. Prácticamente vivía en el trabajo. “No les gustaba contratar mujeres porque no iban a aguantar ese ritmo”, comenta Luis sentado en una silla especial de madera, ancha y fuerte, que le dieron a hacer para sostener su voluminoso cuerpo.

COMÍA POR ESTRÉS

Sobre sus hábitos alimenticios, dice que al principio llevaba su comida al trabajo. Su salario —con el que proveía a su esposa y su hijo recién nacido— no le daba para comprar comida afuera, pero luego le fueron aumentando el sueldo y dejó de llevar su comida. Compraba allí mismo en el trabajo de todo lo que había: pollo frito, hamburguesa, papas fritas, pizza. Eso era su almuerzo, cena y meriendas.

“Me daba mucha ansiedad y comía”, dice Luis. Comía, y bebía “comida chatarra, se me fue haciendo un hábito”, dice él mismo.

En el trabajo le permitían rellenar con gaseosa el vaso cuantas veces quisiera. Así, muchos días se bebió entre 15 y 20 vasos de gaseosa.

“La gaseosa era a cada rato. No tomaba agua, solo gaseosa”, dice Luis, un hombre que en su adolescencia fue dinámico. Practicaba distintos deportes y cuando estaba en la universidad todavía iba al gimnasio. El mundo laboral lo alejo de cualquier actividad física. No tenía tiempo, dice Luis.

Además de la silla tiene una cama de mayores dimensiones que lo normal y soportes más resistentes, explica Luis.

Su mamá Graciela Román dice que la ropa que viste se la dan a hacer, incluso la ropa íntima. La última talla que consiguió en algunas tiendas de ropa usada fue la 58. Después, su cuerpo aumentó y ya no hubo nada que le quedara.
Por la obesidad ha perdido “movilidad”, camina cuadra y media y se cansa, busca donde sentarse. Pero lo que más lamenta haber perdido es el trabajo. Recuerda que cuando se fue engordando varios se lo dijeron. Lo llamaron y le advirtieron que dejara de engordar. El aumento de peso lo cansaba, se dormía en la oficina, y en las noches, en su casa sin aire acondicionado, tenía dificultades para dormir, sufría de insomnio.

En su casa, sus parientes se percataron de que se iba engordando y su mamá, Graciela, lo convenció de ir a un naturista que le mandó una dieta estricta que no cumplió.

Para ayudarlo, dice, recuerda que en el trabajo lo instaron a meterse a un programa para bajar de peso que impulsó un canal de televisión. Fue peor, porque “me dieron un pastillero”, que, él cree, ayudó a engordarlo más, según explica sentado de espaldas a la puerta principal de la casa que da a la calle.

No sale a la calle. Dice que su peso no lo acompleja pero no le gusta que lo miren raro. Hay quienes “lo miran vulgarmente como un animalito raro”, dice Graciela, su mamá.

Su movilidad está ahora más limitada por la hinchazón de las venas en su pierna derecha. Le duele y le cuesta mucho caminar. Hace una semana salió del hospital, dice que estuvo ocho días internado por el mismo problema de circulación.
Luis está esperanzado de una cirugía para acortarle el estómago, sin embargo tiene que cumplir ciertas condiciones: una es bajar de peso, alrededor de 70 libras, y otra es pagar 6,000 dólares para cubrir parte de lo que cuesta la operación. En su casa no tienen ese dinero y le preocupa perder la oportunidad por la falta de esos fondos.

Dice que no ha dejado la gaseosa. “Tomo solo cuando se reúne la familia, en algún evento, pero no es diario. Mi onda son los jugos, frescos de piña, naranja”, dice este hombre que da gracias porque, a pesar de su peso, sus niveles de azúcar se mantienen estables. Lo que más lo sofoca es el calor. “Somos dependientes de los abanicos”, dice.

VIGILAR SU PESO Y LO QUE SE COME

Una de las herramientas para diagnosticar el peso, sobrepeso u obesidad es el Índice de Masa Corporal (IMC). En internet se pueden hallar diversas páginas que calculan directamente el IMC, con solo introducir datos básicos como peso y estatura, pero también uno mismo puede calcular de una manera muy sencilla; se divide el peso, en kilogramos, entre la estatura al cuadrado, y eso arroja el IMC. De acuerdo con los estándares, entre 19 y 25 IMC se considera normal. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una persona con 40 IMC padece obesidad mórbida extrema. Y por el contrario, por debajo de 19 IMC la persona tiene que poner atención a su delgadez.

12,410  córdobas al año gasta en gaseosa una mujer que trabaja como conserje en un colegio de primaria y secundaria

LA GORDURA ACORTA LA VIDA

La obesidad mórbida, que consiste en la acumulación excesiva de grasa, es una de las condiciones más peligrosas de salud porque desencadena otras enfermedades de alto riesgo como la hipertensión, predispone el organismo a problemas cardiovasculares y la diabetes mellitus tipo 2. La obesidad se está convirtiendo en el problema número uno de salud en el mundo, se le considera una plaga. De continuar con el estilo de vida actual y los malos hábitos alimenticios, se prevé que para el 2030 en América Latina la mitad de la población sea obesa, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

 

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