Es otra tragedia. Otro retroceso institucional. Otra traición a los principios de una universidad que iba adelante, como un sitial de pensamiento libre y desarrollo profesional, y que ahora, sometida al mando de un coronel del Ejército, va camino de convertirse en un centro académicamente castrado.
Todo comenzó cuando el Ejército de Nicaragua, a través de su inmenso brazo empresarial, el IPSM (Instituto de Prevención Social Militar), pasó a ser dueño mayoritario de la UAM (Universidad Americana). El coronel Félix Palacios asumió en agosto la presidencia de su junta directiva, y los cambios no se hicieron esperar.
Tan pronto el 4 de septiembre, una conferencia en la que participarían Carlos Fernando Chamorro y la periodista de CNN, Carmen Aristegui, fue abruptamente suspendida por la Junta Directiva. No se dio explicación alguna y se pasó por encima del permiso previamente otorgado por el rector Ernesto Medina.
Apenas un mes después, la Junta Directiva, otra vez sin consultar al rector ni al cuerpo académico, y sin explicaciones, suspendió un prestigioso programa de formación de líderes patrocinado por el Instituto Nacional Demócrata de los Estados Unidos y la Universidad George Washington. Esto provocó la renuncia de la decana de la Facultad de Relaciones Internacionales, María José Fuentes.
Y ahora lo peor: la destitución súbita, sin consultar al rector ni al cuerpo académico, de tres altos personajes con dos cosas en común; excelentes credenciales académicas y una visión crítica del gobierno: los decanos Álvaro Porta y Alejandro Aguilar —electos por concurso— y el director de Desarrollo Institucional, Luis Carrión. Tampoco hubo explicaciones. El rector, evidentemente incómodo, atribuyó la decisión a los dueños distanciándose de ella. Luego, ante la presión estudiantil y mediática, la Junta Directiva emitió un comunicado afirmando que su decisión no tenía nada de política.
Helio Montenegro, el único de los accionistas en dar la cara, tras rodeos y vaguedades dijo a los estudiantes enardecidos que se quería dar un nuevo rumbo a la universidad, y buscar profesionales que le dieran a sus programas un enfoque “más internacional”. Explicación carente de credibilidad y que más bien confirma la presencia de una agenda reñida con los procedimientos y valores académicos universales. Porque cuando una universidad, medianamente seria, busca nuevos enfoques o currículos, los primeros en consultarse son los decanos, el rector, y expertos en la materia. Si tras ello se deciden introducir cambios, se ve si los decanos o profesores vigentes pueden impulsarlos o si requieren de capacitaciones específicas. El despedido decano Porta, por ejemplo, no hubiese tenido problema enfatizando el enfoque internacional, ya que es experto en tratados de integración y libre comercio. Pero nada de esto ocurrió.
Actuando en sigilo, y al margen de la comunidad universitaria, y del mismo rector Medina, quien posee excelente experiencia y calificaciones para el trabajo, la junta directiva, presidida por un coronel y otros personajes que no poseen las credenciales académicas indispensables para introducir cambios curriculares, dictaron verticalmente, “manu militare”, la remoción de tres profesionales valiosos.
Triste y tremendo lo que está pasando. Ya la UNAN, dominada por el FSLN, y que durante la rectoría de Mariano Fiallos Gil se había convertido en bastión del pensamiento libre, había eliminado la libertad de cátedra impidiendo el paso a conferencistas y despidiendo a profesores críticos del régimen. Ahora le toca el turno a la UAM. De ser presidida por un distinguido académico, como el doctor Medina, está ahora dominada por un coronel. Con el agravante que no parece representar el profesionalismo e independencia de las instituciones castrenses modernas, sino los gorilatos de antaño: fuerza bruta vestida con charreteras, que ahora ostentan birretes universitarios.
El autor fue ministro de educación y rector de Ave María College.