Uno de los problemas que cuesta más dinero —y reputación— a las empresas, son las fallas en la gestión de mantenimiento, entendida esta como “el aseguramiento de que los activos físicos continúan haciendo lo que sus usuarios quieren que hagan” (Moubray), o bien, “preservar la función correcta del sistema” (Smith).
Este es a la vez un campo donde los ahorros no existen, si es que se persigue ilusoria y viciosamente recortar las erogaciones destinadas a cumplir y mantener sosteniblemente la capacidad instalada. Ahorrar sacrificando la confiabilidad mecánica de los equipos es glorificar la imprudencia.
Existen algunas posturas organizacionales, que paradójicamente, aunque no estén declaradas, son verdaderas estrategias conscientes de mantenimiento. Estas pueden ser pasivas o reactivas, y las primeras, en el caso de nuestro país, causan elevados costos por daños, fallas, incumplimientos y accidentes, que drenan la inversión en equipos de una empresa.
La prestigiada autoridad en mantenimiento, Dr. Hashem, señala que las estrategias son las siguientes:
• La información de mantenimiento es ignorada; los equipos son reparados cuando se descomponen, dañan o rompen, una y otra vez; Esto ocurre inevitablemente en organizaciones gerenciadas empíricamente.
• La data de mantenimiento se almacena en un ampo o una computadora, luego se abandona, creyendo que el recopilar esos legajos es hacer mantenimiento.
• La data de mantenimiento es convertida en información relevante para una audiencia limitada; los mecánicos, y posiblemente, el responsable de ingeniería.
• El conocimiento de mantenimiento es convertido en un activo empresarial, en una ventaja competitiva única, al analizar, obtener tendencias, parámetros y divulgarla efectivamente a todo el personal con responsabilidades en el sistema.
De la evidencia fáctica se puede inferir que en Nicaragua, el modelo predominante es que la mayoría de empresas se agrupa alrededor de la primera o segunda descripción, puesto que en los demás modelos, son pocas las organizaciones que obtienen los retornos sobre la administración correcta de este recurso empresarial.
No obstante, se debe trabajar para profundizar el nivel de mantenimiento y capturar sus ventajas obvias en la confiabilidad de los productos y servicios ofertados, ya que de otra manera las organizaciones experimentarán incumplimientos y percances. Entonces, es necesario:
• Determinar una estrategia proactiva de mantenimiento.
• Preparar por cada sistema existente una lista exhaustiva de todos los componentes.
• Por cada componente especificar su función, sus modos de fallas, así como su causa específica, preferencialmente por medio de ayudas visuales en cada equipo significativo.
• Para cada modo de falla en cada componente, seleccionar la técnica específica de inspección, para decidir qué, cómo, dónde y cuándo se debe inspeccionar.
• Determinar el criterio de aceptación que será usado para evaluar los resultados de la inspección, especificando para cada sistema, la licencia o habilitación interna para operar.
Otro de los problemas graves es la tendencia creciente que el personal que ejecuta físicamente las acciones de mantenimiento sea subcontratado, existiendo entonces la inconveniencia del bajo nivel de preparación, ausencia de métodos y calidad en el trabajo realizado, entre otros inconvenientes.
La mano de obra tercerizada es un factor que las empresas deben seleccionar cuidadosamente, o bien, contribuir a elevarles el conocimiento, estándares y criterios técnicos internacionales, puesto que allí la falla es mortal, cuando al realizar los trabajos de campo —buscando absurdas economías, a lo que llamo “ahorros envenenados”— se contrata mano de obra y supervisión incompetente; meros rumberos, rústicos o charlatanes, que terminan de cerrar el círculo de causas que dañan su valiosa inversión empresarial.