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Gracias, adorable mamá

Las Sagradas Escrituras nos hablan del papel de la mujer cuando asume la función de madre; como Sara, la esposa de Abraham

Mayo en nuestra cotidianidad es llamado por muchos el mes de las flores, es un espacio de tiempo comprendido entre la continuada sucesión temporal subordinada a un principio y a un fin en el existir del mundo llegando a ser dentro de este contexto el momento de la esperanza o de las expectativas.

Más aun, designado por la Providencia para la espera de la lluvia y para el despertar de las flores que esparcen sus colores cuando el crepúsculo se duerme, bajo la tibia tarde, para rezar a la Virgen María madre divina de Jesucristo y en sí de la humanidad que la ha recibido como tal desde la cumbre del Calvario; Madre Santísima a quien rendimos el homenaje de la adoración y de nuestra fe.

De aquí la honra a nuestra madre biológica que nos transmitió la vida, supo llevar con dignidad su responsabilidad de madre dándonos el arrullo de sus dulces caricias.

Esta actividad tan religiosa para nosotros en nuestros días se dice históricamente se originó en la antigua Grecia, unos 250 años a.C., para homenajear a Rea madre de algunos dioses, luego Roma la adquiere de Grecia llamándola Hilaria, hasta llegar a Inglaterra en el siglo XVII donde empezó a dedicarse en el cuarto domingo de la Cuaresma a las madres operarias. En este día ellas eran dispensadas de sus trabajos para que pudiesen quedar en casa con sus hijos y sus madre llamándosele “Domingo de Servir a la Madre”, bajo este mismo sentido en el año de 1905 una joven activista de Filadelfia —EE.UU.— llamada Ana Jervis sentimentalmente conmovida por la pérdida de su mamá emprendió una campaña para que en los Estados Unidos se honrara también a la madre americana, acción que logró alcanzar en 1910 al aprobar el Congreso de la Unión su tan anhelado proyecto.

Desde entonces esta celebración se extendió revitalizada por México, Europa, y toda América Latina, en la que Nicaragua no sería la excepción cuando se aprueba también aquí celebrar en el penúltimo día del mes de mayo a la “madre nicaragüense”, nuestra “adorable mamá” la bella mujer que con sus mimos y dulces besos atendió nuestra vida y nos guió por el camino de la vida, cultivándonos con los valores espirituales y principios fundamentales del buen vivir o de la vivencia cristiana, en función de que los hijos somos fruto del amor como de la bondad de Dios.

Las Sagradas Escrituras nos hablan del papel de la mujer cuando asume la función de madre; como Sara, la esposa de Abraham, la esclava Bilá, Lía y Raquel, esta última, esposa de Jacob que procreó a José el precursor de la estirpe de David, tanto como de otras más; María de Nazareth, valiente y abnegada íntimamente se entregó a lo que le habían anunciado, el sacrificio de su hijo, sufriendo con Él; sacrilizado contraste, paradigma de la mujer y madre que vivió y sufrió con su hijo hasta el último momento de la vida.

Madre santa; madre mía… ¡Oh madre! La más bella entre todas las hermosas. Tú mi sangre, yo la tuya, desde el inquieto momento cuando bajo tu cabellera de pájaros se escapa un gemido y sobre tus sonrosadas mejillas se desparramó un rayo de luz, lampo discreto que en tus fragantes brazos iluminó el fruto de tu amor que en tu vientre bendito germinaba la semilla que en tus sueños habías imaginado.

Cómo no acercarme a tu mirada si mi corazón la busca para ver en tus lindos ojos el recuerdo amado cuando en la noche gélida tiritaba de frío y me habrías tus manos cual blancas azucenas para dormir en el calor de tu piel.

Bendita seas por darme el regocijo de ver por primera vez en tu mirada el éxtasis de lo sublime del amor y el milagro de la vida. Por alentar con el calor de tus dulces besos la inocente sonrisa que con tus inefables caricias hacías brotar de mis labios embriagadas de azul inmensidad… Gracias madre bella; porque de tus pechos, ánforas de celeste perfume, me diste el néctar divino que me transmitió tu sangre, las energías y la vida.

El autor es historiador.

Columna del día madres archivo

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