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Cristianos sin violencia ni excusas

Si echamos una mirada al mundo de hoy seguimos viviendo en dos ámbitos: el reaccionar violentamente ante quien nos cae mal y las excusas para evadir nuestras responsabilidades.

Si echamos una mirada al mundo de hoy seguimos viviendo en dos ámbitos: el reaccionar violentamente ante quien nos cae mal y las excusas para evadir nuestras responsabilidades.

Y me llama mucho la atención cuando Jesús va con sus discípulos camino a Jerusalén (Lc. 9, 51) y que tiene que pasar por Samaria (Lc. 9, 53). Tenemos que tener en cuenta que las relaciones entre los judíos y los samaritanos, por regla general, no eran muy buenas que digamos, es más al pasar Jesús con sus discípulos por un pueblo de Samaria, y enterarse los samaritanos que iban a Jerusalén, no les recibieron (Lc. 9, 53).

La reacción de Santiago y Juan fue tan violenta o más que la de los samaritanos: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego y los consuma?” (Lc. 9, 54).

Y es que, tanto ayer como hoy, los hombres no hemos aprendido todavía que no es la violencia, el odio de los unos contra los otros, lo que nos va a llevar a vivir y convivir en paz, sino el respeto a todos, aunque seamos diferentes. La violencia solo crea violencia. La violencia no resuelve nuestras diferencias sino el mutuo respeto a todos, precisamente a sabiendas de que somos diferentes.

Pero también por otra parte, siempre ponemos excusas que son otra cosa que lavarnos las manos al estilo de Pilatos para huir de los compromisos y responsabilidades. (Lc. 9, 57-62)

Jesús dice “NO” a las excusas: Quien opta por seguirle, no puede estar jugando a las excusas: “Déjame enterrar primero a mi padre… Déjame despedirme de los míos…” (Lc. 9, 59.61).

Se trata de tomar opciones desde un corazón libre y ser consecuentes con las opciones tomadas. Por eso, dice Jesús: “Quien pone su mano en el arado y vuelve su vista atrás, no vale para el Reino de Dios” (Lc. 9, 62).

Ser cristiano es optar por seguir a Jesús sin excusas y sin cadenas, sin subterfugios o engaños. Seguir a Jesús es optar por vivir la vida al estilo como Él la vivió: de cara a Dios y de cara a los hombres.

Cuando una persona opta por ser político, el pueblo le exige lo lógico: Que se ponga al servicio del pueblo y no se sirva del pueblo.

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