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Monumento de Rubén Darío en Managua. LAPRENSA/ARNULFO AGÜERO

Monumento de Rubén Darío en Managua. LAPRENSA/ARNULFO AGÜERO

Rubén Darío: símbolo del mestizaje

En su artículo Estética de los primitivos nicaragüenses, Rubén Darío hace una valoración positiva de las manifestaciones culturales de nuestros indígenas.

Los primeros modernistas hispanoamericanos revalorizaron el legado cultural indígena como elemento esencial de nuestro ser y quehacer hispanoamericano.  José Martí condenó el inútil afán de la generación romántica del siglo XIX por disminuir o negar nuestro pasado indígena.

Pero fue Rubén Darío el más persistente en el propósito de rescatar el “otro lado” de nuestro ser, el lado aborigen y su aporte al enriquecimiento de nuestra cultura.  En su artículo Estética de los primitivos nicaragüenses, Darío hace una valoración positiva de las manifestaciones culturales de nuestros indios y concluye con las siguientes palabras: “La antigua civilización americana atrae la imaginación de los poetas. Un Leconte de Lisle arrancaría de la cantera poética de la América vieja, poemas monolíticos, hermosos cantos bárbaros, revelaciones de una belleza desconocida. Y el arte entonces tendría un estremecimiento nuevo”.

En las Palabras Liminares de Prosas Profanas dirá:  “Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el  inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro”.

Pero, para ser auténticamente mestizo, Rubén tenía que ser también español:  “Soy un hijo de América, soy un nieto de España”… había dicho en su invocación a los cisnes.  Y cuando se propone definirse se proclama “Español de América y americano de España”.

En ambos casos, no es el indio ni el español quien canta en su poesía, es “el extraño pájaro tropical”.  “América es parte espiritual de España y España lo es de América, sostiene el más eminente de nuestros darianos, el maestro Edelberto Torres. Y agrega: “Llevando la carga de dolores comunes y de iguales esperanzas”.

Darío, gigantesco mestizo nicaragüense, indio y español, es el símbolo más completo del “encontronazo” que tuvo lugar en nuestras tierras, hace ya más de quinientos años.  Y no deja de ser significativo que el primer encuentro de Rubén con España haya tenido lugar en 1892, precisamente en ocasión de las fiestas del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América.

POETA HISPANOAMERICANO

En el Discurso al alimón sobre Rubén Darío, pronunciado en Buenos Aires por Federico García Lorca y Pablo Neruda, García Lorca dijo:  “Nosotros vamos a nombrar al poeta de América y de España:  Rubén Darío”.

Y más adelante hace el más hermoso reconocimiento que un poeta español haya hecho de la influencia de Rubén en la poesía castellana:   “Como poeta español, enseñó en España a los viejos maestros y a los niños, con un sentido de universalidad y de generosidad que hace falta en los poetas actuales.  Enseñó a Valle-Inclán y a Juan Ramón Jiménez, y a los hermanos Machado, y su voz fue agua y salitre, en el surco del venerable idioma”.

Los aniversarios del descubrimiento de América, deberían ser más que nada ocasión propicia para reflexionar sobre el “mutuo descubrimiento”, sobre la trascendencia que para la humanidad tuvo el proceso de mestizaje que se inició en 1492. Nada mejor encarna el enriquecimiento que para la cultura hispanoamericana y universal significó tal acontecimiento, que la obra de renovación de las letras castellanas promovida por nuestro singular mestizo Rubén Darío.  Él es, por antonomasia, el paradigma, el símbolo del mestizaje.

“Rubén Darío es el Colón de una nueva poética”, escribe Jaime Torres Bodet.  “Rubén es el Colón indio”, agrega Pablo Antonio Cuadra, que regresa a España —el retorno de las carabelas, le dijeron—, el fruto de ese acontecimiento del 12 de octubre que no podemos llamarle “descubrimiento de América” porque para América fue realmente, y en todas sus consecuencias, el descubrimiento de Europa.  Rubén es la respuesta a España.  Es el retorno de Nicarao que ya no va a Gil González a preguntarle sino a darle respuestas.  Rubén cierra el ciclo”.

¿SÍMBOLO DEL MESTIZAJE?

¿Podemos presentar a Darío como símbolo del mestizaje cuando fue el jefe indiscutible del Modernismo, movimiento literario denostado por algunos como una evasión de la realidad americana? Chocano es América, decían, Darío un escapista.  Octavio Paz responde que “más cierto sería decir que fue una fuga de la actualidad local que era, a sus ojos, un anacronismo en busca de una actualidad universal, la única y verdadera actualidad”.

Este criterio lo refuerza Guillermo de Torre al decir:  “Rubén Darío es profundamente americano, en su condición de tal, ambiciosamente cosmopolita, y merced a la fuerza de sus raíces, identificado con el genio del idioma español… Situado en el puente de ambos mundos, y cada uno de sus habitantes del nuevo puede reconocerse en él si desciende a los estratos más íntimos de su ser”.  Darío no era escapista ni renegó de América.  Su propósito era emparentarla con Europa, abrirla al mundo.

Los críticos coinciden en reconocer la profunda vena mestiza del cosmopolitismo e incluso del versallismo de los modernistas.  La cosmovisión modernista es de raigambre mestiza.  El mismo afrancesamiento de los modernistas es muy americano, como lo señaló acertadamente el propio Unamuno:  “Se ha dicho de Darío que hasta cuando escribe en castellano correcto, corriente y moliente, parece traducido del francés, bien traducido, pero traducido al cabo.  No lo creo así.  Lo que hace es pensar en americano  —aunque no lo crea nuestro amigo Rodó—, en genuino americano”.

Sin dejar de ser americano, el Modernismo rechaza “la moral burguesa”, la mediocridad municipal y espesa.  Su cosmopolitismo lo hace anhelar París, las fiestas galantes del Versalles de Luis XIV, las chinerías y japonerías.  No hay nada, por cierto, más provinciano que tales afanes.

Pero fue también un movimiento liberador, de búsqueda de nuestra independencia cultural.  Así lo reconoce Gerardo Diego cuando afirma: “Pasados los primeros años y desahogados las primeras promociones del ‘Modernismo’, lograda la renovación del léxico, del ritmo y de las intenciones estéticas, afirmada la autonomía de Hispanoamérica (que empieza a denominarse, con implícita ofensa a lo hispánico, ‘Latinoamérica’ y por primera vez en la historia anticipándose e influyendo las letras americanas en las españolas, el Modernismo triunfa”.

MODERNISTA

El Modernismo dio fisonomía, perfil propio, definición a las letras hispanoamericanas.  El propio Darío lo definió así:  “El Modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa francesa”. Revolucionó el idioma y fue una revolución hispanoamericana.

“Por primera vez en la historia —escribe Antonio Castro Leal—  Hispanoamérica, no solo se separó de España —como ya lo había hecho políticamente antes—  sino que le mostró un nuevo camino.  Una revolución como no la había habido en poesía desde principios del siglo XVII, cuando don Luis de Góngora planta nuevos rosales en los campos líricos de la lengua española”.

Y Rubén Darío, al ir a las tierras de Castilla, cuatro siglos después de la Conquista, le devuelve a España —remozada con nuevos encantos, sonora de imprevistas músicas, ductilizada con sorpresas y adivinaciones— la lengua que nos habían traído los conquistadores y los misioneros”.

Cultura Mestizaje modernismo Rubén Darío archivo

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