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cambio climático

Zonas agrícolas se transformarán

Por su posición geográfica, Centroamérica es una de las regiones más vulnerables a los efectos del cambio climático y como consecuencia de esto en los próximos años registrará cambios bruscos en su mapa agrícola.

Por su posición geográfica, Centroamérica es una de las regiones más vulnerables a los efectos del cambio climático y como consecuencia de esto en los próximos años registrará cambios bruscos en su mapa agrícola. Esto pondrá en peligro la seguridad alimentaria de la población y la obtención de ingresos por la exportación de productos como el café.

“Estos cambios tendrán impactos en la agricultura de toda la región, incluida Nicaragua. A nivel general se proyecta que el frijol, el maíz, el café —cultivo de exportación más importante de la región— y el banano sufran las mayores reducciones en aptitud”, advierte el estudio Mapeo de la capacidad adaptativa y la vulnerabilidad al cambio climático de medios de vida de agricultores a pequeña escala en América Central para apoyar estrategias de adaptación.

Según este estudio, del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), se espera que en Nicaragua el 75 por ciento de los municipios pierda algún grado de aptitud (capacidad productiva del suelo) especialmente para sostener el cultivo de frijol y café en el Centro y Norte del país.

También se proyecta que los cambios más severos se presenten en los municipios del Corredor Seco centroamericano, área propensa a la sequía que abarca a varios países de la región y en la que residen aproximadamente diez millones de personas.

“Pero en pequeñas zonas altas y más frescas de Jinotega, Madriz, Estelí, Matagalpa y Nueva Segovia, podría haber mejores condiciones para estos cultivos en el futuro”, dice Claudia Bouroncle Seoane, investigadora del Catie.

LA PRENSA/ARCHIVO

Nuevas zonas aptas podrían estar ocupadas

No obstante, la expansión del café y otros cultivos a estas zonas podría entrar en conflicto con zonas importantes de bosque para regular y mantener la provisión del agua para la población, advierte Bouroncle Seoane, una de los seis autores del estudio.

Además, aunque algunas zonas se vuelvan más aptas para cultivos como maíz, yuca, arroz de secano y sorgo los autores advierten que estas no están disponibles. Algunas son áreas protegidas, como bosques, o importantes zonas de recarga hídrica y otras están ocupadas por zonas urbanas y de otros usos.

Ante este panorama Peter Läderach, del CIAT, advierte que “la clave será cómo preparar a los agricultores de toda la región para los cambios que se avecinan, su habilidad para adaptarse y qué tan rápido puedan actuar”.

Debido a la amplia variación que provocarán estos cambios de aptitud de los cultivos se requieren respuestas con distintos matices de parte de los formuladores de políticas y, tomando en cuenta que los pequeños productores serán los más afectados, es urgente implementar de forma planificada y ordenada las respuestas necesarias para su adaptación.

Teniendo en cuenta que el impacto cambia en cada zona y cultivo y que los productores tienen distintos recursos para enfrentar estos cambios se deben considerar diferentes tipos de adaptación para cada caso.

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Se pueden adaptar

“En áreas donde se prevé mucha pérdida de aptitud para sostener la agricultura a pequeña escala, habrá que enfrentar la adaptación a nivel de territorios considerando la restauración de zonas degradadas para recarga hídrica y diversificación de actividades económicas, entre otras estrategias”, sostiene Bouroncle Seoane.

Y añade que en las áreas en las que se espera menos impacto potencial, hay mayor espacio para los ajustes de prácticas agrícolas y tecnologías, así como para la búsqueda de variedades resistentes o ajustes de fechas de siembra o cosecha de agua.

Las medidas que se impulsen deben según Bouroncle Seoane garantizar tres aspectos: “La satisfacción de necesidades básicas de los productores, recursos de información para apoyar que la población rural defina o valide estrategias de adaptación, y recursos para llevar la adaptación a la práctica”.

Armando Martínez, especialista del CIAT, detalla que a partir del análisis del Índice de Vulnerabilidad se debe sumar el resultado de otros estudios de agricultura climáticamente inteligente, para luego compararlo con las opciones de medidas de adaptación para cada región.

“Eso lo llamamos adaptación por sitio específico, entonces estas prácticas de agricultura climáticamente inteligentes tienen que apostar a tres pilares fundamentales que son adaptación, mitigación y productividad… para elegir cuál es la que sirve y se debe promover en cada zona. Y es hasta que se tiene ese índice y ese catálogo de opciones que se puede elegir las medidas de adaptación”, detalla Martínez.

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Se requiere inversión

Martínez reconoce que la promoción de estas medidas requieren inversiones que los pequeños productores, como sector más vulnerable, no están en capacidad de realizar.

“Lo que estamos haciendo con los resultados del estudio es tratar de convencer a los tomadores de decisión que se tiene que invertir y en el caso de pequeños productores de granos básicos promover la diversificación de sus parcelas para que obtengan más ingresos, pero también trabajar con las cadenas de valor”, sostiene Martínez.

Para Martínez lo primero que se requiere para promover las acciones que reduzcan los efectos que provocarán estos cambios en la seguridad alimentaria y la reducción de los ingresos por exportación es “compartir información”.

“Soy un creyente de que se puede hacer mucho para vencer estos retos, toda vez que el Gobierno y los cooperantes se abran a compartir la información, porque hay mucha información pero dispersa sobre lo que está haciendo cada quien y esta información de investigación pero también de proyectos de desarrollo debe abrirse a todo el mundo, ya que esa unión de esfuerzos garantizaría la efectividad de las medidas para contrarrestar los efectos de estos cambios”, afirma Martínez.

Sequía, Ineter

Detalles del estudio

El estudio Mapeo de la capacidad adaptativa y la vulnerabilidad al cambio climático de medios de vida de agricultores a pequeña escala en América Central para apoyar estrategias de adaptación incluyó información de más de mil municipios de Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala.

El trabajo partió de información pública, como censos agropecuarios y de población y vivienda de cada uno de estos países. Y reveló que además de los efectos que provocará el cambio climático en las zonas agrícolas de Centroamérica, en general la población de los municipios que tienen zonas urbanas o que están cerca de zonas urbanas, en general tiene más recursos para la adaptación.

El estudio se hizo en el marco del Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS) del CGIAR.

 

Economía cambio climático Centroamérica archivo

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