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Jesús, vida

Perseverar hasta el final

Las parábolas de Jesús son unas verdaderas joyas que nos llevan a reflexionar en esos grandes valores que nunca deberíamos olvidar

Las parábolas de Jesús son unas verdaderas joyas que nos llevan a reflexionar en esos grandes valores que nunca deberíamos olvidar ni hacer desaparecer de nuestra vida, de una manera especial, como es lógico, quienes nos llamamos cristianos.

Un “juez” que no tiene valores algunos religiosos ni humanos (Lc. 18,2.4) y, por ello, ni siquiera quiere atender (Lc. 18,4) a una pobre viuda que le pide justicia una y otra vez (Lc. 18,3). El juez es el símbolo del poder corrupto.

Por otra parte una “mujer viuda” símbolo de la marginación social y pobreza en el tiempo de Jesús y que, a pesar de pedir justicia, no se oye su voz, ella persevera sin desanimarse en ningún momento, hasta que consigue su objetivo: el que le hicieran justicia.

La imagen de un juez, sordo ante los gritos de justicia de los pobres y marginados, símbolo del poder corrupto, tanto ayer como hoy día fue y sigue siendo en nuestros tiempos bastante generalizada. Los pobres han gritado y siguen gritando tanto que ya se les está apagando la voz.

Nuestro pueblo sencillo, al estilo de la viuda, clama por la justicia; sus voces están roncas de tanto gritar; pero no se les escucha.

Nuestro pueblo sencillo clama por un trabajo y por un salario más digno, capaz de poder tener acceso, al menos, a las necesidades básicas; pero sus voces no se escuchan, como no se escuchan las voces apagadas de los más de mil millones que están pasando hambre en el mundo.

Nuestros jóvenes claman por un trabajo que nunca les llega; pero la corrupción y las manos sucias sí siguen campeando a sus anchas.

Muchos de nuestros ciudadanos marginados claman por una más eficaz e imparcial justicia: pero el dinero y el poder siguen comprándola y vendiéndola; se sigue condenando al justo y salvando al delincuente.

Ante este panorama, no es raro, el desánimo, la desconfianza, la actitud del que se siente derrotado, cansado y dice: “Esto se lo llevó quien lo trajo”.

Hoy hay mucha gente que se siente noqueada; que ha tirado la toalla convencida de que para nada vale seguir luchando. Hoy hay mucha gente a quien no le entra eso de la esperanza si la esperanza se apaga y la decadencia se comienza.

La viuda del evangelio, porque siguió gritando, consiguió que se le hiciera justicia (Lc. 18,4-5). Moisés, porque permaneció con sus brazos levantados, llegó a ganar la batalla a Amalec (Ex. 17,11-16).

Jesús permaneció fiel hasta el final, porque perseveró hasta el final: por eso el Padre lo resucitó y lo puso a su derecha (Hch. 2,33-36). Aunque gritó en la cruz: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?” (Mc. 15,34), no se dio por vencido ni derrotado y, por ello, fiel hasta lo último, gritó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 24,46).

La viuda del evangelio no se cansó de gritar para que le hicieran justicia y lo consiguió.

Si queremos conseguir algo en la vida nunca podemos darnos por vencidos, si queremos llegar a la meta que nos proponemos. Santa Teresa de Calcuta decía: “Me puedo caer, me puedo herir, puedo quebrarme, pero con eso no desaparecerá mi fuerza de voluntad”.

Lo nuestro es la perseverancia, la constancia, como nos dice Jesús: “El que persevere hasta el fin, ese se salvará” (Mt. 10,22). “Es preciso orar siempre y no desfallecer” (Lc. 18,1). Quien siembra con constancia, cosecha con alegría. El secreto del triunfo está en convertir los obstáculos en retos.

Religión y Fe parábolas de Jesús archivo

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