Mas allá de la noche una mujer escucha una canción
mientras la madrugada apenas contiene oleaje amoroso.
Vaivén de caracolas y tierna luna
oscilando entre romances angustia del placer.
El viento aclara la distancia. Mensajero de la sombra
gira resonancias en su centro melodioso
otra cancioncilla de Juan Gabriel.
Cada noche despierta y el llanto enamorado
levanta su telón de algarabías complacidas:
horror al rímel desgajado por el recuerdo.
Solitarios amparados en el trayecto
de la desesperación amagan desenlaces,
retenidos años tras años en el encanto herido,
sanado siempre por una letanía consolante
del mexicano Juan Gabriel.
El lecho de la tarde no es firmamento
ni ocultamiento familiar. Es el velo de la noche
cancionero de pasiones amaestradas en los sueños
que los une y los ata.
La ventana, la noche, las estrellas, el viento y la canción
permiten diluir el engaño, detener la intención
aceptando el amor imprevisto, acompañando
su audible tristeza con la voz de Juan Gabriel.
Poesía de Jorge Eliécer Rothschuh. Oírlo cantar para no morir de amor
Mas allá de la noche una mujer escucha una canción mientras la madrugada apenas contiene oleaje amoroso. Vaivén de caracolas y tierna luna oscilando entre romances angustia del placer.