Hoy tienen lugar en Nicaragua dos eventos de interés público, absolutamente opuestos en cuanto a su valor ético y significación política.
Uno es la conmemoración del 39 aniversario del asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, adalid de la lucha por la libertad y la democracia, luchador incansable y abnegado por el restablecimiento de la República en Nicaragua.
El otro evento público es la bufonada de la nueva toma de posesión presidencial de Daniel Ortega, reelegido de manera espuria por segunda vez consecutiva y para un cuarto período presidencial en la farsa electoral del 6 de noviembre pasado, que fue repudiada por los ciudadanos mediante una masiva abstención electoral. Junto con Ortega toma posesión del cargo vicepresidencial su esposa, Rosario Murillo, en una grotesca comedia que representa la ratificación de una nueva dictadura familiar con odiosas pretensiones dinásticas.
La dictadura familiar dinástica, de los Somoza, de los Ortega, o del apellido que sea, es absolutamente contraria a la república democrática que se funda en elecciones libres y alternabilidad en el poder. De manera que la consagración en esta fecha de la dictadura familiar dinástica orteguista es un ultraje a la memoria del Héroe Nacional y Mártir de las Libertades Públicas de Nicaragua, doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
En estas circunstancias resulta apropiado invocar las palabras de José Martí cuando al referirse a los grandes próceres de nuestra América, expresó que de la misma manera como hay hombres que no tienen decoro, también hay quienes tienen el decoro de muchos hombres. Estos hombres con decoro representan la dignidad de un pueblo entero y por eso son sagrados, expresó el apóstol de la independencia de Cuba en su obra clásica Crónicas de la Edad de Oro.
El doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal es uno de esos hombres sagrados porque fue uno de los mejores representantes del decoro nacional, igual que Sandino, Estrada y Zeledón. Y por lo consiguiente el aniversario de su asesinato convoca a todos los nicaragüenses que son demócratas y tienen dignidad, a luchar para que Nicaragua vuelva a ser República, como lo proclamaba y reclamaba él mismo en sus apasionados discursos en pro de la libertad y la democracia.
En la actualidad, después de tanta sangre derramada en la lucha por la libertad y la instauración de una república democrática e independiente, en la que hombres decorosos como Pedro Joaquín Chamorro Cardenal ofrendaron sus vidas sin pedir a cambio nada más que la libertad de su pueblo, es vergonzoso observar el degradante y anacrónico espectáculo de la coronación de una monarquía absolutista y corrupta.
Pero a pesar de sus eventuales e inevitables retrocesos el proceso histórico siempre marcha hacia adelante. Por eso tenemos la absoluta certeza de que la memoria de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal perdurará y brillará en la República que volverá a ser Nicaragua, mientras que la monarquía orteguista quedará solo como un mal recuerdo en el basurero de la historia.