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Rosario Murillo
Humberto Belli Pereira

Don Alfredo no odia

Alfredo González Holmann, autor de varios escritos anticatólicos, está ofendido porque titulé mi artículo pasado Don Alfredo odia a la Iglesia. “No he dicho que la odio”, afirma. Es cierto. El problema es que da esa impresión. Pero como juzgar sentimientos es muy difícil, acepto que hubiese sido más apropiado decir: “Don Alfredo parece profesar una profunda antipatía hacia el cristianismo”. El caso es que jamás he visto en sus escritos el menor reconocimiento de los aportes que esta religión ha hecho a la humanidad, pero sí numerosas acusaciones, gratuitas y desafortunadamente falsas, sobre su “nefasta” influencia.

Alfredo les da crédito a predicadores neo budistas como Eckhart Tolle, que tildan a la Iglesia de genocida e ignora el testimonio de historiadores cuya calidad nadie discute, como Arnold Toynbee, Christopher Dawson y Thomas Woods. Los dos primeros destacaron el papel decisivo que jugó la Iglesia como preservadora de la civilización tras la caída del imperio romano. El tercero describe los aportes de la misma a la civilización occidental, incluyendo, entre los muchos, haber inventado en el siglo XIII las universidades, instituciones únicas dedicadas al cultivo de la razón y el saber universal.

González Holmann también parece ignorar el hecho, incontrovertido, de que durante casi dos milenios la Iglesia fue la institución que asumió, en las sociedades bajo su influencia, la atención a los menesterosos; el manejo de hospitales, escuelas, orfelinatos, etc., labor que continúan hoy día abnegados religiosos y religiosas, de las cuales Nicaragua tiene una hermosa lista.

En su visión, que parece motivada más por resentimientos, quizás inconscientes, que por la búsqueda veraz de los hechos, la Iglesia emerge como una institución oscurantista, causante del atraso de Latinoamérica al prohibir la difusión de millones de libros.

Refiere al respecto como en su bachillerato en la Salle, que culminó en 1966, sufrió la influencia deplorable de esta práctica. No lo entiendo. Yo me bachilleré con los jesuitas en 1963, y antes había leído lo que me vino en gana, incluyendo el Materialismo Histórico de Konstantinov y otros libros anticristianos y ateos. Si uno buscaba en las librerías encontraba de todo. No sé por qué Alfredo no pudo leer entonces sus autores favoritos.

En la perspectiva de González Holmann ni el cristianismo ni el catolicismo han contribuido a la humanización de las costumbres, a la moralización general ni al progreso. Sus estrellas benevolentes son Adam Smith, y autores vinculados al “Mindfulness”, escuela neo-budista que busca promover la paz mental y la conciencia a través de técnicas de respiración y artes similares. Respecto a Smith dice algo que jamás había escuchado: que sus tesis sobre la empatía —saber ponerse en los zapatos del otro— son “la base del ilimitado altruismo anglosajón”. ¡Vaya afirmación!, tan atrevida como enviarle una carta al papa Francisco para que aprenda de don Alfredo como enmendar a la Iglesia.

Eso del “ilimitado altruismo anglosajón” requiere matizaciones. Posiblemente discreparían los negros que sufrieron el apartheid en África del Sur durante el dominio inglés. Es un hecho, no obstante, que muchos anglosajones han dado elocuentes testimonios de altruismo, pero en la mayoría de los casos esto proviene de la enorme influencia del cristianismo. Recordemos que los primeros pobladores de Norteamérica eran profundamente religiosos. Casi todo colono andaba con la biblia bajo el brazo. En ella aprendieron que Cristo, 1700 años antes que Smith, había demostrado que el amor al prójimo es la esencia de toda empatía. En ella y en Él, Alfredo podría descubrir algo mucho más hermoso y eficaz que el “Mindfulness”.

El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
[email protected]

Opinión Don Alfredo Humberto Belli Iglesia archivo
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