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CIDH, derechos humanos
César Úbeda Bravo

Secuelas de guerra

En la secundaria le decían “Cusuco”. En verdad que nunca le pregunte a él o a los amigos en común el porqué le habían puesto ese apodo. Era un joven de clase media, fornido, tez blanca, ojos claros, diáfanos… transparentes. Era una excelente persona, buen estudiante, siempre dispuesto a ayudar. Un gran atleta. En broma le decía que corría hasta desmayarse porque en las clases de educación física siempre nos dejaba regados. Si nosotros dábamos tres o cuatro vueltas al campo de futbol  —que en vez de césped era arena pura— sin exageraciones el “Cusuco” daba 20 a 25 vueltas y dispuesto a seguir.

La secundaria, sin duda, fue una de las mejores épocas de nuestras vidas, llenas de sueños y proyectos, truncadas por la guerra de los años 80. Muchos se fueron del país para evitar el Servicio Militar Obligatorio (SMO), en que según el general del Ejército Popular Sandinista, Humberto Ortega, participaron 149,590 jóvenes y 175,695 en la Reserva.

¿Cuántos murieron? “Hasta el presente se habla de más de 50 mil, entre muertos, heridos y desaparecidos…”, dijo recientemente el general Ortega a la sección Domingo de LA PRENSA en unos excelentes reportajes sobre la guerra de los 80, pero creo que faltó una historia como la del “Cusuco”.

El “Cusuco” fue uno de esos jóvenes que fueron obligados a participar en la guerra. Desde la secundaria no supe nada de él. Hace muchos años, mientras salía de casa, se acercó una persona para leer el medidor de la luz. Era el “Cusuco”. Seguía teniendo esa mirada de niño, diáfana. Nos dimos un abrazo y en pocos minutos nos pusimos al día qué era de nuestras vidas.

Pues bien, este amigo después del SMO se fue a estudiar a Kiev, Ucrania, Ingeniería Agrónoma con especialidad en suelo. Regresó al país y no pudo encontrar empleo para la especialidad que había estudiado, por lo que tenía años haciendo lecturas de los medidores de energía eléctrica, devengando un salario de unos tres mil córdobas en esos tiempos.

Hace un par de años le llamé para que cenáramos con el “Pollo”, un amigo de la secundaria que venía de Estados Unidos. “No puedo hermano, fíjate que ahora estoy de cepol (CPF), me toca turno, así que lo saludás de mi parte”, me dijo apesarado tras confesarme que ya el calendario le estaba pasando factura y que estaba padeciendo de diabetes.

Me aseguró que trabajaba como CPF porque le pagaban mejor que leyendo medidores. ¿Cómo es posible que un joven de clase media, con estudios en el extranjero, se encuentre en esta situación? ¿Cuántos “Cusucos” están dispersos en Nicaragua por culpa de una guerra impuesta por los que se llamaban revolucionarios y que ahora viven como grandes capitalistas, millonarios con fortunas de dudosa procedencia?

Pero aun falta lo peor. Un amigo en común, me dijo que el “Cusuco” está detenido porque un día que estaba trabajando en una zona peligrosa cuidando un objetivo, fue atacado a pedradas y después con un cuchillo por un borracho y en defensa propia disparó su arma matando al sujeto. Un accidente trágico que seguramente lo marcará el resto de sus días porque sigue siendo una persona de bien.

Las vueltas que da la vida. Durante la guerra el “Cusuco” le salvó la vida a Jaime “Ron Plata” (compañero de clases) al cargarlo en sus hombros por varios kilómetros porque iba gravemente herido y la Contra le pisaban los talones. Ahora Jaime es abogado y gratuitamente lo defiende.

Ojalá  que los amigos que se encuentran en el país, así como los que están fuera, ayuden al “Cusuco” en la medida de sus posibilidades. Es un mensaje para el “Fantasma”, “Troncomóvil”, “Indio Joe”, “Abuelo”, “Black”,  “Mono”, Jaimito “Ron Plata”, Pablito, “Rata”, “Laul”, “Quelquel”, “Chumbulum”, “Estrellita”, “Paparapa”, “Yeti”, “Pollo”, Martha “Gorda”, “Balurde”… y resto de compañeros de clases cuyos apodos no los menciono por respeto a los lectores.

Muerte, dolor, lisiados de guerra, exilios forzados para jóvenes que no pudieron acudir a la universidad  y que se perdieron en vicios por la soledad,  familias separadas y muchas vidas truncadas dejó la década de los 80. Además de 200 multimillonarios en el país, según un Reporte Mundial sobre la Riqueza divulgado en 2013.

El autor es periodista.

Opinión Ejército Popular guerra Humberto Ortega archivo
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