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León Núñez

Mi personaje político inolvidable

El doctor Donald Lacayo Núñez, por diversos motivos, solía celebrar en su casa algunas  fiestas, de las cuales yo no me perdía ninguna. En la primera fiesta me presentaron a don Adolfo Jarquín Ortel.  Eran fiestas alegres, muy concurridas, en donde no faltaba la buena comida, rones exquisitos, excelente “whisky extranjero”, etc. Y acudo al calificativo de extranjero porque bebiendo mi primer trago de whisky en esa fiesta  me acordé de un amigo de Acoyapa, muy parecido físicamente a don Adolfo —casi idénticos— que siempre me decía que lo que más le gustaba era el “whisky extranjero”.

En esa primera fiesta don Adolfo me pareció, y me sigue pareciendo, una personalidad políticamente interesante, pues cuando conversaba me daba la impresión de estar frente a una persona que sabía moverse como Pedro por su casa en la tierra movediza de la alta política. Recuerdo que atacó fuertemente al gobierno de  Ortega, al que calificó de dictatorial. Era evidente que don Adolfo se mostraba como un inclaudicable  opositor.

En la segunda  fiesta que hizo  Donald logré estar en la mesa que presidía don Adolfo. Era el que hablaba y los demás escuchábamos. Me llamó la atención de que siempre manifestó su oposición a Daniel, pero sin la vehemencia de la primera fiesta. Ya no habló de dictadura sino de gobierno algo autoritario. Y cuando alguien insistía en seguir hablando contra el gobierno a veces cambiaba el tema de conversación.

En la tercera fiesta, Donald celebró la Purísima —primero se cantó a la Virgen, se repartieron los paquetes y después los tragos— y entonces  logré de nuevo estar en la mesa de don Adolfo. Mientras los compañeros de mesa hablaban contra el gobierno, mi personaje inolvidable permaneció completamente callado. Es más, se iba de la mesa a cada rato.

En la cuarta fiesta, don Adolfo, contrario a la fiesta anterior, fue muy locuaz. Manifestó que objetivamente, sin apasionamiento, podía decir, después de haber analizado bien las cosas, que vivíamos en una democracia en que se respetaban los derechos humanos.

Don Adolfo continuó diciendo que todo no era perfecto, pero que era perfectible, y que era importante conocer lo que había hecho Daniel, tanto por lo que refiere a las obras de  infraestructura  como por lo que se refiere a la economía y a los programas sociales. Alguien le dijo que seguíamos siendo el país más pobre de América Latina después de Haití, que en Nicaragua se vivía con temor, que no había seguridad jurídica y que no se respetaban los derechos humanos. Don Adolfo manifestó que eso era falso y que no debíamos andar creyendo en la propaganda difamatoria de la derecha. Días después vi a don Adolfo en televisión, afianzado en su puesto de Subprocurador de Derechos Humanos, repitiendo lo que había dicho en la cuarta fiesta de Donald.

Entonces pensé, quizás un pensamiento equivocado, en un  proceso de vacunación de don Adolfo cuyo desarrollo me lo imagino —que conste: pura imaginación mía—  ha de haber sido así. Primera fiesta: don Adolfo, opositor. Segunda fiesta: don Adolfo empezaba a pensar —solo pensamiento nada más— en la vacuna. Tercera fiesta: don Adolfo ya andaba buscando la vacuna. Cuarta fiesta: don Adolfo asistió ya vacunado y seguramente con su respectiva dosis de refuerzo.

Quiero manifestar que de esas fiestas del doctor  Donald Lacayo Núñez, a la que asistían no pocos políticos importantes, no solamente tengo el recuerdo de don Adolfo como personaje inolvidable sino también tengo el recuerdo de otros inolvidables personajes de los que aprendí mucho para comprender mejor  la realidad política de este país.

El autor es abogado.

Opinión

COMENTARIOS

  1. juvenal mairena
    Hace 7 años

    Esos personajes se conocieron en los 1800 como el partido de los leales. Ahora tristemente se les conoce como “serviles” son aquellos que gritaban con euforia No te Vas “Tachito” Te quedas, y el 19 de Julio estaban vestido de verde en la plaza de la Robolucion, son los mismos , es una gama de ellos y no son así porque sean miserables económicamente porque los hay en las altas esferas ya es un mal endémico.

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