Cuando todo parecía haber terminado para JC Ramírez, en realidad ni siquiera había iniciado.
El veloz tirador de la Colonia 14 de Septiembre dio la impresión de estar condenado a la incertidumbre y muchos pensaron que pronto sería devorado por el olvido.
En lugar de eso, Ramírez ha emergido con fuerza desde las sombras y ha alumbrado con tal intensidad, que por ahora es difícil anticipar su alcance. En su última salida sorteó con éxito a los Yanquis y de paso aprovechó para probar que es tirador de largo aliento.
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Ramírez ejecutó 111 disparos este martes, un récord para su extensa carrera profesional, que a la vez es breve como big leaguer. Pero mantuvo la fuerza, el aliento y sobre todo el fuego, para sujetar a los Yanquis y dar a los Angelinos la oportunidad de ganar.
Quizá lo esencial de JC, es que ha mantenido su esencia como lanzador de poder, mientras termina de darle forma a disparos agregados como la curva y el slider, que han permitido mostrarlo como un pícher en plena evolución y con un futuro prometedor.
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Pero más importante aún, es ser capaz de usar apropiadamente el talento. Sólo así se puede salir con vida frente a ofensivas letales como las de los Astros y los Yanquis, las que no han podido desplegar ante el nica, toda la ferocidad que suelen mostrar a diario.
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En su faena ante la tropa de Nueva York, Ramírez volvió a recurrir a su recta como su arma fundamental. A ratos la usó sin acompañamiento y en ocasiones mezcló disparos cuando la circunstancia lo ameritaba. Pero lanzó en gran forma. Ofreció un recital.
Y estamos hablando a la vez, de un lanzador que venía de dos salidas discretas, pero hizo los ajustes necesarios y volvió a colocarse sobre la ruta de la esperanza, esa que ha definido toda su carrera más allá de las circunstancias.