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Una visión integral de la política

La crisis de la política se produce cuando esa tarea humana, esa condición natural de toda sociedad pierde sentido, y en cierta forma deja de ser necesaria. Creo que algo de esto es lo que hoy está ocurriendo en nuestro país

La crisis que vive Nicaragua más que una crisis política es una crisis de la política, entendida la primera como un conflicto producido por la presencia de determinadas circunstancias que alteran la posibilidad de un comportamiento adecuado ante una situación específica, como serían, por ejemplo, las irregularidades electorales; y la segunda, como una imposibilidad social y estructural de hacer de la política una práctica normal, propia de la naturaleza y esencia de la sociedad.

La crisis política está en relación con factores que deforman el funcionamiento del Estado y las instituciones, como sería el fraude electoral, la concentración del poder, su continuidad indefinida, el control de las instituciones y la consecuente anulación de la independencia y separación de poderes, y todo aquello que conlleva al ejercicio abusivo y autocrático del mismo.

La crisis de la política, por su parte, además de expresarse en las situaciones anteriormente mencionadas, proviene de una raíz más profunda en la que reside la causa de los hechos más visibles y directos.
Principalmente tiene que ver con la ausencia de una conciencia colectiva y de una visión integral de la política que la asuma, a partir de un criterio racionalmente sustentado, como una función indisociable del ser individual y colectivo.

La crisis política se da cuando por alguna circunstancia, en alguna sociedad determinada, se rompe el equilibrio de fuerzas del cual depende la estabilidad, sin que por ello se destruya ni la idea ni la misión de la política.

En cambio, la crisis de la política se produce cuando esa tarea humana, esa condición natural de toda sociedad pierde sentido, y en cierta forma deja de ser necesaria. Creo que algo de esto es lo que hoy está ocurriendo en nuestro país.

La política, en su verdadera dimensión y tal como se le ha entendido siempre, ha dejado de ser en nuestro medio la función imprescindible de la sociedad, lo que constituye un verdadero problema pues resulta impensable la existencia de una sociedad que prescinda de ella.

Por lo tanto, suponer que una comunidad humana, cualquiera que esta sea, puede prescindir de la política, o asumir que la política puede darse al margen de la voluntad social, significa incurrir en una contradicción en los términos, pues la política no es otra cosa que la expresión de esa voluntad colectiva en la prefiguración de los objetivos comunes y de los procedimientos y mecanismos para alcanzarlos.

En lo esencial, la idea de la política consiste en un movimiento de doble vía: la voluntad social, fuente de la soberanía, que da origen y legitimidad al poder; y el poder, así constituido, que debe, aunque con frecuencia no lo haga, tratar de resolver los problemas de la sociedad y alcanzar sus objetivos comunes.

La política, así vista, es la encargada de responder y realizar las aspiraciones de la comunidad. Es la más alta expresión de la voluntad colectiva y, a la vez, la posibilidad concreta de su realización.

Pues bien, en ese punto se produce la ruptura epistemológica, para usar la expresión de Gastón Bachelard, la fractura cualitativa a la que nos hemos referido. Se pretende que la política no sea más la expresión de la voluntad general, para utilizar el término y concepto de Rousseau, que origina y legitima el poder, ni el medio para realizar las aspiraciones colectivas de la sociedad, de acuerdo con aquella definición que deriva del pensamiento de Aristóteles: “La política es el arte del bien común”, sino únicamente la búsqueda, concentración y dominio absoluto del poder, como lo pensaba y proponía Maquiavelo.

La distinción entre la crisis de la política y la crisis política no es producto de un ejercicio intelectual ocioso, sino la necesidad de establecer la diferencia entre una situación coyuntural que atañe a un problema inmediato, y una estructural que se refiere a la raíz misma del problema y a la situación general que de él deriva.

Es claro que no se trata de descuidar las circunstancias concretas y de atender únicamente la situación general, sino de prestar atención a ambas, pero estableciendo la jerarquía correspondiente y la interrelación e interacción respectivas.

Si analizamos, por ejemplo, la situación electoral del presente a partir de las elecciones nacionales de noviembre pasado, y la inseguridad de las elecciones municipales de noviembre próximo, y si además la relacionamos con otros procesos electorales como los de las elecciones municipales de 2008 y los de las elecciones nacionales de 2011, la irregularidad y falta de transparencia se hacen presentes como característica dominante.

Pero si ahondamos un poco más en el análisis, pronto podremos establecer que esa situación deriva de un problema profundo en el sistema electoral, el que a su vez es consecuencia del control que sobre él se ejerce desde la Presidencia de la República y de la anulación de los principios constitucionales y legales que establecen las atribuciones y los límites a las instituciones respectivas y el respeto a las mismas a partir del principio constitucional de la independencia de poderes.

Una situación semejante se da también en relación con otros órganos del Estado, mediante el control y dominio que el poder presidencial ejerce sobre ellos. La existencia de un poder autoritario que violenta la Constitución y los derechos en ella establecidos, es una situación que se ha producido en diferentes momentos de nuestra historia política y que hoy se da de nuevo, lo que nos indica que además de las circunstancias específicas, hay una situación general que hace que hechos semejantes se repitan, haciendo de nuestro presente y futuro político el pasado que regresa.

Por ello, ante los problemas políticos inmediatos, hay que estudiar las causas que los producen, entre las que probablemente encontremos la que Octavio Paz llama la separación entre el mundo legal y el mundo real; la indiferencia en la práctica política ante la institucionalidad, el Estado de Derecho y la democracia; el ejercicio político concebido solo en forma reactiva ante las acciones del poder; la ausencia de iniciativas y propuestas estratégicas de parte de las organizaciones políticas de la oposición, para mencionar algunas.

Una situación semejante evidencia que la crisis no es solo un hecho inmediato y específico, no es únicamente una crisis política, sino una crisis de la política que afecta la condición esencial requerida para la existencia de la ciudadanía, la democracia y la sociedad en general.

El autor es jurista y filósofo nicaragüense.    

Columna del día crisis de la política política archivo

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COMENTARIOS

  1. ramon aguilar
    Hace 7 años

    Nicaragua se ha convertido en la isla de la Familia Robinson…la sociedad la constituye una familia.

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