Si hay alguien que sabe de cantos, costumbres y tradiciones nicaragüenses es Wilmor López. Se metió en ese mundo desde los 20 años y desde entonces no ha parado. No siempre fue así. En su adolescencia ni siquiera oía música nacional. Fue hasta que se salvó de milagro durante la explosión de un cargamento de pólvora en un bus que se volvió gran conocedor del folklore. Ya le contamos por qué.
El 11 de marzo de 1974 Wilmor López y su hermano Guillermo venían de visitar a otro de sus 10 hermanos que vivía en León. Abordaron el bus antes de las 10:00 a.m. y ambos se sentaron en la parte de en medio. Al fondo venía un hombre con un cargamento de pólvora y adelante estaba otro fumando. Cuando iban por el kilómetro 19 rumbo a Managua, el cigarro de aquel hombre se acabó y él botó la chiva en el piso del autobús. Esta rodó hasta donde venía el cargamento y la explosión fue inmediata. Lo único que Wilmor pudo hacer fue cubrirse con ambas manos, pero una especie de arena caliente le cayó en el rostro y antebrazos, provocándole quemaduras de tercer grado, hasta que se desmayó. Muchos de los pasajeros se tiraron por las ventanas y buscaron refugio. Su hermano Guillermo fue uno de ellos.
Doña Petrona Martínez, mamá de ambos, se enteró del accidente hasta que regresó a su casa al atardecer, y vio un gentío en su puerta. Para esa hora, su hijo ya estaba internado en el Hospital Fernando Vélez Paiz y los doctores no le daban esperanzas de vida. Incluso, un padre llegó para confesarlo. Y aun así ella no perdía las esperanzas.
La radio
Más de media docena de personas murió en esa tragedia. Hubo una familia completa que falleció seis días después. Wilmor se aferraba a la vida. Apenas tenía 18 años y estaba en el último año de la secundaria. Estuvo en el hospital por tres meses. No se podía mover. Su abuelo llegaba a verlo y en una de esas le regaló un radio pequeño de color negro y le sintonizó la radio que él escuchaba: La Corporación. Wilmor no tuvo más opción que oírla día y noche mientras estaba en el hospital. Al poco tiempo de esa rutina le gustó uno de los programas que Carlos Mejía Godoy transmitía y para cuando salió del hospital continuó oyéndolo.
Ese año no continuó estudiando, estuvo tres meses más en casa sin poder moverse, pero no dejaba de oír el programa El son nuestro de cada día. Pero eso no era suficiente, entonces le pidió a su mamá que le cantara todas las canciones que se supiera y cuando ya pudo medio escribir, las transcribió y las mandó al programa. Más de una vez, Mejía Godoy las leyó al aire, hasta que lo invitó a llegar.
“En el 75 Carlos Mejía me llamó para que fuera su colaborador formal. Y yo fui a La Corporación como una cita con un gran tutor. Carlos me recibió bien y en ese mismo momento me prestó una grabadora pequeñita y yo acaté sus órdenes como un militante de la brigada de salvación del canto nicaragüense”, dice aún entusiasmado.
Ese sería el inicio de su carrera como rescatista de las canciones, tradiciones y el folklore nicaragüense, donde viajó y conoció a muchos de los intelectuales nicaragüenses destacados de esa época como el poeta Pablo Antonio Cuadro, Ernesto Cardenal, Rosario Murillo y Otto de la Rocha, quien más adelante fue su padrino de bodas.
Lea también: La batalla de un nicaragüense contra el síndrome de Guillain Barré
De Willmance a Wilmor
Wilmor no siempre se llamó así. Su papá le puso el nombre de un actor que estaba de moda en su época: Willmance. Parecía una buena idea hasta que los demás comenzaron a molestarlo. “La gente no me decía Willmance, me decía Vilma para joderme, porque en alemán la W se pronuncia como V”, cuenta.
En su colegio había otros niños que tenían un nombre parecido, había un Wilmar y Wilmer y de allí ideó llamarse Wilmor. Cuando entró al cuarto grado de primaria comenzó a decir que ese era su nombre y desde entonces se llama Wilmor, aunque no oficialmente. Fue hasta que se bachilleró que se lo cambió con todo y abogado.
Y aunque él lo escribe solo con una ele, legalmente su nombre se escribe con doble ele: Willmor. La culpa de esto la tiene el poeta Pablo Antonio Cuadra, de quien fue amigo. Resulta que un día le pidió que le autografiara un libro y cuando el poeta se lo regresó vio que le había escrito el nombre solo con una ele y le dijo: “Poeta, mi nombre es con dos eles” y este le respondió “con una es suficiente” y desde entonces lo escribe solo con una.
La cultura y el sandinismo
Cuando comenzó a trabajar con Carlos Mejía Godoy no pasó mucho tiempo para que se ganara su confianza y se hicieron muy buenos amigos. Incluso hubo un momento, antes del triunfo de la revolución, que se le prohibió la voz a Mejía Godoy en su programa radial y fue Wilmor López quien leía los libretos que él escribía. Lo acompañaba a los conciertos y él era el encargado de grabarlos. Tendría no más de 22 años.
En ese tiempo trabajaba y estudiaba Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN). Allí le ofrecieron ir como parte de la delegación sandinista al Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Cuba y él sin pensarlo mucho aceptó. Eso fue un año antes del triunfo de la Revolución Sandinista. Allí conoció a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mercedes Sosa. “Para mí fue una dicha que Dios me ha dado, conocer a esta gente revolucionaria”, confiesa.
Todas esas experiencias hicieron que el amor que sintió por la cultura, las tradiciones y el folklore nicaragüense en aquella cama de hospital creciera. En ese momento estaba seguro que no quería hacer otra cosa y en los 42 años que lleva en este oficio así ha sido. Del accidente solo tiene las cicatrices y lo recuerda como el hecho que lo unió a su más grande pasión.
Currículo
- Se bachilleró en el Instituto Nacional Miguel Ramírez Goyena.
- Estudió Periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua.
- Ha publicado dos libros: El Saber del Pueblo y El Almanaque, festividades tradicionales de Nicaragua.
- Fue director de la Cinemateca Nacional.
- Trabaja en el equipo de Arte, Cultura y Tradición del Ministerio de Educación y tiene un programa cultural en Canal 6.