14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Al leer Perra Vida

Empecé la lectura de Perra Vida, de Juan Sobalvarro, primero con un sentido de compromiso hacia el escritor con quien comparto lazos consanguíneos

Empecé la lectura de Perra Vida, de Juan Sobalvarro, primero con un sentido de compromiso hacia el escritor con quien comparto lazos consanguíneos, pero, además incentivada por comentarios de otros lectores y articulistas, no obstante, me absorbió una historia relatada con la autoridad y dominio del que ha padecido y vivido las penurias de la guerra, un protagonista en medio de esa miseria.

Durante fui leyendo, se fue creando en mí una mixtura de asombros. Fui atrapada por imágenes, alegorías y metáforas que intensificaban el temor a lo desconocido y a la muerte. Así, en el camino de esta narrativa, que a simple vista, para muchos puede ofrecer una lista de palabras soeces, he descubierto un mundo de necesidades, temores y regocijos expresados con hermosas palabras, “la besé con toda la energía de mi cuerpo, sentí que al contacto de sus labios todo mi cuerpo desaparecía por su boca, me desmoronaba como personaje de novela rosa” (p.8). El partir hacia la guerra no diezma pasiones ni romanticismo. Me enterneció la figura de un niñohombre torpe y cándido incursionando en lides de amor y de guerra, como muchos otros en medio de la violencia.

Las imágenes se van presentando, y, desde el inicio vemos la presencia de una llave de casa, que se alza como símbolo de partida y de regreso de ese narrador protagonista. La llave es el engarce a su mundo y a su espacio amado, la pata de conejo que lo protegerá y asegurará el retorno al lugar de los suyos. Su partida hacia lo involuntario, lo no deseado, y su miedo al olvido se transmiten en expresiones que te llenan de sensaciones oscuras, angustiantes y soledosas, propias de las circunstancias y del estado psicológico del personaje “la noche había borrado todo lo que existía fuera del bus” (p.9), la incertidumbre, la desaparición y la distancia solo pueden ser suavizadas por una llave que abre esperanzas. Al igual que Ulises en su camino, él se encuentra con dificultades para su regreso definitivo, pero nunca abandona el objeto mágico que garantiza psicológicamente su regreso.

La voz narrativa, en primera persona, trasluce sus pesares, su desconcierto e interrogantes internas de lo que acontece en tiempo y espacio, porque sus dudas asaltan su estado anímico, y permean su mundo de un color oscuro y casi indefinido “el amanecer nos reveló un mundo embrujado por la niebla” (p.9); una antítesis de luz, una afirmación de oscuridad, representación de confusión, horizontes perdidos, muerte, montaña, Pantasma, niebla fantasmagórica, “tenía el rostro con un color extraño, sin vida” (p.21). ¡Sí!, la muerte tiene un color extraño para el joven soldado involuntario, quien por un lado se debate entre su aborrecimiento a las lacras de la guerra y a los abusos de poder, y su simpatía por la revolución. Una paradoja transversal se plantea para plasmar —no sé si de forma consciente o inconsciente— sus contradicciones internas.

Seguí recibiendo sorpresas en esta lectura donde lo negro y duro que ofrece el nuevo espacio de acción, no es obstáculo para plantear un símil que muestra ternura, nostalgia y el regodeo en la belleza de la naturaleza “… el viento ululaba al pasar por entre los árboles como un sonámbulo órgano nocturno”. (p.22) Metáforas como “… al sol rejuvenecido que iluminaba nuestro regreso…” (p.81). Un sol fuerte, alegre, renovador y conclusivo del terror padecido.

Este personaje dinámico logra enfrentar sus temores y crecer en sus situaciones. Sus apreciaciones de ese mundo extraño, hostil, poco solidario y plagado de vejámenes se hace sentir, por qué no decirlo a través de su habla coloquial, medio que lo ayuda a llenarse de fuerzas para enfrentar y congeniar con sus iguales y superiores. El habla coloquial se torna un recurso que patentiza la rabia, la ironía, la impotencia y la actitud subversiva ante el caos que arrastra la guerra.

Y aún más, fue sensacional experimentar, a través de estas páginas no solo el dolor, el rechazo a ciertas conductas timoratas y mansas o el cuestionamiento; sino la risa, pues, el escritor intercala una que otra anécdota sucedida, durante estuvo en la guerra. También fue grato, advertir la ternura y respeto hacia la madre, lo mismo que a su dignidad.

La autora es máster en Literatura Hispanoamericana.

Columna del día leer literatura Perra Vida archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí