Para muchas personas que vieron por televisión la celebración orteguista del 19 de julio, el miércoles pasado, y oyeron hablar a Daniel Ortega, lo único interesante de su breve discurso de 17 minutos fue la mención que hizo del diario LA PRENSA.
Eso fue algo insólito, sin duda. Desde que recuperó el poder en 2007 —gracias al pacto con Arnoldo Alemán y como consecuencia de la división del voto liberal en las elecciones de noviembre de 2006— Ortega no había mencionado para nada a LA PRENSA, mucho menos que la elogiara de alguna manera.
Pero en esta ocasión el caudillo del FSLN inclusive felicitó en público —desde la tarima VIP de la celebración del 38 aniversario de la revolución sandinista— al diario LA PRENSA y a su periodista Eduardo Cruz.
La razón de este insólito hecho fue el reportaje de Cruz titulado Reporteros de la ofensiva final, publicado en el suplemento Domingo, de LA PRENSA, el domingo 16 de julio. Dicho reportaje se refiere a dos periodistas mexicanos —Edgar Hernández y Pedro Talavera— quienes cubrieron informativamente para sus medios la caída de la dictadura somocista y la toma del poder por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN); y después editaron un exitoso documental titulado La ofensiva final.
Gracias al reportaje de LA PRENSA, los agentes diplomáticos del régimen orteguista en México localizaron a los periodistas mexicanos, Hernández y Talavera, y los trajeron a Nicaragua para que participaran como invitados de honor en la celebración del 19 de julio, durante la cual fueron exaltados verbalmente y condecorados por Ortega.
Traer a los periodistas mexicanos fue sin duda una decisión inteligente del gobierno Ortega-Murillo, pues le permitió conectar la épica del triunfo revolucionario del 19 julio de 1979 con la celebración teatral y vacía de contenido político revolucionario del 38 aniversario, por parte de un régimen que ha derivado en una nueva dictadura, inclusive familiar como la derrocada en 1979.
Pero independientemente del provecho político que el orteguismo le haya podido sacar al reportaje histórico de LA PRENSA, lo relevante es que Daniel Ortega ha tenido que reconocer la valiosa función de un periodismo independiente, responsable y veraz como es el que practicamos en este Diario de los Nicaragüenses.
Daniel Ortega posiblemente desconoce el principio fundamental de que la calidad democrática de un país se mide por la libertad de prensa, y que la naturaleza de un partido y un régimen político se valora según el respeto que manifiesta hacia los periodistas y el trabajo periodístico. Sin embargo, de alguna manera ha debido reconocer la razón que tenemos al sostener que la función de una prensa auténtica y libre es mostrar las cosas y los hechos históricos tal como son y así como fueron, para bien o para mal, sin importar a quien favorece o perjudica que se diga la verdad.
El periodismo libre e independiente enfrenta en países como Nicaragua grandes y diversas dificultades. Pero a despecho de estas siempre lo practicamos de conformidad con el principio irrenunciable e imperecedero de que en la información y en las reseñas históricas, se debe contar invariablemente la verdad, sin manipularla.
Este es el escudo de honor y el orgullo de LA PRENSA.