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Una opción política

La Tercera Vía









 

EUGENIO BATRES GARCIA


Una fuerza de oposición que aglutine a los posibles electores divergentes de los partidos mayoritarios que controlan la oferta política de Nicaragua, no sólo es una saludable idea para robustecer la democracia, sino una oportuna incidencia de contrapeso al pacto entre liberales y sandinistas. Se justifica aún más, si se valoran los resultados de esa controversial negociación política que expresamente favorece los intereses de liderazgo de Arnoldo Alemán y de Daniel Ortega. La conjunción de disidentes y apáticos dispersos en el escenario preelectoral de 147 municipios, parece inevitable y ciertamente posible para organizar una tercera vía lo suficientemente expresiva para asegurar su participación en la contienda electoral del 2001.

La tercera dimensión en una boleta electoral, concretamente plantea dos prioridades. Retener a un electorado veleidoso y ofertarle en un nuevo envase, proyectos de solución a la problemática nacional. Una propuesta se pronostica reservado para un pueblo que se opone sistemáticamente a las encuestas y que parece cada día más resistente al cambio, después de las penosas experiencias que sufriera en la Revolución del 79. Toda una proeza para desmovilizar las preferencias populistas del FSLN y el modelo económico de libre mercado agresivamente impuesto por el PLC dentro del cinturón de castidad del ESAF II. Un verdadero reto de reacondicionamiento ideológico para entender, cómo puede diluirse la pobreza en un país tercermundista que no atina en el método adecuado para mejorar el material humano reciclado de un paternalismo abrumante, practicado con pasmosa y eficiente irresponsabilidad en la década de los 80. Se trata entonces de convencer a una masa poblacional desempleada e ignorante y a una casta sindical proclive sólo a generar desorden.

El movimiento político de la galopante viatercerista concentra sus actividades sin embargo, en abrillantar la apariencia de un nutrido elenco de prometedoras personalidades del mundo empresarial y de los herederos de la riqueza más selectiva de Nicaragua. Una estratificación alarmante para un quehacer electoral en donde los votos no tienen calificación ni abolengo, ni pesan más por la posesión accionaria de una firma de negocios. Hasta ahora la proyección de la tercera vía, con algunas excepciones, apunta hacia las cámaras de televisión para redundar incansablemente sobre los temas de corrupción del gobierno y sus irreverentes maldiciones contra el pacto. No hay nada nuevo bajo el sol. Pero en Nicaragua lo inesperado abunda y lo sorprendente ya ni sorprende a nadie.

Una tercera vía organizada sobre una estructura real, demandaría en el primer plano de su actividad un proselitismo incansable. Una búsqueda desesperada por consolidar una amplia base de respaldo popular que revierta la apariencia inofensiva y aburrida de sus prospectos presidencialistas. Una necesidad de elaborar un discurso potable y atractivo, lejos de la retórica antigobiernista sobrecargada y parlanchina que no conduce a nada. Claro está, los noveles políticos viaterceristas pagan su aprendizaje, porque están asesorados por algunos viejos políticos que han forjado sus armas y experiencias desde el sofá de sus partidos. Y consecuentemente, no hay ideario, ni mensaje, ni anteproyecto de gobierno. Sólo baratijas de condenación y amonestaciones insuficientes e insustanciales. Todo un oportunismo que los sandinistas llamarían coyuntural, porque la descollante planilla viatercerista se aprovecha del reblandecido término Grupo Cosultivo y de la amenazante protuberancia diplomática que expone en público y con bastante frecuencia el embajador Oliver Garza. ¡Como bien reza el dicho popular mucho ruido y pocas nueces!

Una tenaz oposición de grupo que eventualmente evolucione hacia la integración de una tercera vía, puede obtener el número suficiente de firmas legales para presentar una petición que finalmente la establezca como partido político. Eso es el trabajo fácil. Porque el pueblo nicaragüense es muy dado al protagonismo, y la sola oportunidad de contribuir a la creación de un nuevo partido hace la felicidad de cada firmante. Lo difícil es estructurar una base fiel, capaz de oponerse al desenfrenado deseo de cambiar el voto a la hora del sufragio. Más difícil aún será la selección entre tanto personaje con méritos de sobra para ser ungido candidato a la Presidencia de la República. Por el momento, nadie se atreve a proclamarse, porque una selección de entre los seleccionados provocaría una confrontación, la que inevitablemente dividiría a la tercera vía mucho antes de que ésta lograra su precaria unidad. Sólo una de estas rutilantes estrellas se ha atrevido a expresar sus ambiciones. Joaquín Cuadra dijo en una entrevista por televisión que ya no tiene edad para ser el segundo a bordo. O sea, que si la tercera vía pretende retenerlo tendrá que ofrecerle la nominación. Por eso justamente, el general recientemente retirado no se plegó al FSLN, su alma mater política, en donde Daniel Ortega es el dómine le disguste a quien le disguste.

El presidente Alemán y sus ministros son generosos en contribuir en mucho a aumentar rápidamente el capital político de la tercera vía. El mandatario luce siempre indispuesto a presentar sus posibles sucesores. Esa falta de apertura colisiona con el principio constitucional de no reelección y produce una marejada de especulaciones sobre la convocatoria a una constituyente que podría perpetuarlo en el poder. Los ministros del Presidente no atienden con decidida claridad los actos de corrupción, que en algún momento de inspirado intercambió con los periodistas el doctor Alemán llamó pequeñas raterías, todo esto hay que sumar el progresivo enfrentamiento de los jerarcas del COSEP con el gobierno de corte fondomonetarista que atrapa recursos del sector privado a un ritmo desconcertante a través de las poco piadosas empresas de servicios públicos. Y para desmejorar el caldo, habría que agregar las sonoras bofetadas que la diplomacia agresiva le propina con exagerada frecuencia al gobierno liberal. Finalmente y como para poner la tapa al pomo, entre ministros y funcionarios transluce una abigarrada lucha por dominar el área de influencia más próxima al presidente en la que se mezclan intrigas, denuncias, traiciones e infidencias y en donde la zancadilla y la saña son válidas para escalar posiciones de privilegio.

Por su parte en el FSLN Daniel Ortega niega el espacio vital a sus críticos y se incrusta dentro de una caparazón mesiánica al mejor estilo del insumergible Fidel Castro y su desgastada dictadura tropical. Aún cuando su lenguaje muy superado domina la temática de su moderno discurso, muy diferente a la arenga revolucionaria de sus primeros años de liderazgo balbuceante, está organizando una fuerza de inteligencia civil conducida por ex militares del EPS. Los pocos nicaragüenses que no padecemos de miopía política congénita nos preguntamos, ¿y organización militar en un cuerpo civil para qué? Será que la noche no quedó atrás y hordas de descamisados nos acechan al primer indicio de caos.

Las respuestas pueden surgir del sector más pesimista o de quienes analizamos que la tercera vía puede tomar fuerza, siempre y cuando no caigamos dentro del funesto estribillo del pasado de… cualquiera es mejor que Somoza… y que convoquemos al pueblo pero para defender la institucionalidad de la democracia respetando el período presidencial de gobierno y conjurando las malignas proposiciones de desatar la desestabilización y la anarquía, que como ya conocemos por experiencia los nicaragüenses, sabemos cómo comienza pero jamás imaginamos cómo termina.

El autor es analista político</i

Editorial
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