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Confundir no es gobernar

JORGE SALAVERRY


En mi artículo, “¿Y el Grupo Consultivo? muy bien, gracias”, publicado en esta misma página cuando faltaban dos semanas para la reunión del Gobierno con la comunidad cooperante, escribí: “El Gobierno no tendrá problemas serios en Washington para mantener la ayuda”. Expresé las razones que tenía para creer eso, y agregué: “¿Que pueden darle un pequeño ‘jalón de orejas’…? Es posible. Pero eso no significa que éste se vaya a ver en dificultades”. Y así fue. Le dieron el pequeño “jalón de orejas”, pero la ayuda se mantuvo.

Esperaba, por consiguiente, que el presidente regresara con aires triunfalistas. Pero debo admitir que lo que escuché en la conferencia de prensa que brindó a su regreso superó mis expectativas. Lo que oí me chocó. La misma persona que dos días antes en Estados Unidos adoptara poses de estadista para congraciarse con los donantes y los cooperantes, se presentaba aquí ante nosotros en una actitud grosera y de total irrespeto. Eso es ser –para quienes gustan de los dichos populares– “candil de la calle y oscuridad de su casa”. A los del Grupo Consultivo les dijo allá: “Rectificar es gobernar”. A nosotros aquí parece decirnos que confundir es gobernar. Allá pone al canciller a decir que no habrá Constituyente. Aquí nos dice él que sí es posible que haya. Allá que habrá diálogo; aquí que no.

Es obvio que Alemán quiere continuar en el poder en el 2002 y por eso está jugando con nosotros. Lo grave del caso es que su jueguito perjudica a Nicaragua. No está actuando como un estadista; está actuando como el irresponsable que en medio de una sala de cine abarrotada de gente miente y grita “¡fuego!”, sólo por el afán de divertirse, y sin que le importen un comino las posibles consecuencias trágicas de su irresponsabilidad. Su ambición continuista provoca desasosiego e incertidumbre, y eso es grave, porque afecta negativamente a la economía.

¿Por qué Alemán no es claro y serio con el pueblo que lo eligió? Creo que tiene que haber alguna otra razón aparte del deseo de irrespetar a la ciudadanía y de satisfacer su inflamado ego. Me parece que al insistir en la posibilidad de una Constituyente pretende hacernos creer a todos –y en especial a los miembros de su partido– que tiene un poder más grande del que realmente posee.

El sabe que para convocar a una Asamblea Constituyente necesita al FSLN. Ese partido ha dicho que no apoyaría tal convocatoria, pero por experiencia sabemos que no podemos confiar en la palabra del partido rojinegro. El impedimento para las ambiciones continuistas de Alemán tampoco reside en la comunidad cooperante, aunque ésta ya insinuó su rechazo a la sustitución de las elecciones para presidente y diputados en el 2001 por una elección para Constituyente. El verdadero escollo lo representan los Estados Unidos, cuya política exterior promueve la celebración periódica y regular de elecciones libres y democráticas en toda América Latina.

De dos cosas podemos estar seguros: de que ya Estados Unidos se lo ha advertido a Alemán, y de que se lo recordaron en Washington la semana pasada. Allá saben muy bien que sus afanes continuistas ponen en peligro la paz social en Nicaragua. Y si algo no quiere el país del Norte ver en toda el área centroamericana es otra guerra. Por eso es de esperarse que ese país mantenga la presión para hacerlo desistir de sus intenciones. Pero no estemos muy seguros de que Alemán sucumbirá a las presiones. Estas son horas en las que debe de estar muy atento al resultado de las advertencias que le hizo Clinton a Fujimori. Pero si Fujimori se sale con la suya, Alemán podría pensar: ¿y por qué no yo?

El presidente debería de actuar correctamente –no porque lo presione Estados Unidos o la comunidad internacional en pleno– sino porque es lo que le conviene a Nicaragua. El sabe que la vasta mayoría de nicaragüenses aspiramos a vivir en paz y en libertad, con trabajo y dignidad, y bajo un sistema democrático en el que no exista el continuismo. Un gran bien le haría a Nicaragua si se despojara de sus mezquinas ambiciones dictatoriales y le dijera con claridad meridiana a la nación que desiste de la intención de convocar a Constituyente y que en el año 2001 habrá elecciones para presidente tan libres como las que hubo en 1996 y que lo llevaron a él a la Presidencia. Ser claro es gobernar.

El autor es miembro del Consejo Editorial de LA PRENSA

[email protected]</i






JORGE SALAVERRY


En mi artículo, “¿Y el Grupo Consultivo? muy bien, gracias”, publicado en esta misma página cuando faltaban dos semanas para la reunión del Gobierno con la comunidad cooperante, escribí: “El Gobierno no tendrá problemas serios en Washington para mantener la ayuda”. Expresé las razones que tenía para creer eso, y agregué: “¿Que pueden darle un pequeño ‘jalón de orejas’…? Es posible. Pero eso no significa que éste se vaya a ver en dificultades”. Y así fue. Le dieron el pequeño “jalón de orejas”, pero la ayuda se mantuvo.

Esperaba, por consiguiente, que el presidente regresara con aires triunfalistas. Pero debo admitir que lo que escuché en la conferencia de prensa que brindó a su regreso superó mis expectativas. Lo que oí me chocó. La misma persona que dos días antes en Estados Unidos adoptara poses de estadista para congraciarse con los donantes y los cooperantes, se presentaba aquí ante nosotros en una actitud grosera y de total irrespeto. Eso es ser –para quienes gustan de los dichos populares– “candil de la calle y oscuridad de su casa”. A los del Grupo Consultivo les dijo allá: “Rectificar es gobernar”. A nosotros aquí parece decirnos que confundir es gobernar. Allá pone al canciller a decir que no habrá Constituyente. Aquí nos dice él que sí es posible que haya. Allá que habrá diálogo; aquí que no.

Es obvio que Alemán quiere continuar en el poder en el 2002 y por eso está jugando con nosotros. Lo grave del caso es que su jueguito perjudica a Nicaragua. No está actuando como un estadista; está actuando como el irresponsable que en medio de una sala de cine abarrotada de gente miente y grita “¡fuego!”, sólo por el afán de divertirse, y sin que le importen un comino las posibles consecuencias trágicas de su irresponsabilidad. Su ambición continuista provoca desasosiego e incertidumbre, y eso es grave, porque afecta negativamente a la economía.

¿Por qué Alemán no es claro y serio con el pueblo que lo eligió? Creo que tiene que haber alguna otra razón aparte del deseo de irrespetar a la ciudadanía y de satisfacer su inflamado ego. Me parece que al insistir en la posibilidad de una Constituyente pretende hacernos creer a todos –y en especial a los miembros de su partido– que tiene un poder más grande del que realmente posee.

El sabe que para convocar a una Asamblea Constituyente necesita al FSLN. Ese partido ha dicho que no apoyaría tal convocatoria, pero por experiencia sabemos que no podemos confiar en la palabra del partido rojinegro. El impedimento para las ambiciones continuistas de Alemán tampoco reside en la comunidad cooperante, aunque ésta ya insinuó su rechazo a la sustitución de las elecciones para presidente y diputados en el 2001 por una elección para Constituyente. El verdadero escollo lo representan los Estados Unidos, cuya política exterior promueve la celebración periódica y regular de elecciones libres y democráticas en toda América Latina.

De dos cosas podemos estar seguros: de que ya Estados Unidos se lo ha advertido a Alemán, y de que se lo recordaron en Washington la semana pasada. Allá saben muy bien que sus afanes continuistas ponen en peligro la paz social en Nicaragua. Y si algo no quiere el país del Norte ver en toda el área centroamericana es otra guerra. Por eso es de esperarse que ese país mantenga la presión para hacerlo desistir de sus intenciones. Pero no estemos muy seguros de que Alemán sucumbirá a las presiones. Estas son horas en las que debe de estar muy atento al resultado de las advertencias que le hizo Clinton a Fujimori. Pero si Fujimori se sale con la suya, Alemán podría pensar: ¿y por qué no yo?

El presidente debería de actuar correctamente –no porque lo presione Estados Unidos o la comunidad internacional en pleno– sino porque es lo que le conviene a Nicaragua. El sabe que la vasta mayoría de nicaragüenses aspiramos a vivir en paz y en libertad, con trabajo y dignidad, y bajo un sistema democrático en el que no exista el continuismo. Un gran bien le haría a Nicaragua si se despojara de sus mezquinas ambiciones dictatoriales y le dijera con claridad meridiana a la nación que desiste de la intención de convocar a Constituyente y que en el año 2001 habrá elecciones para presidente tan libres como las que hubo en 1996 y que lo llevaron a él a la Presidencia. Ser claro es gobernar.

El autor es miembro del Consejo Editorial de LA PRENSA

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