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Libros electrónicos: ¿horror?






 Lo que en estos días es una
aventura cibernética puede
convertirse en una nueva
manera de leer y de vivir

Jorge Ramos Avalos


Miami.– Cada vez hay más probabilidades de que estés leyendo esto en una computadora y no en un pedazo de papel. Y no es que los periódicos y las revistas estén a punto de volverse obsoletos. Pero como van las cosas, aquellos diarios que no se modernicen y desarrollen paralelamente un servicio informativo en la internet, acabarán como madero en chimenea.

La mayoría de los periódicos más importantes del mundo ya tienen una página en la internet. Y aunque todavía no saben cómo aprovecharla comercialmente al máximo, tampoco pueden correr el riesgo de quedarse atrás y ser aplastados por la competencia. Es decir, casi todos los medios de prensa escrita se han echado a correr con la nueva tecnología bajo el brazo aún sin saber exactamente a dónde los va a llevar y si será redituable; es como subirse en un auto de carreras sin destino preciso. (Varios, sin duda, perecerán en la aventura.)

Y si bien este no es un fenómeno nuevo en el mundo del periodismo, sí lo es en el universo de los libros.

Déjame comenzar con lo básico. ¿Has leído alguna vez un libro en una computadora? A decir verdad, la experiencia no suena muy apetecible. Estamos acostumbrados a la romántica noción de tomar un libro, de sobarlo sensualmente, de pasar, sin prisa, hoja por hoja. A final de cuentas, la solitaria experiencia de leer es tan satisfactoria por la forma en que lo hacemos como por lo que aprendemos. Pero esa experiencia está a punto de cambiar.

El tradicional concepto del libro —“conjunto de hojas de papel escritas o impresas”, dice el diccionario Larousse— ya no se sostiene. En un futuro no muy lejano —dos años especula el diario The New York Times—, hará explosión el fenómeno del libro electrónico en los Estados Unidos. El resto del mundo seguirá sus digitales pasos. Así, el libro se definirá exclusivamente por ser información y contenido, independientemente de su forma.

El libro electrónico es una computadora portátil, cuyas dimensiones varían de acuerdo a la empresa que la produce, que proyecta el contenido e información de discos intercambiables o de la internet. Para cambiar de página basta con apretar un botón. El tamaño y color de las letras es ajustable. Son muy ligeras y algunas son tan manuables como un libro de bolsillo.

¿Es este el fin de los libros de papel?

No por ahora. Pero la nueva tecnología del libro electrónico tampoco es un sueño virtual y amenaza con extenderse a cada casa de las naciones más desarrolladas.

Hace sólo unos días la empresa Microsoft se unió a tres gigantes del mundo editorial —Times Warner, Simon & Schuster y Random House— para regalar la versión electrónica del bestseller de Michael Crichton, Timeline.

Pero esta gente no son misioneros de la orden de la Madre Teresa de Calcuta. Son negociantes. El regalo, en realidad, es un gancho. Todos los que tengan un libro electrónico o acceso a una computadora —y en Estados Unidos ya hay más de 125 millones de usuarios—, pueden entrar a una dirección de la internet, bajar el contenido del libro de Crichton y leerlo cuando se les pegue la gana; en la cama, la sala, la cocina o el baño. Y la apuesta es que quien lo haga una vez, como el que come papitas, repetirá.

En caso que la alucinada ficción futurista del multimillonario escritor no sea de tu agrado, junto a Timeline hay otros 15 títulos disponibles. Asimismo, no me extrañaría que en la miríada de sitios en la internet ya exista alguien que esté ofreciendo gratis el acceso a libros en español. Pero con este bautizo online surge una nueva bronca: el copyright.

El asunto de derechos de autor es complejo ya que cualquiera puede plagiar el contenido de un libro, ponerlo en la internet y sacarle provecho sin que el autor vea un centavo. Pero hasta el momento, tanto Crichton como Stephen King —el escritor cuya novela electrónica Riding the Buller fue solicitada en la internet por 400 mil personas en dos días durante el pasado mes de marzo—, han engordado sus ya considerables cuentas bancarias al participar voluntariamente en el experimento.

El libro electrónico será, pronto, el presente aunque muchos griten ¡horror! Lo que en estos días es una aventura cibernética puede convertirse en una nueva manera de leer y de vivir. Y así, en el mismo aparatito portátil donde lea mi novela favorita podré recibir e-mail, checar las acciones en la bolsa de valores de Hong Kong, revisar los resultados del torneo de fútbol en México, saber si Pinochet acabará en la cárcel y hacer una reservación en el restaurante Tabla de Nueva York.

Además, el libro electrónico tiene una ventaja: puedes leer todo lo que quieras sin andar cargando como burro. De mi último viaje a la ciudad de México traje más de tres kilos de libros en la maleta, libros que no encuentro en Estados Unidos. ¡Tan fácil que hubiera sido poner toda esa información en una computadora de bolsillo!

Todavía no se puede llevar tu biblioteca personal en una computadora, pero sospecho que cuando a mi hijo Nicolás —que apenas cumple dos años— le toque leer a Borges, Paz, Vargas Llosa, Fuentes y García Márquez, lo hará en un libro electrónico. No en uno de papel.

Editorial
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