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Diálogo Nacional,un reto a la sociedad civil

  • La asistencia a ese diálogo debe ser libre de temores y coerciones y a salvo de
    compromisos para respaldar mentiras y encubrir
    incumplimientos

MARIO ALFARO ALVARADO

Tengo ante mí media docena de documentos: folletos, programas, artículos de prensa, invitaciones al diálogo, marcos generales para buscar consenso, agendas mínimas para reducir la pobreza, estrategias contra la miseria, todos de distintas fuentes: partidos políticos, organizaciones cívicas, ONG, sindicatos, empresa privada.

Cosa curiosa, el contenido de todos esos esfuerzos gira alrededor de los mismos temas: elecciones, gobernabilidad, corrupción, acuerdos políticos, economía, producción, seguridad ciudadana, salud, vivienda, educación.

Todo lo que se afirma en esos documentos es válido, porque están redactados al calor de un interés común, con la cuidadosa intención de reflejar la situación nacional de la manera más objetiva y realista. ¿Pero por qué tantos documentos abordan los mismos temas? ¿Es que cada organización pretende que lo suyo sirve para solucionar los problemas nacionales con más efectividad que las otras propuestas? ¿Es que eso es una muestra más de individualismo, de ausencia, de unidad de criterio, y desde luego, de no saber cómo ponerse de acuerdo?.

Nada de eso. Todo lo contrario, es una muestra de que las organizaciones civiles, los partidos, los gremios y muchas personas individualmente, coinciden en el único propósito de encontrar soluciones justas para los ingentes problemas nacionales, que generan la pobreza, el desempleo, la deficiencia administrativa del Estado, el desastre en la salud y la educación, los desajustes sociales, los abusos del poder y la ingobernabilidad. Sin embargo, en toda esa pluralidad en los enfoques existe unidad de criterio. Los problemas son los mismos enfocados de distintas maneras, expuestos con diversidad de matices, no varían en nada sus naturalezas, ni varían las soluciones que deben aplicarse para resolverlos o para reducirles su incidencia en la vida de esta nación.

Cualquiera que sea la metodología aplicada para analizar los males de este Estado desarticulado por el desorden y la corrupción, en nada variarían los resultados si se aplican las medidas correctas.

Entonces, si lo que expresan esa publicaciones o inciden plenamente ¿Por qué no se procede a consensuar una metodología para aplicar las soluciones? De eso se trata todo este asunto.

Cada nicaragüense tiene su propio enfoque sobre la situación nacional y concibe su propia forma de aplicar las soluciones. Sin saberlo coincide su pensamiento con el pensamiento de los demás y aunque aparentemente existe una anarquía intelectual en el enfoque de la realidad, existe también el poder nivelador de un solo deseo, de un solo propósito, de un solo compromiso.

Esos documentos son el resultado de foros, seminarios, talleres, encuentros, reuniones o como se les quiera llamar, convocados diligentemente por organizaciones civiles comprometidas con la idea de sacar a Nicaragua de la inopia en que está sumergida, por la corrupción y la ineptitud. Pero falta un elemento amalgamante, que reúna en un compendio los análisis recogidos en esas publicaciones, para ofrecerlo a la consideración de la ciudadanía nicaragüense para que lo apruebe y lo haga suyo. Entonces estaremos listos para el gran diálogo. Un diálogo independiente, un diálogo entre iguales, sin jerarquías ni condiciones, un diálogo donde la población opine sobre el contenido de una respuesta, un diálogo que será consulta, referendo y aprobación.

La concurrencia a ese diálogo ha de ser libre de temores y coerciones, debe estar a salvo de compromisos para respaldar mentiras y aprobar agendas artificiales con el objeto de encubrir incumplimientos.

En ese diálogo la sociedad civil debe tomar sus propias iniciativas, debe superar los temores y colmarse de confianza para encontrar los recursos materiales, intelectuales y anímicos, con los que habrá de enfrentarse a la crisis que paraliza al país. Hará recomendaciones pero no debe suplicar para que sean tomadas en cuenta, pues siempre surgirán ocasiones para aplicar la soluciones que el pueblo de Nicaragua necesita y demanda.

El diálogo de la sociedad civil ha de ser solución y liberación, ha de ser identificación de los intereses populares e integración de voluntades y esfuerzos colectivos, ha de ser medio para alcanzar fines concretos y derrotar a la aterradora etapa de incertidumbre, indefinición y parálisis que tiene a Nicaragua al borde del cataclismo.

El autor es periodista.  

Editorial
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