14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Llorar, siempre llorar

RAMIRO ARGUELLO

Está de moda llorar, por lo menos en política. Y eso que dicen que un hombre no debe llorar por una mujer que ha pagado mal. De un tiempo a esta parte han proliferado los políticos llorones. A mí me parten el alma.

En esto del llorar mi maestro es Julio Jaramillo. El político que inauguró la moda fue el Ing. Agustín Jarquín Anaya. El político honesto no sólo lloró sino que se puso de hinojos. La vestal del social cristianismo llegó a lucir de lo más contrito.

Ahora le ha tocado el turno al Dr. José Antonio Alvarado, quien incluso se atrevió a exhibir, con coquetería lacrimal, un primoroso pañuelito bordado, ese mismo que todo caballero guarda y resguarda en la mesita de noche para las lágrimas de las tres de la madrugada, las que nadie mira y escucha, las que van por dentro.

Otro que anda llora que llora por los rincones es Carlos José Guadamuz, La Zarzamora especialista en ensuciar honras ajenas. Muestra sus ojos llorositos, llorositos. Aquí también se ha llegado a invocar al Altísimo. Me decía una dama psicoterapeuta el otro día: “Oye, se ha puesto de moda entre la clase política comulgar”.

Claro, no se trata de comulgar en cualquier iglesia de medio pelo. Hay iglesias de iglesias. Se trata de que lo mire a uno la mayor cantidad de gente. Todos tenemos derecho a unos cuantos segundos de inmortalidad y fama. Si logramos aparecer en el encuadre televisivo en el momento de recibir el pan de los fuertes, miel sobre hojuelas. Además, robar cámara es gratis, que para eso somos animales mediáticos.

Es bien conocida la divisa de Epicteto, el filósofo africano: sufre, abstente. Los políticos criollos han dado una vuelta en U con una variante tercermundista y clasemediera: llora, participa. No te digo.

El autor es doctor en medicina.</i  

Editorial
×