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Roster de 22 (I parte)

Tito [email protected] El otro día me encontré al Dr. Oscar Larios, y me dio una noticia alentadora. Me contó que Carlos García le había dado una copia de los reglamentos del próximo campeonato de béisbol de Primera División, pidiéndole que le anotara algunas sugerencias. Eso nos pone un par de ideas en la cabeza. La […]

Tito [email protected]

El otro día me encontré al Dr. Oscar Larios, y me dio una noticia alentadora. Me contó que Carlos García le había dado una copia de los reglamentos del próximo campeonato de béisbol de Primera División, pidiéndole que le anotara algunas sugerencias.

Eso nos pone un par de ideas en la cabeza. La primera es que Carlos García no se ha cerrado (difícil, o a como se dice en matemáticas, posible pero no probable), por lo que los reglamentos (son dos, el Reglamento propiamente dicho, y el Sistema de Competencia) aún pueden ser mejorados.

La segunda es que como el Dr. Larios es hombre de pelota, habiendo dirigido tantos gloriosos años al inmortal San Felipe de León, pues confiamos en que hará sugerencias adecuadas. Es verdad que Oscar Larios es abogado (y de los peleones), pero creo que antes de eso es beisbolista.

Por lo que esperamos que corrija un error gigantesco en los reglamentos, un error que atenta en contra del espectáculo, y que puede ser hasta criminal en el posible daño causado a los brazos de los lanzadores jóvenes de Nicaragua.

Nos referimos a la nómina de los equipos, limitada a 22 peloteros. A primera vista eso no parece tener mucha importancia, así que permítanme explicar.

Cada equipo cuando juega utiliza para empezar a diez jugadores, uno en cada posición defensiva y el bateador designado. O sea, nueve jugadores de campo y un lanzador (se me caería el pelo, pero ya es tarde para eso. Ya está por todo el suelo).

Los equipos juegan cinco partidos por semana, y normalmente usan a dos o tres lanzadores por partido, los que necesitan entre cuatro (abridores) y tres o dos (relevistas) días de descanso después de cada actuación. Son necesarios un mínimo de once o doce pítcheres para aguantar la semana de trabajo.

Encima, los equipos son obligados a “chinear” (porque la mayoría son bebés) a seis novatos (o jugadores categoría “C” en su nómina). Los managers “esconden” a la mayoría de estos novatos entre los lanzadores, porque nadie se puede dar el lujo de tener jugadores de posición sin experiencia, a menos que sean la reencarnación de Rigo Mena.

Eso quiere decir que pasados uno o dos relevistas, la siguiente opción del manager probablemente sea algún novato (a menos que sus abridores estén bordando una cadena de juegos completos impresionante). Y los “rookies” explotan rápido… se necesita un mayor número de ellos por juego para terminar los partidos.

Eso obliga a los managers a hacer una de tres cosas: o poner a doce lanzadores en el roster, lo cual deja a solamente un jugador de campo en la banca para usarse como emergente o como repuesto en caso de lesiones, o poner a lanzar a jugadores de campo (lo cual solamente hacen ya por desesperación), o poner a lanzar diario a los chavalos.

Por supuesto, es lo último lo que hacen, y les destrozan los brazos a muchos de ellos, como Evelio Jarquín, o los cansan y les baja apreciablemente la velocidad, como Domingo Romero. Criminal sin necesidad.   

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