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Cuando Ofelia Morales salió de la crisálida

Insigne maestra y laureada periodista, la profesora Ofelia Morales Gutiérrez nos hace un relato interesante y ameno de su vida y experiencias Mario Fulvio Espinosa Bajo la carga psicológica de ser “hija única”, de padres que la cuidaban como un tesoro, Ofelia Morales Gutiérrez pasó sus primeros años dentro de un capullo de amor, sin […]

  • Insigne maestra y laureada periodista, la profesora Ofelia Morales Gutiérrez nos hace un relato interesante y ameno de su vida y experiencias

Mario Fulvio Espinosa

Bajo la carga psicológica de ser “hija única”, de padres que la cuidaban como un tesoro, Ofelia Morales Gutiérrez pasó sus primeros años dentro de un capullo de amor, sin embargo no transcurrió mucho tiempo en ese encierro, su aguda inteligencia le decía que tenía ser como la Hipsipila de Rubén, que rompió la crisálida para enfrentar su destino.

A varias décadas de aquel suceso -nació en 1915-, la profesora de generaciones, Orden Ramírez Goyena y laureada periodista, recuerda aquella etapa. Su conversación es fluida, quizás un poco presurosa, ya que de su persona tiene mucho que decir… y nosotros el deseo de escuchar.

“Fui una niña muy llevadera, muy apartada, porque mi mamá no permitía que me juntara con las vecinas que eran tortilleras y decían “malas palabras”, así que no tenía con quien jugar y sólo lo hacía con una prima que llegaba de vez en cuando a la casa.

“Eso sí, tanto mi mamá como mi abuelita me llevaban a todas las procesiones en las distintas iglesias que habían en Managua, pero eso no me satisfacía porque durante la niñez el niño quiere a otros niños, y eso para mí no era posible”.

W COMO EN LA DE TREVI, MONEDAS… EN LA CORRIENTE

Nació y vivió toda su infancia y juventud en una casa contigua a la Primera Sala Evangélica, sobre la cuarta Avenida Sureste, en el barrio de Santo Domingo. Hoy no quedan vestigios de ese inmueble, el tiempo y los terremotos no han pasado en vano, no obstante… “La cuarta Avenida hacia el sur estaba llena de rampas hechas con grandes piedras, no existían calles pavimentadas pues las primeras comenzaron a construirse en tiempos de don Carlos Solórzano”.

“En ese tiempo habían unos grandes diluvios, y recuerdo que mi prima esperaba que pasara el agua y que bajaran las avenidas para irse corriendo descalza a la rampa cercana donde los chavalos decían que encontraban monedas que la corriente desenterraba o que arrastraba desde otros lugares… Yo miraba desde la puerta a mi prima con cierta envidia, pero no podía seguirla porque yo era la niña cuidadosa de la casa”.

Fue Ofelia hija del doctor Juan Francisco Gutiérrez y de la señora Hipólita Morales Chávez, el primero eminente político liberal eternamente opuesto a la intervención norteamericana y llamado por su sabiduría “El Protomédico de Managua”, y la segunda una dama sumamente inteligente de la cual nuestra entrevistada nos dice: “Era una señora que a pesar que tuvo pocos estudios llegó a conocer tanto que cuando mis maestras llegaban a la casa me decían: ¡Que estudiosa es tu mamá, porque sabe todo lo que está pasando en África y Etiopía! Sí, decía yo, pero sabía que mi madre no tenía una gran preparación y lo que ocurría era que se mantenía bien informada, escuchando todo el día noticias a través de la radio”.

Para estudiar las primeras letras Ofelia fue enviada a una escuelita de párvulos que estaba a cargo de la Profesora Mariíta, pero ahora -79 años después- la profesora Ofelia no recuerda el apellido de su primera mentora, pero sí acontecimientos que tuvieron que ver con ella.

“Sólo cuando fui a la escuela pude relacionarme con otros niños, entonces tenía cinco años y comencé a leer en el libro primero de Mantilla. Pero no me gustaba que me limitaran la lectura, así que leía a solas y pasaba página tras página.

En pocos días pasé ese libro, y sin que la profesora lo supiera también ahí nomasito pasé al segundo libro de Mantilla, e incluso terminé el tercero y siempre en primer grado, pero ya no tenían nada que enseñarme.

“Viendo lo anterior, mis padres me pusieron en una escuela municipal que quedaba frente a mi casa y que dirigía la profesora Flavia Solís; de ahí pasé al colegio Divina Pastora donde aprobé mi primaria y conseguí una beca para estudiar en la escuela anexa a la Normal, allí me gradué de maestra y posteriormente me bachilleré en el Instituto Nacional Ramírez Goyena.

“Para entonces tenía dos grandes vocaciones, la del periodismo y el magisterio. Las dos creo que las he realizado y me siento satisfecha de mí misma”.

– ¿Cómo eran los estudios en esos tiempos?

– En la Normal la directora era la religiosa Cruz Manzano, que nos decía que las profesoras tenían que ser muy comprensivas, hablar bajo para captar la atención de los niños y para no tener que elevar la voz a costa de sacrificar la garganta. Era una enseñanza llena de valores individuales, sociales y pedagógicos. Se nos pedía estudiar para comprender y eso era muy importante, porque en esos años la enseñanza era memorística.

Recuerdo que en primaria me aprendía las cosas al tubo, y hasta que la maestra me tocaba el timbre yo dejaba de hablar. Al tubo me ganaba menciones honoríficas, era tremenda a memorizar. Pero ya en la Normal me tocó estudiar con la profesora Amelia Barahona, que daba sus clases explicadas y razonadas. Cuando por primera vez me preguntó algo, yo salí disparando las lecciones como tenía acostumbrado, entonces ella me dijo: Shiisss, ¡Párese, Párese, vaya despacio! Tuve que usar otros métodos y con placer dejé de ser memorista.

Excelentes recuerdos tengo también de la profesora Adela Prado que fue con la que terminé mi primaria. Era de buenos modales, comprensiva, jamás castigaba y quizás a ella le debo mi vocación de maestra. También guardo gratos recuerdos del profesor Alejandro Sánchez, director del Goyena que condujo mi bachillerato”.

MAGISTERIO Y PERIODISMO

Ofelia recibió su titulo de maestra en 1935 y durante cuarenta años se dedicó a enseñar, en 1966 fue nombrada Primera Maestra de Nicaragua en una elección realizada por la Federación Sindical de Maestros de Nicaragua. “Tuve el honor de que el doctor René Schick -otro profesor-, me pusiera la medalla. El fue para mi un hombre ecuánime y comprensivo, se metió a la política somocista pero gobernó bastante bien, y como ministro fue de lo mejor”.

“Después de graduarme pasé a trabajar en una escuelita elemental graduada, cinco años le trabajé al Estado, en ese tiempo pagaban en la elemental 12 córdobas y en las escuelas superiores 18.

Después conseguí pasar a una escuela superior, pero me pagaban allí los mismos 12 córdobas de la elemental, al final tras muchas gestiones de mi parte logré que me pagaran los 18 en la Escuela de la Rosibel Mendieta”.

– ¿Qué cualidades tenían los alumnos o alumnas de su tiempo?

– Ahhh, en primer lugar eran muy obedientes, bastante calladas pero sólo escuchaban, poco comentaban. No es como ahora que el alumno comenta, cuestiona. Por eso cuando estuve en el Colegio Renovación intenté cambiar eso integrando grupos de trabajo con sus modalidades pedagógicas modernas.

– ¿Conoció a doña Chepita Toledo de Aguerri?

– Fue una de las mujeres que me apreció mucho, ahí tengo una libreta con una dedicatoria que ella me escribió. Ella era la presidenta de la Asociación de Escritores a la que yo también pertenecía. Porque yo comencé a escribir artículos de diversa índole desde que era una niña y Doña Chepita decía que yo utilizaba bellas figuras literarias que le agradaban.

Fue doña Chepita la que condujo a las mujeres hasta el Congreso para pedir el voto femenino.

– ¿En qué circunstancias llega a ser maestra del Colegio Renovación?

– La señora Rosibel Mendieta, directora de la escuela donde yo trabajaba, llegó de réplica a mi aula. Yo acostumbraba hacer un examen de preguntas cortas y razonadas, pero tenía como alumna a una niña, sobrina de la directora, que era memorista, por esa razón tuvimos problemas, pues ella quería justificar que el tiempo que empleaba su sobrina en estudiar al tubo le merecía el primer puesto que tenía otra alumna que estudiaba bajo el método mío de la comprensión. Aproveché que doña Clementina Cabezas me recomendó a doña Lucrecia Proveedor para pasar a dar clases en el afamado Colegio Renovación, donde estuve 35 años. Al final de mi gestión mis alumnas me dieron una condecoración.

(Continuará, en la edición del próximo martes)  

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