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La Casa Hacienda de José Santos Zelaya.

Juan Emilio y los misterios de El Diamante

Orlando ValenzuelaEspecial/[email protected] Frente al lago y ya casi en escombros, aún se mantiene en pie la que en un tiempo fue la casa de verano del Presidente José Santos Zelaya, conocida posteriormente como la Hacienda El Diamante. Es una casa de dos pisos, construida de madera a mediados de 1800, donde solía pasar las vacaciones […]

Orlando ValenzuelaEspecial/[email protected]

Frente al lago y ya casi en escombros, aún se mantiene en pie la que en un tiempo fue la casa de verano del Presidente José Santos Zelaya, conocida posteriormente como la Hacienda El Diamante. Es una casa de dos pisos, construida de madera a mediados de 1800, donde solía pasar las vacaciones de Semana Santa el General Zelaya, muy lejos del ajetreo de las ciudades y del ajetreo de la política criolla.

Juan Emilio González Ortega, de 44 años es el encargado de cuidar lo que queda de la otrora opulenta mansión.

Desde hace 5 años duerme en una hamaca que amarra en las vigas de la casona y desde antes de llegar a cuidar este inmueble él estaba convencido de que aquí asustan los espíritus burlones.

“Una vez yo estaba acostado en mi hamaca en uno de los corredores y de pronto vi que cerca de mí pasó una persona, yo la vi, dio vuelta en un pasillo y cuando la quise seguir, había desaparecido, era como la una de la madrugada y aquí no había nadie más que yo. Otras veces se oye el crujido de la madera como si una persona anda caminando en el segundo piso, con botas y espuelas y también se oye el murmullo de gente hablando y risas que vienen del segundo piso, aunque si se mira no hay nadie, seguramente son los espíritus de las personas que murieron aquí”, afirma González Ortega.

Pero Juan Emilio parece no tenerle miedo a los espantos, ya que antes de llegar a la casona estuvo cuidando las ruinas de León Viejo, donde dice que allí sí asustan a todas las horas del día “a cualquier hora asustan allí, a uno le chiflan, le hablan, le tiran piedras y uno lo que tiene que hacer es no hacerles caso y darles la espalda para que vean que uno no les tiene miedo”, dice mientras dibuja una amplia sonrisa.

Don Juan Emilio conoció todos los recovecos de El Diamante cuando él tenía apenas unos diez años y su mamá trabajaba en la cocina de la que entonces era la próspera casa-hacienda de Arnoldo Reyes, la que según su memoria fue abandonada en la década de los ‘70, y se deterioró más en los últimos 20 años, a tal punto que ahora es un peligro permanecer bajo su techo porque sus maderas están totalmente podridas. El colmo es que el huracán Micht le dio el toque final, destruyendo parte de las gradas, paredes y pisos de madera que aún se conservaban en relativo buen estado.   

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