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Rubén Darío: Credencial universal

Se ha dicho con un sentimiento reiterativo de orgullo que los nicaragüenses tenemos el privilegio de tener una carta credencial en la obra universal de Rubén Darío. Y esta gran verdad para unos retórica para otros realidad que conmueve e inspira identidad. Es una verdad también que no conocemos a fondo a ese niño de […]

Se ha dicho con un sentimiento reiterativo de orgullo que los nicaragüenses tenemos el privilegio de tener una carta credencial en la obra universal de Rubén Darío. Y esta gran verdad para unos retórica para otros realidad que conmueve e inspira identidad.

Es una verdad también que no conocemos a fondo a ese niño de Metapa, nacido un 18 de enero de 1867. El mismo Poeta, que siente su mesiánica misión, proclama, en su discurso del 22 de diciembre de 1907, en el Teatro Municipal de León: “yo vine en un momento en que era precisa mi intervención en el porvenir del pensamiento español en América, yo soy un instrumento del supremo destino: bien pude haber nacido en Madrid, corte de los Alfonsos, en Buenos Aires tierra de Mitre, Bogotá o Caracas, el que nació en la humilde Metapa”. Y el que escribe así y habla en su apoteósico retorno, después de 15 años de ausencia, es el Príncipe de las Letras Castellanas, ya consagrado con Azul, Prosas Profanas, Canto de Vida y Esperanza y con casi un centenar de libros en prosa, tan raros como sus Raros, publicado en Buenos Aires, Argentina, el 12 de octubre de 1896. Y al hablar de sus libros, Parisina, Letras, Peregrinaciones, El canto errante, España Contemporánea, Opiniones y sus miles de artículos de prensa, ora los escritos en su adolescencia en su Nicaragua natal, en los periódicos que fundara en El Salvador, “La Unión”, en Guatemala, “El Diario de la Tarde” o bien Chile en la Época, o su máxima expresión de prensa vivida con intensidad en su mamá nación de Buenos Aires. Y bien en París, con la revista Mundial y Elegancia. Cuando tocamos este tema ya no conocemos al Poeta que vivió apenas 49 años y que tanto viajó y que fue diplomático en Argentina, España y Francia. Y que sus obras se contabilizan por miles de páginas. Y que ahora aparece en Harvard, deslumbrando por su inagotable producción. Las conferencias de David Rodhes Whitesell, tanto en el Centro Cultural Nicaragüense Norteamericano como en la Cancillería de la República, han dejado una lección más y reafirmado que nuestra única credencial que nos llena de orgullo es el que nos entregó a la humanidad. “Nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria, nuestra tierra está hecha para la humanidad”.

Thomas Merton, el monje trapense norteamericano, en un artículo traducido del inglés al español por el inolvidable dariano Ernesto Gutiérrez, nos enfoca la visión de Merton, en un excepcional tributo a la memoria del Poeta, lo consagra como profeta de la raza y expresa: “Todo verdadero genio poético tiende a generar un profético entendimiento profundo de las cosas. En la universalidad de su genio y en la fuerza de su poética aspiración a la unidad, Rubén Darío anhela un mundo que sea culturalmente uno, en civilizada armonía y fraternal cooperación”. Bien proclama el poeta Pablo Antonio Cuadra, que lo único que tenemos los nicaragüenses como exportable, como paradigma universal de Patria, es Darío y su obra. Los políticos han fallado y han llenado de vergüenza a la nacionalidad. Son los poetas y sus artistas los que portan con autoridad ética y moral la credencial de Rubén Darío en el mundo. Pero los españoles, argentinos, chilenos y de otras patrias hermanas centroamericanas, reclaman esta credencial de Darío con mayor fuerza, ya que los nicaragüenses no hemos escuchado de corazón la exhortación de Rubén de Salutación del Optimista: “únanse, brillen, secúndense tantos vigores dispersos, formen todos un solo haz de energía ecuménica”.

Héctor Darío Pastora.  

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