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Te odio mi amor

Para Carlos José Zambrana, de 20 años, Raquel Pereira, era la chelita, flaquita, cuatro ojos, sin gracia, además un poco tontita que se sentaba detrás de él cuando cursaban el cuarto año de la secundaria en el Instituto Manuel Olivares. Zambrana detestaba que la profesora pidiera que se juntaran con el compañero del lado para […]

Para Carlos José Zambrana, de 20 años, Raquel Pereira, era la chelita, flaquita, cuatro ojos, sin gracia, además un poco tontita que se sentaba detrás de él cuando cursaban el cuarto año de la secundaria en el Instituto Manuel Olivares.

Zambrana detestaba que la profesora pidiera que se juntaran con el compañero del lado para analizar textos, porque aunque Raquel estaba a sus espaldas, ella siempre le preguntaba: ¿Carlos, me hago con vos? Lógicamente, por caballerosidad él no le podía decir, no.

Carlos tuvo que soportar esta situación por lo menos durante el primer semestre del año pasado. “No recuerdo cuántas veces yo hacía hasta lo imposible para que él me viera, no sé cuántas veces le dirigía la palabra en clases para preguntarle cualquier tontera, lo llamaba a su casa para saludarlo y preguntarle si teníamos tareas”, recuerda por su parte, Raquel.

Mientras ella se las ingeniaba para llamar su atención, Carlos se comportaba frío. “Me decía: ¿acaso no estuviste en clases?, en varias ocasiones se me negó, en fin, él siempre me demostró que no le interesaba en lo mínimo, yo siempre supe que físicamente no le gustaba ni mi pelo”, admite Raquel.

Yo tampoco le dejaba entrever que yo hacía todo eso porque me gustaba, yo sólo le hablaba cosas relacionadas con las clases”, cuenta Pereira, al recordar cómo fue que conquistó a Carlos, actualmente su novio, con el que recientemente cumplió siete meses de noviazgo.

“Yo me acuerdo que ella me caía mal, que siempre me llamaba, que se hacía la que no entendía para que yo le explicara, y digo se hacía porque en los exámenes salía bien, además ya sé que es inteligente. Físicamente no me llamaba la atención”, sostiene el conquistado Carlos.

“Confieso que nunca se me pasó por la mente andar con ella y que en varias ocasiones me expresé mal de ella con los chavalos del aula. Me enojaba que me dieran bromas con ella, entonces yo me defendía diciendo groserías en contra de ella. Mi mejor amigo siempre me decía: vas a ver que vos vas a salir jalando con esa chavala. En una ocasión dije que prefería volverme homosexual antes que darle un beso a ella”, narra Zambrana, recordando cómo eran sus sentimientos hacia Raquel.

Ahora ambos se ríen en el momento de narrar su historia, porque se sienten muy enamorados. “Raquél, yo te quiero hacer una pregunta: ¿te gusto? ¿querés tener algo conmigo?, porque esa es la única explicación que yo le doy a la pegazón que te tenés conmigo”, dice Carlos que le dijo a Raquel en tono grosero y en presencia de tres amigos, a la hora del receso.

“Para nada”, le contestó ella. “Ni que fueras la última Coca-Cola en el desierto me fijaría en un vulgar y grosero como vos”, le respondió ella ofendida.

Ese mismo día, pero en horas de la tarde, Raquel fue a casa de Carlos a dejarle unos folletos que le había prestado. Ella no preguntó si estaba o no, simplemente se los dejó. Por la noche, él la llamó por teléfono y le dijo que había dejado unos marcadores, y que por favor los llegara a traer. A lo que ella contestó: “Es a vos que te estorban, si querés botalos”.

Carlos llegó a entregarle los marcadores, y como ella se comportó de lo más odiosa, la agarró de las manos, y le dio un beso. “No sé por qué hice eso, yo no lo pensé. Actué sin pensar, pero ese fue el beso más rico que me habían dado a mis 20 años. Por su forma de besar fue que me empezó a gustar”, afirma. “Lógicamente ella se hizo la difícil, pero yo le dije: Bien que eso es lo que querías. Ella se puso a reír y yo la seguí besando”, señala.

Ni en pintura

Otra pareja que tuvo un caso bastante similar es Santiago López con Josefina Blandón. En esta historia era ella quien no soportaba a Santiago. “Él despachaba en la venta que hay en mi cuadra, y siempre que yo llegaba a comprar me molestaba”, cuenta Blandón. En una ocasión, cuando él le despachó un litro de leche, le agarró la mano y le dio un beso.

“A mí me molestó tanto que hasta a su mamá le mencioné. Le dije que nunca iba a volver a comprar ahí, porque no lo quería ver ni en pintura”, narra Blandón con una risa de oreja a oreja.

La razón por la que esta joven de 23 años no podía ver a Santiago ni en pintura, es porque él usaba un arete en la nariz y andaba unos rallitos amarillos en el pelo. “Para mí eso es de muy mal gusto. Yo no lo miraba feo, porque no lo es, pero eso le daba un aspecto de chavalo vago”, aclara. Transcurrieron dos semanas en las que la joven no se apareció por la venta, ya que prefería ir a dar la vuelta a la manzana para hacer sus compras. Un día que estaba muy atareada haciendo el almuerzo no tuvo más remedio que cruzarse de andén y tener que ver a Santiago. “Le dije que necesitaba una crema de tomates y él me dijo que no tenía, pero que si quería él me la podía ir a comprar al súper. Ese es tu problema si querés ir hasta allá, le contesté”, cuenta la joven.

A los 15 minutos, Santiago estaba tocando las verjas de la casa de la vecina que en aquella ocasión le había mencionado hasta a su mamá. “Cuál es mi susto que lo miro con una pasta de tomate en las manos. Me dijo, aquí te regalo”, narra. Desde que López hizo ese gesto tan noble, a Blandón dejaron de molestarle los piropos de éste. En una ocasión ella le dijo, con acento de broma, que si él se quitaba ese arete y se componía ese pelo, ella le iba a hacer caso. Dicho y hecho, Santiago hizo lo que su vecina le recomendó, y ni corto ni perezoso se apareció nuevamente en las verjas de la casa de ella para enseñarle su nuevo “look”. Por casualidad, esta pareja cumplirán tres años de noviazgo en la fecha especial que se aproxima, en el Día del Amor y la Amistad.

Era muy flaquita

“Ella no es fea, es buena alumna, muy educada, pero es extremadamente flaca”, son las palabras con las que describe Ramón Trujillo a su novia Julieta Méndez, con la que tiene planes de ir a bailar este Día de San Valentín. El problema que ellos tuvieron antes de ser pareja es que a él no le gustaban las flacas, además aunque ella tuviera varias cualidades intelectuales, Ramón y sus amigos le ponían apodos y cada vez que pasaba por los pasillos del colegio le cantaban la canción Popotitos.

Julieta sabía que Ramón se burlaba de ella, entonces le buscó el defecto físico más visible para también hacer de él un blanco de las burlas con el grupo de compañeros de clases.

“Yo tengo un lunar más o menos grande en la pierna, entonces cuando hacíamos educación física ella y sus amigas se reían de mí y en una ocasión ella se dirigió a mí, en voz alta y me dijo: Ramón tenés una cucaracha en la pierna”, recuerda el joven.

Todos los que estaban en la cancha soltaron una risa de lo más burlesca, y desde esa vez se quedó como el “chavalo de la cucaracha pegada”. Estos dos compañeros de clases pasaron todo el segundo y tercer año de la secundaria poniéndose los apodos más horrendos y chistosos que te puedas imaginar: “cuerpo de estaca”, “lunar de perro”, “piernas de minas 0.5”, “manchado de tinta”, entre otros. No fue hasta el año pasado, cuando estaban en el primer parcial de cuarto año, que “la conchuda” de Josefina le pidió copia a López. “Yo no sé por qué me pidió copia, porque ella es mejor alumna que yo. El caso es que le di. Después que terminamos el examen nos fuimos juntos, porque vivimos en la misma colonia, y a las dos semanas ya estábamos jalando”, explica Ramón.

Ella sigue siendo flaquita, pero aunque no le guste, él lo tiene que aceptar. “Yo no soy un Ricky Martin para exigirle a ella buen físico”, concluye el joven.

Cambiar de parecer

La psicología del adolescente es variable. “Hoy quiero, mañana no quiero. Hoy quiero un vestido color azul y en pocas horas, no voy con ese color, quiero otro vestido”, explica la educadora Clara Castellón.

“Es como una etapa de aprendizaje. Primero me cae mal esa chavala, luego es al ataque y es a perseguir a la chavala”, agrega. Ésta es una actitud bastante normal y común entre los jóvenes, explica la educadora.

“Lo que pasó con esta pareja, es que seguramente él en algún momento valoró algo de ella, no solo los defectos le veía, posiblemente notó algún sentimiento y le gustó”, sostiene Castellón.

“Sin embargo, el paso básico para poder tener una relación de pareja es la amistad. De lo contrario nunca te darás cuenta qué cosas le gustan y qué cosas no le gustan. Que le enfada, qué cosas no le enfadan”, puntualiza.

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