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Vida y personalidad de Rigoberto Cabezas

Mario Sandoval Aranda

Impulsado por las luchas intestinas y la mala situación, don Diego Cabezas, hijo del honorable matrimonio de don Francisco Cabezas y doña Asunción Alvarado, viaja a Costa Rica en busca de mejor vida, y se radica en Cartago, donde contrajo matrimonio con la señorita Josefa Figueroa, hija de don Antonio Figueroa, español, y doña Ramona Oreamuno, perteneciente a familias distinguidas cartaginesas.

Nació el primogénito, Rigoberto Domingo de los Dolores, el 4 de agosto de 1860, en Cartago, bautizado por el presbítero Víctor Ortiz, y como madrina, su tía María Gertrudis Oreamuno. Rigoberto nació con aptitudes literarias, leía a los clásicos, a los enciclopedistas que formaron su carácter, intelecto e ideas republicanas basadas en la revolución francesa.

Con su bajel literario y talento se inició en el periodismo, por medio del cual criticó al presidente Tomás Guardia, quien lo mandó preso a la tenebrosa isla de San Lucas, donde convivió varios meses con presos de la peor ralea. Al salir partió a Guatemala, y luego a Nicaragua, a Masaya, al lado de los suyos. Fundó con don Anselmo Hilario Rivas, con ayuda del capital de una Sociedad Anónima, el “Diario de Nicaragua”, el primero de marzo de 1884, en la ciudad de Granada, y en Bluefields, años después, “La Gaceta del Norte”, por lo que pasó a la posteridad como fundador del Diarismo Nicaragüense. Hoy la Rotonda del Periodista en Managua lleva su nombre y sólo falta erigirle una estatua, que bien la merece.

Su vida fue azarosa por luchar contra las injusticias de su tiempo, paladín de la libertad y la democracia. En sus encendidos artículos criticó las malas políticas de los gobiernos, lo que le costó cárceles y destierros, ordenados por Tomás Guardia en Costa Rica, Adán Cárdenas en Nicaragua, Lisandro Barillas en Guatemala. Vivió su exilio en Guatemala, México, Estados Unidos y Cuba.

De regreso a su amada Patria arrendó a la municipalidad de Boaco los “Los Encuentros”, donde lo sorprendió el movimiento libero-conservador contra el presidente Roberto Sacasa. Organizó y dirigió el asalto al cuartel de Boaco, con éxito, el 29 de abril de 1893. Posteriormente libró otro combate en la finca “El Cuero”, donde resultó herido en una pierna, siendo trasladado a Granada a casa del general Eduardo Montiel.

Durante se restablecía de las heridas llegó el general Sebastián Gutiérrez a entregarle dinero en pago por los días de servicio en las milicias, y el nombramiento del grado de capitán del Ejército. Cabezas contestó:“Yo no puedo recibir dinero que no he ganado. He intervenido en la lucha porque como nicaragüense consideré mi deber contribuir al derrocamiento de quien sólo males ocasionaba a la Patria. Yo no he hecho más que cumplir con mi deber para con ella. A mí nada se me debe porque la sangre derramada por mí es poca en comparación con lo que a ella le debo, y por lo que Dios mediante, debo hacer en beneficio de su derecho. En cuanto al grado que se me otorga es mayor al de mis merecimientos. Es la primera vez que intervengo en un campo de batalla y no es razón para que se me dé un grado tan alto. Mucho le agradeceré que se me dé el grado de teniente. Con él me sentiré satisfecho”.

Regresó a su querida Masaya, al lado de su novia, la virtuosa y bella Chepita Plata y a la vida social en la que brilló por su fina galantería.

Viajó a León para integrarse a la revolución liberal del 11 de julio del 93, y participó activamente en los combates que llevaron al liberalismo al poder con el general José Santos Zelaya. El nuevo Gobierno liberal lo mandó a la Costa Atlántica, llamada Reserva Mosquitia, junto con el general Carlos Alberto lacayo, como comisario, y él como inspector general de Armas. Al llegar a Bluefields gobernada por un Consejo Municipal presidido por el jefe mosco, Roberto Henry Clarence, que se autollama rey, al servicio de los intereses británicos, quiere conocer la autoridad del comisario Lacayo, que conforme el Laudo Arbitral dictado por el emperador de Austria, y el Tratado celebrado en Managua en 1860 entre Nicaragua y Gran Bretaña, representaba el dominio y soberanías de nuestra Patria. En vista de una serie de maniobras de Clarence el general Cabezas, mediante un paso audaz, trascendental y patriótico, por sí y ante sí decretó la reincorporación de la Mosquitia el 12 de febrero de 1894, desconociendo a las autoridades de la Reserva Mosquitia, engrandeciendo a Nicaragua al legarle más de 50,000, kilómetros cuadrados.

Después de sofocar con inteligencia y energía los movimientos armados para legalizar todo lo actuado, convocó a los indios mosquitos a una convención el 20 de noviembre de 1894, en la que los delegados ratificaron la reincorporación y acordaron sujetarse a las leyes, autoridades y Constitución de Nicaragua, para formar parte de su organización política y administrativa, bajo el amparo de la Bandera de la República con el nombre de Departamento de Zelaya. Por el Tratado Altamirano-Harrison del 19 de abril de 1905, que inmortalizó su obra patriótica, su Majestad Británica reconoció la absoluta soberanía de Nicaragua, sobre la antigua Reserva Mosquitia.

A consecuencia de la picadura de una nigua adquirió el tétanos. Como católico se confesó y comulgó esperando la voluntad de Dios. Traspasó su espíritu los umbrales de la inmortalidad el 21 de agosto de 1896.

El autor es escritor y catedrático de Derecho.

Editorial
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